jueves, 27 de enero de 2011

miércoles, 26 de enero de 2011

lunes, 24 de enero de 2011

La chica light



Estaba hablando animadamente con Fesal sobre mis motivaciones para rellenar hojas en blanco con caracteres que pueden interesarle en alguna medida a los demás, mientras acariciaba a su gato Petunio.

Tratando de justificar de alguna manera mi afición obsesa, mi premura y febril intensión de comunicar, mi grafomanía si se quiere, el gato saltó a la mesa y comenzó con solemne elegancia a recorrerla, cuando vino un zarpazo humano y a mansalva, que logró desplomarlo abruptamente y contra el piso.

En mi sorpresa indignada estuvo la chispa que me alumbrara las entrañas y la contestación precipitada que confirmarse que esos detalles, esas “pequeñeces”, vengan de donde vengan, son mi inspiración perentoria.

Nada más explicándole lo anterior saltó en su defensa el veterano Chaín, argumentando que estos temas “light” de los que hablamos nosotros “los jóvenes”, no tenían una real importancia frente a las grandes problemáticas humanas.

Porque no webiemos. Los humanos somos humanos y no animales, y nos debemos soberbia y vanidad a todo evento. Eso de defender a los perros de las leyes de eutanasia, y todas esas analogías entre los Nazis y/o Stalinistas y Agrosuper, son una tontera magnífica y profundamente hueca.

Entonces los perros y los gatos, pueden irse a la mismísima Checoslovaquia.
Le planteo a mi inter-locotor, que me pide a gritos, sostenga un dialogo “serio y verdadero” qué sucede con los 4 niñitos que hallaron abandonados por su madre drogadicta.
¿Porque los vecinos, humildes y por lo tanto pertenecientes de ese solidario “pueblo chileno”, nunca los ayudaron?

Si sabían la realidad de la madre, y la enjuiciaban a la hora del tesito, después de la misa, y afuera del colegio donde esperan hasta que salgan de clases sus hijos ¿Cómo dejaron que indefensas criaturas sufrieran la soledad, el miedo, la tristeza y el hambre?

Opera la misma lógica que con lo no humano, porque lo humano es adulto y razonable, trabajador, notable, pensante, productivo y “consciente”. Ni los perros ni los niños, ni las madres drogadictas, lo son.

Entiendo que cuando se estaba en Dictadura, hablar de machismo era un tema light. De seguro yo lo hubiese sido, aunque el patriarcado haya fundado ejércitos estoicos, soberanos, prusianos y gloriosos.

Y ahora con miles de sociólogos y juristas construyendo la democracia, hablar de los animales también resulta light, aunque para conseguir que se mantenga equilibrio de poder y el transito de él, sea vital no abusar de su ejercicio, precisamente con los más débiles (de verdad débiles y no caben en esta categoría pusilánimes, piadosos y cobardes).

Los “jóvenes”, nosotros que apenas se nos seca el ombligo según los que nos llaman “jóvenes” (y eso a fin de cuentas es bueno, porque quienes se autodenominan “jóvenes” son aquellos políticos como MEO, Lagos Weber, Orrego y Tohá, que frente a la gerontocracia y putrefacción concertacionistas, parecen sentirse un olor mejor) no sabemos nada de los tiempos duros, donde de verdad la lucha era cuestión de vida o muerte.

Nosotros que sabemos del mal de oídas y que el aporte que podemos hacer es ese superficial y decorativo de la generación Jackas, también sabemos que en la superficie radica la totalidad.

Que ahí donde los polos se rotan y transitan, el viaje puede ser infinito y ágil, como si fuésemos montados en un patín sobre una cancha de hielo. Sin frenos podemos advertir lo evidente. En el flujo diario de perros y niños, de viejos que barren las calles y buscan cartones, o piden con su mano tullida una chauchita porque el montepío es miserable.

Lightmente “los jóvenes” nos damos cuenta de la dialéctica, de la reducción binaria y mediocre que se da en la relación humano- animal, profesor-alumno, chofer-peatón, niños-adultos, y un terminable y odioso etcétera.

Definitivamente nos damos cuenta de las mismas porquerías de siempre, que podrían volver con la brutalidad de antaño, esa que parecen anhelar para nosotros los hijos del rigor, de no haber hecho de éste un tema light, uno que se habla mientras se anda en bici, se toma un copete, se postea en un muro, o se hace el amor.

miércoles, 19 de enero de 2011

gentileza de carola/la gestora cultural. La lleva

este es mi gato



Ni te imaginas Fesalcito si el manotazo se lo pegas al Artemio. Aún estarías buscando tu oreja o la punta de la nariz desprendida por mi mandíbula.

lunes, 17 de enero de 2011

lunes, 10 de enero de 2011

Vergüenza



El primer poema que me enseñó mi mamita Ana, la longeva abuela materna que aún resiste en la calurosa Talca, comenzaba diciendo “Qué horroroso lo que me pasa, se me ha caído mi pobre guagua”. Para interpretarlo, lo que hacía era cubrirme la cara con ambas manos. Mi sensación entonces era de vergüenza, de profunda miseria por haber descuidado tan preciado tesoro.

