Eso de “siglo XX cambalache”, es una mierda al lado de lo que es el siglo XXI. Y a todas luces es por lo que le contesté a Lagos Weber en una conversación que ni siquiera debería salir a colación aquí, porque es parte del off de record de cualquier periodista serio que no mezcla la vida privada con la pública. Uno no tiene valores, como le dije a LW que se preciaba de tenerlos, sino decisiones, que sirven para elegir ante las encrucijadas de la existencia. Un buen ejemplo es lo que acabo de hacer. Podría restringirme a la “ética periodística”, y no contar este extracto del breve diálogo que tuvimos, pero estaría dejando de lado al ser humano que precede a cualquier carrera que tome para ganarme la vida. Es así como se construye la historia. Paso a paso. A no ser que estemos hablando de personas que tengan serias perversiones, o de lo contrario, que sean sumamente idealistas. Y aun así es sospechoso que éstos traten de ponerse a resguardo por medio de un manual plagado de fórmulas que dictan cómo se debe proceder en cada ocasión. Conservarse dentro de las tradiciones es tener un estricto concepto de la bondad y la maldad, y eso, ya me resulta bastante aburrido. La flexibilidad de las circunstancias y el ofertón de experiencias desplegado por la modernidad, conminan a tomar las riendas, las astas, y ponernos los pantalones.
Hemos visto cómo este libre albedrío ha hecho que iniciativas otrora de “izquierda”, sean impulsadas por el gobierno de derecha. Ahora resultan un escándalo y Latorre se pone como gato de espaldas defendiendo “sus ideas”, agenciándoselas furiosamente para que no se las roben. Como publicista plagiado, se acongoja que sean impulsadas por Piñera. Nunca vimos al Presidente “progresista” alegándole a Frei o a Lagos sobre porqué iba a poner en pie sus ideas de la apertura mercantil con tratados de libre comercio, la flexibilidad laboral, o la colaboración bélica con la ONU y la OEA. Y eso simplemente por que todas esas decisiones eran absolutamente compartidas por él y su fin político. Y eso sucede porque los que se sienten empoderados “deciden” sobre tales o cuales materias, no se guían por una moral estricta, ni defienden autorías, todo vale si se llevan a cabo, pues el hombre moderno utiliza como axioma: “el fin justifica los medios”. Los valores son trocados por los intereses, y de no tener sentido común, la ciudadanía corre el riesgo, más usual de lo que quisiéramos, de verse involucrada en leyes poco representativas, licitaciones fraudulentas y un sin fin de ineficiencias y corrupciones, que aunque pequeñas, dejan en evidencia las miserias de nuestras autoridades.
El discurso de Lagos Weber me resultó tierno e inaplicable, porque no doy crédito que alguno de estos servidores públicos continúen siendo idealistas, y menos si le hacemos caso al dicho que “de tal palo tal astilla”. Cuando le hablo de estrategias, el me dice que no tiene planes porque no tiene metas, y eso es bastante increíble, más si me lo dice un Senador de la Republica que obtuvo mayoría nacional. De todas formas esta conversación existencial tuvo relevancia, ya que éste exponente de la “regeneración” de la Concertación, es el único que de alguna forma se ha salvado de la debacle, por que incluso la Tohá, parte también de esta supuesta “nueva ola” de cuarentones, ha cedido a la tentación de los maniqueísmos, mañas, máquinas y supuestos acuerdos que estancan la política en un mero procedimiento sin lugar a participación.
Es FOME hablar de política, y yo también me aburrí escribiendo, como usted leyendo, porque las cosas ya no están más claras que el agua, y es difícil decirle vino al vino; hay Merlot, Chardonnay, Carménère, Syrah , Sauvignon, etc, etc, y lo mismo con el pan, aunque mi preferido sea el de pascua. Hay decisiones para el gusto de cada uno, sin embargo, hay procedimientos o fórmulas hasta para el más pirata, pues quizás no sean valores, pero sí intereses. Entonces estamos frente a un enredo realmente mayúsculo, porque verdaderamente el siglo XX cambalache es una mierda frente a este siglo XXI, donde la derecha pretende darnos clases de democracia, y la izquierda se sigue anquilosando en el viejo dogma partidario.
Uno no sabe para donde tirar, más si ve que el unigénito del arcoiris, ésta “la carta de la reconquista” con tantas ganas de permanecer con cierta decencia en el baile de las máscaras. Un verdadero imposible, a no ser que Macbeth se aparezca en sus sueños y le ordene matar a sangre fría, a todos a su alrededor. Un clásico de Shakespeare , que no tiene que ver con este siglo, pero si con el arte de la política donde sé sabe que todo vale, y que camarón que se duerme se lo lleva la corriente. Por eso es preferible tener un plan de contingencia, porque si se sigue improvisando, puede que se termine como funcionario de la Onemi, cavando no solo la propia tumba administrativa, sino también la de millones de personas inocentes, no como las que tienen voz y voto, y han elegido con ignominia las cartas en este, el juego más sucio. Quizas se deba pagar con la misma moneda y “decidirse” a ser un líder en este momento donde la Concertación es simplemente un sitio eriazo.