martes, 9 de marzo de 2010
Lectura y paisaje
Las lecturas de verano en conjunto con los paisajes por los cuales deambulamos errantes, pueden convertirse en una provocación irrenunciable que obliga a considerar nuevas formas de pensar y proceder. Durante el resto del año la rutina tiende a postergar las introspecciones retrospectivas por parecernos una verdadera paja. Aun más. Estas aciagas elecciones, extendieron el calendario y es fácil saber que la insolación y el cansancio fueron factores gravitantes a la hora de colocar la raya. A pesar de esta dificultad propia del rol "ciudadano" hubo vacaciones que muchos compatriotas disfrutamos sin ninguna interrupción.
El norte grande, seco, rotundo y la honestidad mistraliana, el pesimismo de Nietzsche y a la puna a más de 5 mil metros en el altiplano boliviano donde se frasea simple y certero, la selva inca en su intrincada diversidad y la comprensión de la pareja humana de Pu Sung Lin, me llevaron a considerar el viejo tema de los roles y el asunto del género, donde sin duda, hay mucha tela por cortar.
Mistral en su prosa insobornable, manifiesta un apego estricto a la tradicional visión de la mujer in door. El terreno estéril y sus palabras profundas como uma grieta hablan del hombre como un ser desesperado en afanes poco concretos que lo hacen desperdigarse en el espacio público. Me sorprendo al ver cómo critica la mediocridad y reduccionismo de las políticas que han transferido al estado la crianza de los hijos, como también a los profesores, que reprende, aun siendo ella la maestra por antonomasia, catalogando sus reivindicaciones como mezquinas y personalistas, tan patentes en la actualidad, que echan al olvido las verdaderas y apremiantes necesidades, como la existencia de grandes jardines con el objetivo de que los niños comprendan el funcionamiento de la naturaleza por medio de los dibujos de la luz sobre las montañas, los ropajes con que se viste cada estación o el olor que expelen los frutos y las flores. Recomienda sacar a los cachorros del escenario mugroso y miserable de la ciudad y los centros de producción que tanto enorgullecen al urbanista y al bohemio.
Internándose en los caminos de la muerte, en el intrincado sendero que linda con el despeñadero en donde falta el aire en el cerebro y las frases se hacen escuetas y resueltas, el implacable nihilismo puede aumentar la sensación de ahogo. El misógino Nietzsche plantea que la mujer moderna para hacerse valer ha debido rebajarse al disfrazarse de hombre. Y no puedo estar más de acuerdo, como lo estuve con la famosa frase de Norma Mailer: “La revolución feminista ha convertido a la mujer en ese tipo de hombre que a mí me entristecía cuando era joven, ese que tenía que trabajar de nueve a cinco de manera aburrida y nunca era dueño de su destino. Ahí es donde acabó su revolución, su asalto al poder". ¿Cuál es esa ambición ridícula de apoderarse de un espacio caótico y del cual personalmente me avergüenzo por su indolencia y fealdad? No es orgullo lo que siento al ver el reinado de la especulación financiera, la religiosa aceptación del método científico, el progreso por medio de la depredación.
Ya bajo las variaciones desconcertantes del cielo y sus nubes incontinentes, con el fragor de la batalla del ascenso y la excitación festiva de hacer cumbre en el Wainapicchu, me embebo de la sabiduría oriental que en cada cuento esgrime como mejor arma el literato chino Pu Sung Lin, que por el 1600 y con toda la dureza del patriarcado, consiente a la mujer y le da el honor de hacer justicia por lo menos en sus narraciones, en donde triunfa ontológicamente frente a las inequidades masculinas, castigadas ferozmente por espíritus demoníacos. El literato incluso comprende a la “zorra fea” pues entiende que su búsqueda radica en la consumación del amor: el acto más tierno y desinteresado del cual un ser humano puede participar.
Haciendo borrón y cuenta nueva, oídos sordos a las insultantes “verdades” que han moldeado a la mujer, y que arrastradas como una pesada bolsa de basura sobre las espaldas de seres encarcelados en su triste identidad, han chorreado el camino de percolado nauseabundo, aspiro hondo y ya no percibo su hedor, solo miro el rostro satisfecho y feliz de mi hijo de diez años. Por eso: lea, viaje y viva, pues aunque lo haga dentro de contexto absurdo, si mantiene la coherencia necesaria para ser feliz, "los millones y millones de chilenas y chilenos" seguirán teniendo sueños y una realidad por construir, así gobierne el mal peor, así hoy por hoy seamos Chile S.A.
Columna aparecida en revista Punto Final