La transmutación sucedía en el mismo instante que mis manos subían lentamente hacia mi rostro dejando sólo mi boca al descubierto para mencionar las trágicas palabras. En la ceguera más absoluta, sin posibilidad más que de testimoniar “rota la pierna, rota la cara, un brazo chueco y la nariz chata”, comprendía la responsabilidad de tener poder sobre algo tan delicado.

Lo recuerdo ahora no para hablar del aborto terapéutico, o el aborto por decisión, ya que habiendo sido madre prematura y abortista posterior por razones muy bien fundadas en la experiencia de una sociedad castigadora y materialista, donde las madres y los niños son tratados como un problema, pienso que es una decisión sumamente personal en donde por mucho que me piquen los dedos no puedo dar mayores opiniones.

Lo único que puedo mencionar, es que no es un placer sentirse obligado a desechar una vida, y que es mucho más revolucionario, aceptar la creación de la naturaleza.
Sólo basta pensar que en México, donde la tasa de femicidios, violaciones e incesto es la más alta de L.A, el aborto es legal, ya que era una necesidad liquidar la fábrica de bastardos; la medida sanitaria no responde a la liberación de la mujer, sino que a todo lo contrario.

Pero vamos al grano. El poema recitado en cada evento familiar y kermese escolar, lo recuerdo ahora porque al ver conductas desafortunadas en los demás y en mi misma siento la misma vergüenza lejana a lo ajeno.

¿Cómo puede suceder que un funcionario del Fosis de Arica se le de como causal de despido ser negro? Uno puede pensar que estos tipos que arribaron al gobierno son más tontos que los anteriores porque no se cuidan en un cargo público de cometer este tipo de chambonadas. Pero resulta que no es por tontera, que el instructivo del Sernatur de Coquimbo o las frasecitas para el bronce de la titular de la Junji, responden a un modus operandis, a una cultura, a una forma de ser que sale por cada poro del cuerpo.

Uno siente vergüenza, ganas de taparse la cara para esconderse del resto. Desaparecer de las vista de los otros, y además, no tener que ver a nadie.
Vergüenza, repito, lejana a lo ajeno. Una vergüenza propia, de saber que lo hemos permitido, y que peor aún lo hemos hecho en más de alguien cercano a nosotros, o en nosotros mismos, cuando alguna vez se trató mal a la nana, se rotió a algún mesero, se descalificó a un vecino por chulo, se rió de un defecto físico, de la ropa, de la forma de hablar, se tasó la calidad moral de los “otros” por su creencia religiosa, su modelo de auto, y todo lo accesorio que da el crudo realismo.

Estas conductas arribistas ocurren al descuidar lo más valioso que tenemos, el tesoro de la inocencia, el misterio de la belleza, lo sutil y siempre nuevo, que como esa guagua malograda en el poema, depende absolutamente de nosotros para continuar viviendo.

Horror y tristeza, pero sobretodo vergüenza de presenciar despreocupadamente, hasta caer en cuenta del espectáculo decadente de la prepotencia. El abuso de poder sobre otros, pero especialmente sobre eso pequeño y frágil que late dentro, esa dignidad, decencia e integridad que corrompemos cada vez que ninguneamos a pito de una supuesta “superioridad” que jibariza todo intento por ser mejores.

viernes, 7 de enero de 2011

La importancia de lo pequeño




Las cosas grandes que históricamente han impresionado a la raza humana, no han servido más que para la explotación y para el fomento ridículo de la idea de que podemos dominar el tiempo- espacio.

Inútiles en su mayoría, salvo aquellas obras de ingeniería que sirven para la conectividad, dejando fuera las piñuflas autopistas concesionadas, que al primer remezón se destrozan, y peor, aquellos puentes que sin fuerza natural mediante se van a tierra, nos recuerdan el despotismo imperial, y la exacerbación de la trascendencia.

Las cosas han cambiado. La nanotecnología nos clarifica, científica y no filosóficamente, como ha sido la tónica, la importancia de lo pequeño.

Nanovacunas, Micro-bivores, Respiro-citos y Biochips, son los dispositivos que, igual que en las películas de "Tardes de Cine", se meterán dentro de nuestro cuerpo, con inteligencia artificial, para lograr mejorar nuestra calidad de vida y hacerla durar hasta los 124 años en promedio.

¿Qué haremos con tanto tiempo?

La vida está hecha de detalles, una frase cliché que cobra fuerza en las grandes ciudades donde la macroestructura parece absorber cualquier afán personal.Por ejemplo, luego de mi trabajo, me comí un pastel de frambuesa con ricota y una cajita de leche sin sabor sentada en el escaparate de un local ubicado en el Metro, mientras escuchaba a un excelente acordeonista. Me sentí de cumpleaños.

