jueves, 3 de junio de 2010
Timy Turner y el drama de ser niño
Hay edades a las que uno no volvería, aunque publicitariamente encarnen bondades tales como la lozanía y la inocencia, poca cosa para la carga que es ser un ser humano “en vías de desarrollo” y por lo tanto con una valía menor a la de un adulto, el amo y señor que hace uso y abuso de su condición, demostrando su poderío y dominando la vida de los más pequeños. “Para eso soy tu madre ( o tu padre)” es la explicación ante un castigo físico, la coartada para cometer un delito de lesa humanidad, la forma de validar la práctica tiránica y alejada de ese supuesto amor incondicional que tanto se vende, santificando el nombre de los padres.
“Honrarás a tus padres” dicen las viejas tablas de la ley, esa primera carta magna que ha promulgado la moral oficial de la humanidad. Y es cierto, no hay que ser mal agradecido y menos ingrato con quienes han “dado la vida” por nosotros. ¿Pero no hay algo de chantaje emocional en todo esto? ¿una suerte de victimización por haber parido, y criado, si es que no se cedió la responsabilidad a las instituciones o a las nodrizas asalariadas? Hay una culpa con la que carga el niño por haber dado tantas y tantas molestias desde que llegó a este mundo, culpa por haber sido cagón, llorón, y enfermizo, por haber sufrido reflujo gastrosofágico, por hacer gastar en doctores, por mutilar la vida de sus jóvenes padres al no permitir que estos sigan estudiando, por ejemplo.
Esa transferencia sucede con el infante, que les hace pensar a muchos que son una carga para este mundo, ha hecho que los niños por lo menos de nuestro país, se sientan deprimidos y vulnerables, enrabiados, rebeldes, y sobretodo, inútiles. Pero si no le sucedió esto con sus padres, y de verdad resultaron ser un cálido refugio de amor y comprensión, no significa de que este se ha salvado del menosprecio a esta verdadera “clase”. Sabemos del porcentaje abrumador de abusos sexuales a menores, del aumento de la pedofilia, que casi raya en una moda de la industria del porno. Además vemos que incluso legislativamente se tiende a tratar a los niños como adultos cuando conviene, por ejemplo confiriéndole a las niñas, consentimiento para el matrimonio a partir de los doce años, y de responsabilidad penal a los catorce años para los niños y las niñas.
Si bien hay profesores que hacen buen uso de la pedagogía, hay pocos que llevan a cabo los preceptos de Paulo Freire, y lamentablemente hemos visto últimamente cómo esa supuesta supremacía que detenta el profesor, es utilizada para vejar a sus alumnos. Mariluz Pino, trató a su pupilo Victor, de 8 años, de “mentiroso”, y “que a tu padre le sobra el tiempo para ir a reclamar”, entre otros apremios psicológicos que se extendieron por más de 15 minutos. La docente estaba picada porque el niño contó que tras su ausencia de clases producto de una operación a la vista, le chantaron 3 pruebas en un mismo día, y dos de éstas en un mismo bloque. Y esto no me es ajeno, ya tengo basta experiencia en estos actos de crueldad, pues yo fui madre adolescente y soltera, por lo cual viví las peroratas de profesores a mi costa, haciendo un escarnio público de mi “irresponsabilidad y falta de ética”.
Se entiende entonces porque los niños sienten tanto apego a los súper héroes y entes mágicos que puedan liberarlos de tanta miseria. Harry Potter es un caso moderno y emblemático, que demuestra que el drama no tiene épocas para desplegarse. Y qué bueno que no censuraron las partes donde se hace justicia y su desgraciado tío recibe su merecido. No sucedió lo mismo con mi serie infantil favorita, pues “Los padrinos mágicos” ha sido varia veces sometida revisión en el Consejo Nacional de Televisión.
Que Timy Turner, el jovencísimo protagonista, sea pasado para la punta, es lo único que le queda frente a su triste realidad. Es criado por una niñera sádica, es educado por un profesor neurótico y cruel y por si fuera poco, posee a un par de padres despreocupados y trabajólicos que poca atención le conceden. Por suerte cuenta con Cosmo y Wanda, sus padrinos mágicos, que le ayudan a sortear tanto vejamen. Sin embargo ni de esta fantasía pueden disfrutar los niños chilenos, pues lamentablemente, por esa clásica frase de que “se debe respetar a los mayores”, hace varios años ha sido sacado del aire, y hasta el canal que los da por cable sufre constantes caídas y permanentes interferencias que hacen imposible ver y soñar con que algún día los niños posean la fuerza, aunque sea mágica, para hacer justicia.