martes, 26 de agosto de 2008

Los Histriones y el binominal

El pueblo de Chile ha resultado ser un transigente espectador, por casi dos décadas, de un corrosivo montaje llamado: Las elecciones entre cuatro paredes. Actores figurones y sin talento de la compañía denominada “La Polit Buró” deciden tras bambalinas quienes formaran parte del parlamento, escenario de un hórrido drama en donde pactos, subpactos y cuotas partidistas determinan el devenir de toda una nación. Ahora "designan" a uno de los seres más sádicos y paranoicos, guionistas de los entuertos propios de la mafia rusa, el soplón Marcelo Schilling. Pero esta columna no se le dedica a él...porque más temprano que tarde se abriran las grandes alamedas de la verdad, dejando al camarada desprovisto del terrorismo de estado calcadito al modus Stasi.

El reparto se cuida las espaldas para mantener su papel de por vida como en la opera china, mediante un sistema de elección llamado binominal, que no responde a la lógica democrática, puesto que deja fuera a partidos y personas con deseos de abandonar la pantomima e interpretar las líneas que representan las necesidades de un país en donde siniestramente permanecen los dictámenes de un tiránico patriarca.
Éste sistema ha hecho estragos en la escena política, pues respondiendo a un poder monopolizado a priori, asesinó el debate profundo y caleidoscópico imponiendo la política procedimental, tendiente a beneficiar a un piño de ilustres personajes y serviles tramoyas denominados meritócratas, que manifiestan un obsesivo amor por la economía- argumento principal de este frívolo montaje- que interfiere como fuerza o lei motiv, en todas las actividades y posibilidades de desarrollo humano.
Que ciertos partidos y personas no obtengan representación es consecuencia de que los principales bloques políticos mantengan la hegemonía que garantiza una supuesta estabilidad. Los dos grandes bloques de artistas del drama político que integran la Compañía La polit Burò, mantienen así la denominada “gobernabilidad”, un simulacro de Estado de Derecho del gusto del espectador chileno, que tras sus espaldas carga los trágicos efectos de una sangrienta dictadura.
Esta situación psíquica del sujeto observante a todas luces sirve a la Concertación- gran productora de eventos y montajes- para seguir manteniéndose en cartelera. Ello difícilmente se hubiera logrado con un sistema proporcional como el que existía hasta antes de 1973, en donde hubo una gran participación de actores sofocada brutalmente por unos guionistas maquiavélicos y unos gorilas caracterizados de soldados.

Pero volvamos al sistema político binominal. Éste ha conseguido objetivos tales como la convergencia hacia posiciones moderadas; la creación de incentivos permanentes al consenso versus debate, límites al fraccionamiento de partido y un bajo nivel de pérdida y dispersión de votos. La masa a su vez, que se somete al “contrato social”, ha sido direccionada e influida a mantener esta situación que dado a su estado anímico, le acomoda. No hay riesgos que correr y “más vale diablo conocido que por conocer”.

Pero sepamos que el pánico escénico es una sensación pasajera ante la presión del público, y que en la mayoría de los casos es superado en cuanto se comienza la interpretación de un rol. Todos somos potenciales actores, más cuando ya sabemos que hay muchos que ya se han parado de su asiento aburridos y ofuscados tras la larga comedia de errores y los menos han aventado un tomate podrido a los pies de los protagonistas, que a estas alturas más que actores y actrices son parte de la fútil farándula.

Aunque no estén las audiciones abiertas y no lo estén en largo tiempo a causa del binominal, se pueden hacer escenarios paralelos que saquen de la sacra y fermentada estructura, una actividad en la que actuamos solo por ser humanos: la política. Eso sin tener que "bajarse los pantalones" por un cupito para consejal, a lo más, ya que estos pactos con el diablo obligan luego a bajarse también de las candidaturas, para sumar votos a la consertación. Ojo Comunistas¡¡¡

