miércoles, 21 de abril de 2010

Para el Narcisista

El espectro de la muerte sobre el sujeto
Por Amanda Goya


El cuerpo yaciente y petrificado del melancólico ostenta el déficit de la negativización del goce, goce que exacerba el puro dolor de existir como afecto princeps de la melancolía.


La autora trabaja desde Freud y Lacan el duelo patológico en contrapunto con el duelo normal. Dentro del duelo patológico desarrolla exhaustivamente los desarreglos del goce en la melancolía y en la manía, como así también de que modo incide el superyó en las mismas.

Un yo ensombrecido por el objeto es la fórmula propuesta por Freud para designar aquello de lo que el sujeto se desembaraza mediante el trabajo del duelo, duelo de esa sombra que aflige al yo y a partir del cual el sujeto podrá restaurar el vínculo con el objeto causa del deseo y reinvestir nuevamente otro objeto con las insignias del precedente. Este proceso, propio del duelo normal, se demuestra inaccesible en la melancolía, situada desde 1914 por Freud entre los márgenes de la psicosis.

Freud nos presenta la melancolía como una vía regia para concebir la constitución misma del yo humano. En ella se observa cómo una parte del yo se sitúa frente a la otra valorándola como si fuera un objeto. Dicha parte no es sino la conciencia moral que —al decir de Freud— puede enfermar por sí sola. Las autoacusaciones que el sujeto se infringe con ferocidad son en verdad reproches hacia el objeto perdido que ha sido reintegrado en el yo.

Ahora bien, la manera freudiana de situar la particularidad de la disociación melancólica se distingue por la regresión de la libido en el yo —esencial a las afecciones narcisistas—, un yo que se identifica al objeto abandonado. De allí procede el fenómeno primario de la psicosis, a saber: el desastre libidinal que resulta de la no reversibilidad de la libido entre la imagen y el cuerpo propio, característico de la libido objetal, es decir de los estados amorosos del neurótico.

La tesis lacaniana de la melancolía también se afirma en el campo de las psicosis. La categoría de rechazo del inconsciente como consecuencia de la forclusión, es el punto pivote para abordar la estructura melancólica. La ausencia de la Bejahung de la castración impide no sólo la inscripción del falo en el inconsciente como significante de la vida, sino también la extracción del objeto a del lugar del Otro. La estructura así conformada dejará vacante el sitio del Ideal del yo como aspiración del yo ideal, de forma que éste no podrá regularse por la ley del gustar —como sucede en la neurosis—.

En Psicología de las masas y análisis del yo Freud confiesa que los únicos casos de sujetos melancólicos que el psicoanálisis ha podido descifrar son aquellos en los que el objeto queda abandonado por haberse demostrado "indigno de amor", objeto que el melancólico reconstituye en el yo mediante la identificación y al cual le dirige los autorreproches.

Así pues, diremos que el melancólico abandona a un objeto que no puede perder, debido a la no extracción del objeto a. En su defecto, instaura un yo ideal degradado al registro de lo inmundo. La regresión tópica al estadio del espejo adquiere aquí una forma peculiar. A diferencia del paranoico, que erige un doble especular persecutorio, el sujeto melancólico ataca su propia imagen, en una tentativa fracasada de operar su separación del objeto que no ha tenido para él categoría de imposible. El recurso último al acto suicida es la maniobra en la que él se pierde por no poder perder el objeto que le resulta esencialmente desconocido, puesto que lo lleva consigo mismo "escondido en su bolsillo".

El melancólico no puede hacer de su yo ideal un objeto amable a los ojos del Ideal del yo, pues éste no existe para él pura y simplemente. La imagen de sí queda presa del significante en lo real que lo petrifica en su abominable ser, significante extraído de la cadena del sentido y que da nombre a su ser fuera del Otro, en una verdadera realización estética de la tortura.

El rechazo del inconsciente instala un yo ideal mortífero habitado por un goce no frenado por el falo. El efecto del desconocimiento del a es lo que el melancólico hace pasar a través de su propia imagen a la que ataca encarnizadamente para consumar en ella la caída del objeto a, pero la coalescencia de a con la imagen puede llegar a empujarlo a precipitarse a través del marco de la ventana, en ausencia del único marco que le hubiera permitido recatarse como objeto en el Otro: el del fantasma.