Más simple de lo que quisiéramos, las cosas funcionan mediante sistemas orgánicos y pequeños. Nos trataron de explicar lo evidente con palabras muy intelectuales y quizás poco inteligentes.

“Vivir la vida” haciendo micropolítica un día a la vez, teniendo nada más de ejemplo a las asambleas pingüinas y sus voceros removibles, haciendo revolución en chiquitito, es la forma principal de generar cambios auténticos, en el proyecto vital.

Pero poca importancia parece que se le da a la vida. La cosmovisión terrestre parece estar miope. Todos los esfuerzos se hacen en pos de la “hora de la muerte”, el fin de la historia, el Apocalipsis, el Armagedón, el Juicio Final, y todos sus correlatos en las distintas culturas.

Por así decirlo, se celebra con mayor ahínco un funeral, que un nacimiento.

La desconfianza con el nuevo habitante, la tragedia de su arribo, incluso la envidia o la total indiferencia que se genera, nos dice bastante, en contraposición con la venta de terrenos y nichos en el cementerio, el gran negocio de las popas fúnebres, además de los románticos, góticos y emos.

Si bien siempre se sabe quien fue el occiso, se conocen tanto sus virtudes como sus yayas -o escaras en varios casos- la despedida se hace con una euforia que ya se quisiera un pequeñito recién nacido.

Las bienvenidas son malas en este caso. Incluso lamentablemente las mismas madres se provocan depresiones hondas y prolongadas.

En un mundo donde se aprecia la construcción de murallas y esfinges, historias plagadas de jinetas y cargos, los mamotretos sesgados de versiones “oficiales”, parece asustarse llegado el momento de enfrentar la página en blanco. Esa que se llena primero con un pequeño signo, con la importante marca de la vida.

martes, 4 de enero de 2011

Mi pololo, el twittero



Dedicado a planetazuniga


Twitter revolucionó la forma en que nos comunicamos. 140 caracteres bastan para demostrar sapiencia del mundo, refrendando la particular cosmovisión de quien tipea en el teclado… O sea, la viuda de Lennon dijo que de estar vivo con 70 años, sería adicto.

Es un mundo perfecto el del twittero. El soliloquio que amplía el autoconocimiento, y que fluye hacia la empatía con los demás, o la antipatía radical con quienes nos resultan sanamente intolerables.

Esta aplicación es capaz de construir un verdadero altar al que es su dueño. Una animita, un santuario, una trinchera, un habitáculo en el no-lugar, infranqueable como un feudo, tibio y acogedor como una madriguera.

Desde ahí un simple mortal consigue convencerse del don de la ubicuidad, del impacto inmediato que tiene en los “otros”, de que la “trascendencia” está sólo a un click de distancia, cualidades que hacen de esta tecnología el hito del 2010.
El bogar incesante que efectúa el lenguaje para navegar por ese mar de incomunicación que nos hace sentir como “islas en un mar sin orillas” parafraseando a Federico, es lo que captura a millones de almas en su afán deportivo, casi, por significar, y Twitter es perfecto para conseguir hacerlo a libre demanda.

A mí me encantaría twittear más, pero estoy sujeta a reglas y condiciones demasiado estrictas, que como Sócrates me ha dado por cumplir con el fin de templar mi voluntad. Mi pololo sí es un twittero. Lo defino así, porque vaya donde vaya, haga lo que haga, desee lo que desee, delire lo que delire, sus 140 caracteres lo acompañan de manera implacable.

Resulta interesante leer cómo se replica a sí mismo en esa escasa extensión de letras…minuto a minuto.

Nunca lo había logrado conocer tanto como ahora. El problema es que lo hago en conjunto con un centenar de personas, y el tema de la exclusividad se me viene haciendo difuso, sólo la cercanía que da el sistema análogo me hace sentir en platea, y obvio, a veces en el centro de la escena.

Reconozco que últimamente prefiero leer sus twitter que tener una conversación. Gracias a esto me he evitado reyertas que terminaban mal, pues me he dado cuenta que no sé porque misterioso desarreglo dimensional, lo que está pensando en su tweet es idénticamente igual a lo que me rebatía cuando nos comunicamos a la manera antigua.
Me pregunto si Franco Simone de haber compartido esta tecnología con su amada habría escrito “Has que yo sepa pronto tu mundo interior/ Hazme parar el tiempo que mueve a los dos/ Deja que sea un respiro/hasta que seas tú…” quizás no.

Ahora, lo único que hay que tener en cuenta es no caer en el patetismo expuesto por el film Social Media Addiction: Are you al risk?

De todas formas no sería primera vez que una de mis relaciones se ve permeada por algún tipo vicio. Este por lo menos éste no sale caro, no da nauseas, ni te deja convertido en un guiñapo hipersensible. Este es un vicio para comunicarse y no para olvidarse hasta de que uno está vivo. Además, la profundidad que mi pololo, el twittero consigue con un tweet, se asemeja a un verso. Es pionero en la nueva literatura de ideas, una minimalista y atómica.