Los grandes recursos con que cuentan estos bloques -alianza y concerta- para hacer campañas electorales y los medios dispuestos a contribuir- banalizando la competencia por los escaños y dando la ilusión de debate cuando solo se plantean vanidades y no ideas en contraposición- convence a la complaciente y temerosa ciudadanía.
Este impacto en la opinión pública se traduce en amplios márgenes de maniobra para la clase dirigente, convirtiendo a la política en mero juego de procedimientos garantes del mercado. La resultante en todo esto es tener una “civilizada”, equilibrada y elitista clase política que mantiene como modo operante el compadrazgo y la moderación.
La política partidista se sincretiza a raíz de el sistema binominal y la cifra repartidora, homogenizando los planteamientos otrora divergentes. De esta forma los candidatos provenientes de sectores extraparlamentarios tienen dos opciones, moderar su discurso y subirse al carro de uno de los dos bloques, o seguir siendo excluidos de la potencial opción de gobierno.
Hay que recordar que todo este sistema electoral es “copiado” o importado de las democracias más estables en el mundo como en Alemania en donde el sistema electoral no se ha modificado en los últimos 51 años y Estados Unidos e Inglaterra que han mantenido el mismo sistema por más de un siglo. Lugares en donde el poder económico actúa como determinante de las políticas adoptadas por un Estado traslucido. Lugares distantes de la experiencia latinoamericana, en donde los procesos de industrialización y “modernización de Estado” han estado sujetos a intereses de la macroeconomía, pues ya se han superado las peticiones ciudadanas y ya se han dado curso las revoluciones burguesas.
Esta reflexión clarifica el porqué de su aplicación. Durante el gobierno dictatorial se necesitaba un marco jurídico que asegurara la continuación del modelo económico. Para ello se necesitaba mantener al país en el tradicional status quo. La manera de hacerlo efectivo era manteniendo la tensión entre dos fuerzas que eran – ambas- sistémicas y permeables al influjo del capitalismo. El sistema binominal, actuaba y actúa como contensor de las nuevas fuerzas políticas que intentan intervenir desde los márgenes del orden tradicionalmente instituido para frenar y “cambiar” las políticas instituídas en dictadura.
Se aprecia de forma patética como se han hecho modificaciones “estéticas” a la Constitución dictatorial, que ha resistido en no variar el modelo electoral pues le ha sido funcional
Binominalismo: sistema electoral concebido en dictadura

El sistema electoral proviene de la Constitución Política del Estado (1980) implantada en Dictadura. Según ésta el sistema para elecciones parlamentarias es directo y se le conoce en Chile como binominalismo, dado que en cada distrito o circunscripción senatorial se eligen dos representantes al parlamento y los candidatos se deben presentar en listas con dos integrantes. Para determinar los electos se aplica el sistema de cifra repartidora. En este mecanismo se privilegia la votación de las listas por sobre los resultados obtenidos por los candidatos en forma individual, con lo que se da el caso de candidatos que tengan más votos que otros, terminen cediendo su escaño a alguien que consiguió menos preferencias que él.
Cifra repartidora
Se denomina cifra repartidora, un número con el que se dividen los resultados electorales de cada candidato, partido o bloque de ellos obteniéndose el número de escaños correspondientes

Existen muchas formas de obtener la cifra repartidora, siendo la más común el método de D’Hont. Este sistema consiste en dividir cada resultado electoral por el número de escaños a asignar y después ordenar los cuocientes, escogiendo el enésimo como cifra repartidora.
Así, por ejemplo, si se trata de 3 escaños por distrito o circunscripción se divide cada resultado por 1, 2 y 3 y se ordenan y se escoge el tercero más grande.
Otro aspecto relevante de los sistemas electorales es el tamaño del distrito, es decir, el número de escaños a elegir (uninominal, binominal, etc).Si bien este no es un elemento definitorio, en la práctica coincide que todo sistema uninominal es mayoritario. Sin embargo, no todo sistema que contempla distritos de más de un miembro es proporcional.
El sistema binominal es proporcional porque utiliza una fórmula como D’Hont para la asignación de cargos en distritos de dos (cargos). A pesar de los efectos proporcionales del D’Hont estos se ven aminorados por el tamaño de los distritos , razón por la cual se puede decir que sus efectos son propios de un sistema mayoritario en materia de los bloques. No obstante la lista mayoritaria no siempre gana todos lo escaños, sino que debe tener a lo menos el doble de votos más uno de la que le sigue, esta situación ejerce un efecto proporcional y a la vez incentiva la formación de coaliciones.

Juego de Suma Cero
Desde un punto de vista político-electoral los votos y escaños que gana un partido los pierde el otro. Esto es lo que se conoce como juego de suma cero. Esto significa que siempre habrá ganadores y perdedores. Situación devastadora en el caso de que uno de los dos candidatos de una lista haya sido favorecido con una gran votación, pero que no obstante eso sea perdedor por no haber sacado el doble más uno en la suma total de la lista. Por lo tanto un método poco representativo y por ende alejado de la opción ciudadana.

lunes, 11 de agosto de 2008

La inconveniencia de ser Chileno



Parece que a medida se acerca el Bicentenario, la República se resiente por catástrofes naturales, económicas y sociales. El cambio climático, el caos en las finanzas, la gran crisis eléctrica, de los combustibles y de la educación, tienen un hilo conductor indiscutido: el poder en manos del neoliberalismo, en donde el contrato social ha sido trocado fraudulentamente por un contrato de compra venta.