Freud concluye sobre este sujeto que sólo puede ser un perseguido del Superyó, a través de cuyo sadismo se lleva a cabo la "muerte del yo", como consumación de la manía de empequeñecimiento. Lacan traduce esta muerte del yo presentando al sujeto melancólico como una víctima inerme del "filo mortal del lenguaje", lo que le ocasiona un "trastorno en la articulación más íntima del sentimiento de la vida" articulado alrededor de una significación delirante de autoinjuria. El cuerpo yaciente y petrificado del melancólico ostenta el déficit de la negativización del goce, goce que exacerba el puro dolor de existir como afecto princeps de la melancolía.

En la manía, la imposible extracción del objeto a no implica solamente su desconocimiento, como en la melancolía. El retorno en lo real del "filo mortal del lenguaje" se manifiesta, en la manía, como ruptura del encadenamiento significante y fracaso de la intención de significación. El maníaco se halla disperso en lo infinito del lenguaje que lo atraviesa y ello confina con la muerte del sujeto, pues éste no puede localizarse ni detenerse.

¿Cómo inciden estas anomalías del goce en el yo del maníaco?

Para esclarecer esta pregunta recurriremos al Grafo del deseo. Lacan define al moi en Subversión del sujeto como la metonimia de la significación del Je, metonimia que puede localizarse mediante la función que aporta el yo de sumarse a la significación del discurso. La escansión del mensaje del Otro depende de la acción subyacente del objeto.

Por carecer de la función de a, el maníaco ve pulverizarse la imagen de su yo, que se verá arrastrada en la dispersión del la cadena rota. El fenómeno de la excitación maníaca fragmenta la imagen del yo en ausencia del punto de extimidad que dicha imagen debería revestir.

Melancolía y manía constituyen ambas un tratamiento por lo simbólico de los retornos de real, solución que da cuenta de algunas estabilizaciones, cuando las hay. En estos casos el sujeto se sirve de un significante —frecuentemente tomado del Otro materno— que le suministra una significación ideal con la que conformar un pseudo ser que vela parcialmente su identificación con la cosa.
Bibliografía
• S. Freud: Introducción al narcisismo. Duelo y melancolía. El yo y el ello. Psicología de las masas y análisis del yo.
• J. Lacan: Subversión del sujeto. De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis. Televisión. Seminario X, La angustia.
• J. A. Miller: Seminario: Del síntoma al fantasma. Seminario: Los signos del goce.
• C. Soler: Seminario: Los poderes de lo simbólico (inédito). Artículos "Inocencia paranoica e indignidad melancólica" y "La manía, pecado mortal" en Estudios sobre la psicosis.
• G. Dessal: El objeto indigno del melancólico (inédito).

viernes, 16 de abril de 2010

Cinestesia

Aparece en Revista Punto Final

Cuando leí la entrevista inédita de Bolaño, me sentí más acompañada. No es que me crea una escritora prolifera y extraordinaria, y menos aún, un enigma seguido por una multitud de escritorcitos menores que me prenden velitas y se reúnen como viejujas “tupperware ” a comentar alguno de mis hitos noveles, precisamente porque no los tengo. Digo que me sentí acompañada, porque al revés de lo que uno podría esperarse de un literatostart, Bolaño tenía que someterse a los deberes paternales, cambiando las noches de juerga y desenfreno por videotapes arrendados en algún club de barrio. Es así como me he instalado frente al televisor y me he dado, poco a poco, una cierta ínfula de cinéfila que me ha hecho zanjar en ciertos asuntos.

Los parecidos entre películas y películas son evidentes, y es por que la tragedia humana no deja de suceder y siempre es más o menos la misma. Por más enrevesada que sea la trama y con todos los efectos especiales que posea, el argumento final radica la mayoría de las veces, por no decir todas las veces, en los residuos elementales. Los instintos nos llevan a derivar en tal o cual lógica que avale cierto tipo de acción. Lo importante en el caso del arte, es cómo narrar la historia repetida. Es gravitante entonces, qué énfasis ponga el actor, cual es la evocación que conecta los paisajes con los personajes y su poder de persuasión con el espectador.

