He sido imbécil durante tanto tiempo,por ejemplo, acabo de poner time en vez de tiempo, antes puse tierno, y a la tercera pude poner tiempo.
No sé escribir. Pienso a una velocidad incompatible con el teclado.
Jamás debería haber dejado la manuscrita. Mi ortografía iba literalmente de la mano del movimiento. Aunque no es cierto...pero algo ayudaba. No me refiero al uso de la c, la s y la z, sino a la palabra. Las cambio. Como si algo me dijera en voz bajita una broma críptica y absurda que yo reproduzco encantada.No me doy siquiera el crédito. Estoy cansada y mis ganas de vivir son tenues. Lloro indiscriminadamente para matar las horas silvestres mirando a la quebrada. Viendo el comportamiento de los gatos en su pequeña jungla.
He sido imbécil durante tanto tiempo, por ejemplo, he hecho cosas que no quiero, porque quiero querer incluso lo inquerible.
Nunca debí perdonar a nadie, y debería haber matado al primero que incurrió en la falta de volverme una imbécil solo por gusto. Estoy cansada y mi cuerpo es enfermizo, me he dejado torturar intensamente por placer. Jamás debería haber apostado por la resiliencia, por adaptarme a la condición de debilidad y volverme fuerte a la fuerza. Me acostumbré a las bondades de la apariencia. Y todo es un fraude. Para quienes me han visto desnuda es aún más claro.
las deformaciones llenan cualquier vacío. son como el aire.
Me miro al espejo y me siento acorralada.
Me gustaría travestirme de un animal distante e invisible. Y al revés, me hago una zancadilla y me vuelvo cercana y evidente.
He sido imbécil por tanto tiempo. He sido fiel por tantos años a convicciones modernas que me llevan de la mano. Que me preceden sin ciencia. La intuición me tiene cansada. La incoherencia, dejó de entretenerme. Veo a la vida en una esquina mirándome y riéndose con el canto enyeguecido de una niña campesina, que se ríe con un humor particularmente burlón y sabio.
Mi labio se sostiene con amargura, y es preciso entristecerse en primavera por algunas horas al día. Es el tiempo el que agita el agua en mi taza ancha, tatuada con grandes flores rojas.
Voy haciendo un truco por el pasillo. Hago una pirueta inconfesable. No sé si la pienso o verdaderamente la hago, pero estoy contenta de estar en el pasillo, algunas veces en el día paso por ahí para encontrarme con la luz que penetra lánguidamente brillante, y para sentir la extraña sensación que da el viento. Parece que quisiera arrastrar consigo las hojas más verdes, y raptar todo ese bochinche de colores que brota de las plantas. Busca compañía, pero es atarantado.
Estoy feliz. Esa es la extraña sensación. Me siento comprendida por el viento. Por ese viento que avanza enloquecido, que se calienta y se vuelve flexible, y se estira como si se aprestara a dormir una siesta. Amo al viento, pero no amo salir a enfrentarme con él. Me gusta observarlo. Verlo llenando los vacíos, deformando las texturas, movilizando la inercia, lanzando los aullidos iracundos del silencio.
Creo que no he visto viento más bello que el de Magallanes. Ese viento frío y múltiple. Hay bitácoras que hablan de ellos. En la del Pirata Drake, se identificaban cincuenta vientos distintos. El bucanero inglés les dio personalidad e historia. Despiadado poeta oceánico se fijó en cada uno de ellos, memorizando sus quehaceres y observando ávidamente su forma. Vi uno en frente del Estrecho. Era como un ladrillo de hielo que subía muy alto y bajaba en picada. Para saber más, visiten alguna biblioteca o busquen en google. Estoy cansada de buscar datos para después olvidarlos por completo. Tengo una memoria llena de gusanos, que se han hecho un pequeño imperio. Bastante limpio y ordenado. Por suerte. Sino ya estaría en una cárcel o en alguna institución. Y no sé si tendré tanta suerte de estar afuera. Acá se gasta más, y en las mismas cosas. Supongo que en todas partes hay de todo, y no digamos tampoco que el gitano se equivocó, porque malparaíso sí amarra como el hambre.
No sé si me quiero ir o me quiero matar. Pero sería lindo morir en un tren. No arrollada por uno. Soy pudorosa, a pesar de todo...
He sido imbécil por tanto tiempo. Pero me he sido obediente y leal.
Estoy sentada justificando mis miserias, y aún del patetismo de verse tirada en pelotas sobre la plaza pública del periódico y el internet, escucho el viento, veo el viento, y me siento feliz.