El Estado en Chile posee una magnifica facilidad para acceder a transformaciones ante los designios del capital, que le adaptan para constituirse, no como un ente antagónico a la propiedad privada, sino como una entidad total, más fuerte y poderosa al amparo del orden democrático. Esta alianza reviste un peligro evidente, advertido hace más de un siglo por Balzac: “El gobierno, es decir la aristocracia de banqueros y abogados, que se sirven ahora de la patria, como antes los clérigos de la monarquía, han experimentado la necesidad de engañar al buen pueblo francés con palabras nuevas de ideas rancias”.

La democracia en el marco del “milagro chileno”, está sufriendo los primeros grandes embates de parte de sus súbditos. Sin embargo, todo está diseñado para tener un lugar determinado. Hasta el descontento, la posterior represión y el silencioso despliegue de la indiferencia. Un puzzle coercitivo, en donde el niño tirapiedras es tan reconocible como el carro lanza aguas. Una dialéctica añeja que no concuerda con el slogan oficialista de “cohesión y diálogo social”.

La criminalización de la protesta pública no sería posible, sin la existencia de los entes antagónicos que actúan en un escenario común encarnado por el Estado. Para entender este fenómeno, en el texto de Sergio Grez “De la regeneración del pueblo a la huelga general” se observa que en la génesis y evolución del movimiento popular en Chile, existe un antes y un después de la denominada “guerra del salitre”, pues es a partir de ésta que el sujeto popular adquiere un sentimiento de nación que lo motiva de manera casi irracional a sumarse al campo de batalla.

A partir de ese instante, el “roto” chileno desarrolló un sentimiento de dignidad que lo motivó a luchar por sus reivindicaciones, creando la organización de trabajadores. Sin embargo, un movimiento cuyas bases estaban sentadas en el coraje patriótico, careciendo de autonomía, provocó que el movimiento obrero en Chile fracasara en su intento de justicia. Cuando se toma una lucha autónoma inmediatamente se es reprimido. Esto porque el Estado nos rotula antes que como seres humanos, como chilenos. Les pertenecemos como carne de cañón.

Los estudiantes y profesores, los pescadores artesanales y portuarios, tiene que lidiar con esta constitución social. Esto repercute directamente en el desconcierto generalizado al ver en el Estado nada más que una mistificación política conveniente, que coloca al individuo en una factoría de repetición para serle útil en un sistema capitalista y depredador.

Analistas neoliberales se jactan de que los estudiantes “no cachan una”, pues no comprenden que el lucro no es nada más que el cobro por un servicio. ¿Pero que garantías de calidad da ese servicio?

Los escolares son entonces, un nicho comercial, un segmento que tributa por concepto de educación cuantiosas sumas de dinero, sin que esto manifieste un progreso cultural en nuestra sociedad. La problemática es que la promesa de movilidad social por medio de la educación no se cumple, ya que el servicio es una estafa en varios puntos: su calidad deplorable por no contar con la infraestructura básica en las instalaciones ni los materiales pedagógicos acordes con los “nuevos tiempos”, jornadas laborales extenuantes, sobredemanda de estudiantes en aula, sueldos que no corresponden en justicia al trabajo desempeñado por los profesores, que son formados, cada vez con más frecuencia en Institutos y Universidades de bajo rendimiento. Además, y lo más preocupante, la administración de la educación se encuentra a cargo de los municipios, la institución pública de menos presupuesto y con más problemas de corrupción, situaciones que no variarán con la reforma que encarna la Ley General de la Educación.


Simple y llanamente, los ciudadanos chilenos, nos situamos como usuarios y no como parte de un entramado social que permita mediante la sinergia un mejoramiento en la calidad de nuestras vidas. Simplemente debemos conformarnos con una falsa competencia, en donde los empresarios y políticos utilizan ruedas, y los trabajadores y estudiantes, muletas. Así es imposible hablar de un país de oportunidades donde “gana el más mejor”. Se encuentra forzado el ciudadano a adscribirse en un contrato del todo inconveniente. Debe pagar por pésimos servicios sin chistar y aceptar la represión, solo por el hecho de ser chileno.