Hay actores como Richard Burton o Charlton Heston, que no han tenido que desembarcarse de su personalidad para interpretar diversos roles. Nada más son ellos mismos, con sus patologías que los hacen atractivos para el ojo hambriento, el voyerista enmascarado, el impotente existencial que se solapa tras una carátula. Al parecer el mejor actor no es el que actúa, sino el que vive y renueva sus votos a cada frase memorizada con sello y distinción. Es algo difícil de encontrar en nuestro tiempo. Pasa con “rostros” que causan una suerte de obsesión, como el que provoca Penélope Cruz en Almodóvar y sus fanáticos, o el exquisito Johnny Depp en Tim Burton y todas sus devotas, entre las cuales me incluyo, pues no cualquiera resiste Los Piratas del Caribe III, sin tener algo de fervor por su protagonista.

Hay un espíritu en cada película, una singularidad que se logra escarbando en la intimidad de las circunstancias y personajes, y que a su vez, devela el dilema que se sitúa sentado tras la pantalla. Mucho se ha hablado de la “transmutación” y es lo que le pasa primero al director con el guión y luego al actor con su personaje, para desembocar en la empatía con quien consume el material ya terminado.

Me imagino a Bolaño recorriendo con su ojo tullido y su fragilidad ambulante los escaparates plagados de films. A cuanto tragadero debió someterse, como cuando erré y me matriculé con La batalla en el cielo, una pretenciosa e ininteligible película mexicana, situación que sufre cualquier mortal que aplaca su aburrimiento, casi todas las noches, con un sucedáneo de vivismo. Pienso en esos paseos del escritor por los pasillos, buscando, escudriñando en las rimbombantes referencias, iguales a las de botellas de vino, o los prólogos de los libros, o dejándose seducir por alguna imagen: por el ángel de alas metálicas de Brazil, o la mano reptil de Videodromo, en su sorpresa cuando encuentra una buena película que no sea de un gran director o un clásico sacado de las novelas de Tennessee Williams; y me doy cuenta que el solo hecho de imaginarlo, es como estar viéndolo en una película dirigida y producida por mí. Como en Paprika, donde se inventa un dispositivo que graba los sueños, capaces de permear la realidad y generar tal tumulto revolucionario, que los planos cruzados se hacen dueños y señores del tajante y adoctrinador presente.

El luchador y La nana, son relatos de un especial fulgor en la maraña de ocurrencias supuestamente “originales”, e iluminan las noches apagadas y silenciosas, replicantes de un suelo movedizo. Narraciones que parecen hiperreales, simples y cotidianas, en donde el sucesor de la acción se encuentra en un rincón de la sala, sobornado por las imágenes, implicado en la secuencia, embadurnado de fotogramas, que rápida y sucesivamente, se convierten en la ortopedia perfecta de un seudotetrapléjico, que quiere recrear la impresión de movimiento. Me gustaría ver que diría Bolaño de estas dos historias, pero no se puede, aunque la ficción siempre le tuerza la mano incluso a la muerte.

lunes, 12 de abril de 2010

Mejor que Tim Burton



Alicia empezó a sentirse incómoda: a decir verdad ella no había tenido todavía ninguna disputa con la Reina, pero sabía que podía suceder en cualquier instante. «Y entonces», pensaba, «¿qué será de mí? Aquí todo lo arreglan cortando cabezas. Lo extraño es que quede todavía alguien con vida!»

Estaba buscando pues alguna forma de escapar, Y preguntándose si podría irse de allí sin que la vieran, cuando advirtió una extraña aparición en el aire. Al principio quedó muy desconcertada, pero, después de observarla unos minutos, descubrió que se trataba de una sonrisa, y se dijo:

--Es el Gato de Cheshire. Ahora tendré alguien con quien poder hablar.

--¿Qué tal estás? --le dijo el Gato, en cuanto tuvo hocico suficiente para poder hablar.

Alicia esperó hasta que aparecieron los ojos, y entonces le saludó con un gesto. «De nada servirá que le hable», pensó, «hasta que tenga orejas, o al menos una de ellas». Un minuto después había aparecido toda la cabeza, Y entonces Alicia dejó en el suelo su flamenco y empezó a contar lo que, ocurría en el juego, muy contenta de tener a alguien que la escuchara. El Gato creía sin duda que su parte visible era ya suficiente, y no apareció nada más.

--Me parece que no juegan ni un poco limpio --empezó Alicia en tono quejumbroso--, y se pelean de un modo tan terrible que no hay quien se entienda, y no parece que haya reglas ningunas... Y, si las hay, nadie hace caso de ellas... Y no puedes imaginar qué lío es el que las cosas estén vivas. Por ejemplo, allí va el aro que me tocaba jugar ahora, ¡justo al otro lado del campo! ¡Y le hubiera dado ahora mismo al erizo de la Reina, pero se largó cuando vio que se acercaba el mío!

--¿Qué te parece la Reina? --dijo el Gato en voz baja.

--No me gusta nada --dijo Alicia . Es tan exagerada... --En este momento, Alicia advirtió que la Reina estaba justo detrás de ella, escuchando lo que decía, de modo que siguió--: ... tan exageradamente dada a ganar, que no merece la pena terminar la partida.

Lewis Carroll

martes, 6 de abril de 2010

Todos sabían qué era lo que pasaría si ganaba la derecha




Partimos con el trauma del comienzo de año, un telúrico versión Apocalipsis, los cagazos finales de la concerta, que se fue diciendo “último día, nadie se enoja”, y Piñera entrando a La Moneda. La cruz está pesada, por lo mismo parece que el gobierno pretende que nos empecemos a cagar de la risa. No sería raro que de un día para otro nos digan que el ministro de Bienes Nacionales es el excelentísimo Mauricio Israel.

El gobierno de excelencia ya mostró a tres de los mejores ladrones con terno y corbata para el cargo de Gobernador. Pero lo peor, no es eso, lo terrible es que durante los 20 años de Concertación jamás nadie advirtió como capeaban su cita con la justicia. Aún más, siguieron estafando, malversando y saqueando a vista y paciencia, inclusive de nosotros, los “revolucionarios”.

Por eso me embronco cuando los concertacionistas se golpean el pecho diciendo lo evidente: que la derecha no tiene gente “honesta” o con los papeles limpios para encargarse de la gestión pública, como si no tuviéramos como antecedente que estaban bajo la ley del más fuerte en la privada, confiándole su botín a la mano (negra) invisible.

Ahora se destapa la olla, y eso, para mí por lo menos, es agradable. Agradable que entre ellos mismos se deban castigar, claro está, por la negligencia de la coalición saliente.

Esos “paliativos”, “asistencias”, “males menores”, son los que no nos han permitido ver la realidad tal cual está. Siempre es mejor comprar sin intermediarios que corten la cola. Por eso prefería mil veces que la derecha gobernara, de una vez por todas, el sistema que ellos crearon, a que tuvieran unos administraidores, con impronta democrática.


Sabíamos también que los pactos de consenso y todas esas patrañas eran para confundir a la gente y mostrarnos una cara amable, una bandera blanca y flameante ante la irrupción de los Holdings, en donde se hace efectivo eso de que el pez más grande se come al más chico. Algunos ignorantes deben creer que es parte del llamado a La Unidad Nacional que Fallabela hoy tenga alianza con LAN, Sodimac, Totus, y quizás cuantas otras empresas, creando un monopolio que echa por tierra todas esas faramallas que hablan de la “libre competencia”.

Después del “terrepoto” en palabras de patán, perdón, Tatán - un lapsus lo tiene cualquiera- el uso del concepto “reconstrucción” sirve para saquear lo poco y nada que les va quedando a los pobres de nuestro país.

¿Esta era la forma de "revitalizar el campo chileno", que tanto pregonaron durante la campaña? Barrer con las tejas, los adobes, la picantería del horno de barro, las ojotas y todo ese criollismo paupérrimo, es en definitiva lo que hará la mentada “reconstrucción”, termino tan parecido a “renovación”. Las coincidencias de la vida…

Lo malo es que esté pasando, pero lo bueno es que nos estamos dando cuenta de qué está pasando, y desde hace por lo menos 4 décadas.

Ya sabemos que el proyecto final es modernizar Chile, y si es con la ayuda de la naturaleza, es porque hay un designio divino en todo esto. Por eso evitemos lloriquear sobre la leche derramada y comprar las pomadas de los ahora “opositores”, pues todos han contribuido a que el resultado sea este.

Parece ser que la historia está escrita. Que el castigo quizás nos llega porque somos unos levantados de raja, y que por eso mismo el asunto de “Levantar Chile” se hará a punta de patás en la raja. No por nada siempre se dice que somos hijos del rigor, incluso del rigor mortis.

lunes, 5 de abril de 2010

La ex – ex




El sábado recorrí por última vez La ex cárcel de Valparaíso. Ahora será la Ex Ex cárcel. Su enternecedora decadencia retratada en los grafitis plasmados sobre las destartaladas celdas, me retrotrajo a tantas historias. El circo en picada, la Radioneta, los talleres de los escultores, artesanos, pintores, teatristas, los cantantes, los innombrables, los entrañables, el cumpleaños del Claudito en la cocina de la ñaña Juana, los almuerzos de la ñaña Juana, los poemas de la ñaña Juana, la misma ñaña Juana, El Gran Encuentro por la Unidad de los Pueblos, en donde trabajamos los súper periodistas revolucionarios y entrevistamos a Hector Kol (quien desestabilizó la industria del salmón), los cabros de la Fech, y el único y mejor líder, Cristian Cuevas, eran algunas situaciones y personas que me venían a la mente mientras jugaba frisbee con mi hijo en su patio principal.

La verdad es que nunca me gusto mucho. Sobretodo eso de los incendios provocados. Sentía en el aire ese resentimiento. Una resaca del odio demasiado ondera. En el fondo me daba miedo de que me gustara mucho y me pusiera muy engrupia. Por que era eso especialmente lo que caracterizaba a su gente. El compromiso. Esa magia que surge cuando en un grupo la sinergia se hace presente, o al contrario, esa maldición que emerge desde los egos y personalismos. Pero los más, tenían el poder de hacer del desperdicio una opción de reciclaje, comprometiéndose con ser una protesta en sí mismos.

Debió pasarles lo mismo a los presos. Para mí eso era lo malo. Confiarse tanto a ese lugar, a ese “espacio publico”, que antes fuera el que te “privara” de libertad. Pero esas son sutilezas, porque esos muros de piedra carcomidos por el insubordinado viento porteño, y careados por el terremoto, contienen grandes espacios que daban para un enorme parque como esos que hay en Baires o en Sao Paulo, o cualquier ciudad que se precie de serlo, pero que fueron utilizados, por un tiempo demasiado corto, para hacer grandes tocatas e incluso un Rockodromo, que ha pesar de las críticas por anga o por manga (esa de los ruidos molestos, o esas de la cultura de masas que promovía el Consejo) eran actividades liberadoras en un país tan solemne.

Fue ahí donde llegó Chinoy por primera vez desde San Antonio, acarreando como único equipaje, una guitarra de palo tatuada con dragones y cosas parecidas a las que están dibujadas en las hojas del final del cuaderno, a mostrarle su trinar a los de Las Escuelas de Rock. De ahí fue llevado por Zúñiga a la Radio Placeres, y todo era tan distinto, por ejemplo Lagos Weber no era Senador, y Piñera no era Presidente.

El proceso que ha sufrido la ex y el nuevo camino en son del progreso que deberá seguir, será el mismo que vive ese Chile afectado por el telúrico. Estructuras también preñadas de una cierta consonancia, serán absorbidas por la “reconstrucción”. Este último concepto, será la forma de barrer con múltiples identidades. Las de la ex, próximamente ex ex, siempre fueron molestas, por eso siempre estuvieron en peligro de derrumbe, o por lo menos eso aludía Bienes Nacionales cuando se negaba a prestarla para eventos culturales y fiestas tan necesarias para todos.

La ex estaba cargada. Cargada de dolores, y heroísmos como el del viejo Bushman, que saltó desde un muro, cuando era cárcel a secas, ganándose una cojera y la inmortalidad del guerrillero que logra safar de las fuerzas represivas. Pero también cargada de autoridad y pertenencia.De diversa llegó a ser dispersa, y de unida llegó a ser sectaria. La ex cárcel era un lugar cargado de sentidos.

Me imagino ahora que será la ex -ex cárcel, y en realidad no puedo. Nadie sabe bien que irá a pasar, pero lo mejor que podría pasar, es que cupiéramos todos de nuevo. Hacinados en buena, para que no penen más las ánimas ni ningún fantasma. Qué habiten esas pequeñas células que juegan al romántico gobierno popular, los que hacen uso de la palabra ocupación, el que cree en el turismo, pero también el que sueña con hacer comunidad, y por supuesto el chorizo que juega a la pelota y el que va a elevar volantines, para que todos, y con una batucada que nos haga por fin bailar, y no se escuche a lo lejos como banda de guerra, le hagamos un machi Tun supersónico que recargue de un sentido polifónico este segundo ex de la ex cárcel, sacándole así, todas esas energías presidiarias que mantenían, a algunos, sometidos a una autoridad invisible, esa de dogmas y prejuicios.