miércoles, 18 de noviembre de 2009

Carta abierta a los profesores de Chile





Estimados profesores:


Soy un alumno de tercero medio del un liceo fiscal. Mis dos padres son funcionarios públicos, por lo cual estoy permeado por la lamentable situación que viven al ser empleados de un Estado que no reconoce las reivindicaciones que se han ganado los trabajadores de mi patria. No obstante, en vista de que las movilizaciones se han extendido sobremanera - y menciono esto sin querer menoscabar la legitimidad del paro de profesores, ni la demanda monetaria que este conlleva- creo que debemos ser realistas y dejar varias cosas en claro, por ejemplo, las respectivas a un eventual retorno a clases y los métodos concernientes al traspaso de contenidos y la posterior evaluación de los mismos.

Evidente es su descontento, y lo han demostrado de numerosas maneras, siendo las más clásicas formas de lucha las que se utilizan, sin éxito, para hacerse escuchar. En nuestra calidad de estudiantes, los hemos seguido a través de los medios de comunicación, en donde dejan en plena claridad sus demandas por medio de lemas que llaman a la desobediencia civil, la insurrección ante un Estado neoliberal, y como mensaje sempiterno relativo a este tipo de manifestaciones, las críticas al sistema y al gobierno, lo que causa admiración, pero también asombro dentro del estudiantado.

Al escuchar sus acaloradas consignas pareciera que estamos hablando de maestros proactivos, críticos, creativos, que a pesar de su realidad tienen un imperativo categórico que les impulsa a enseñar y combatir por medio de estos valores y conocimientos, al poderoso y su aparataje castrador. Pero la posibilidad más real es, que luego de esta coyuntura, que paradojalmente se ha vuelto una larga travesía por lo que pareciera ser un desierto, los profesores de Chile, a los cuales hoy me he atrevido a dirigir mi palabra, olvidan, o simplemente no recuerdan sus autodenominaciones: “Somos la reserva moral de Chile” o bien, “Somos la reserva intelectual de Chile”; me parece a veces que les queda grande, pues al volver al aula, que es donde se ejerce su labor que se dignifica no solamente por materias cuantitativas respectivas al salario, sino a su ejercicio, se vuelven mensajeros y adalides de la estructura, a la cual hoy por hoy, le declaran la guerra.
No quiero pensar que se trata de clientelismo, pero los preceptos y los tópicos útiles para el sistema, presentes en la competencia, en la evaluación bajo criterios sesgados por la media, poco y nada velan por la “calidad”, ni fortifican las capacidades reales del estudiante.

Recuerdo sin mucho agrado cuando retornamos las clases luego de la movilización por el pago del bono SAE. La vuelta a las aulas tenía un objetivo principal, radicado en el afán de que no les descontaran los días no trabajados. Que el alumno aprendiera o no en plazos tan ajustados, no fue tema en ningún momento. Lo que urgía realmente, era tener las notas en los plazos dados por el Ministerio que tanto aborrecen, por la Ministra que tanto critican, por el Estado y su misión adoctrinadora del servil rebaño de súbditos consumidores y mano de obra barata.

Nos evaluaron sin miramientos, nos fijaron hasta seis pruebas en una semana, y eso sumado a otros trabajos, sin conciencia ni empatía con el estudiantado que no ha criticado las formas de movilización ni ha sido un enemigo para este tipo de medidas de presión. Como pueden imaginar, los días de paro no han sido días de retiro espiritual, ni de vacaciones, ni de ponceo, como algunos profesores intentan caricaturizar, rebajándonos a la porqueriza de la moda, que en esta aciaga época que nos toca vivir, es el sucedáneo perfecto de los ideales juveniles.

Nos encontramos en la incertidumbre, pues muchas materias quedaron a medio pasar. Otros no aprendieron. Ha pasado bastante tiempo desde la última clase. Aunque a mí, en ocasiones me da lo mismo memorizar materias muertas y de segunda mano que nada tienen que ver con mis más puros y elevados interesas que cada jornada escolar, son subestimados, limitando mi travesía por la experiencia y el conocimiento.

Esperamos, estimados profesores de Chile, como sus pupilos, quienes conviven con ustedes la mayor parte del tiempo, sobre todo los que tienen jornada escolar completa o sus derivados, que actúen con consecuencia, con empatía y con la moral que pregonan. Espero de ustedes lo mejor. Me resisto a verlos como guardadores, niñeros, o carceleros. Tampoco quiero ser defraudado con reduccionismos tales como los que apuntan a la flojera del alumno para explicar las complicaciones, sin ver que el origen, en la mayoría de las ocasiones, está en la falta de motivación por situaciones que no conciernen a la infraestructura, y espero, no tienen que ver con un puñado de monedas.

No somos ningún trofeo de batalla, ni el liceo, a nuestro más sentido pesar, un baluarte de educación. Debemos reconocerlo. Hacer un sinceramiento, más cuando ustedes han hecho saber su repudio ante las políticas de Estado. Tenemos que ser claros en dirimir que la educación es una herramienta del sistema para adscribir a las “futuras generaciones” en utilidad de las plataformas neoliberales que destruyen los sueños de muchos y limita a otros tantos en infinidad de metas y expectativas.

Un cúmulo de hechos actuales, dejan en evidencia la ineficiencia y la intransigencia de la clase política, por lo mismo no sería honesto replicar las fallas, omisiones e injusticias en las que incurren para hacer valer su falso poder.

Me gustaría pedirles por medio de esta carta, que ustedes, Profesores de Chile, y nosotros, Alumnos de Chile, como comunidad escolar, construyamos un camino juntos, consensuando una nueva forma de enseñanza, donde exista maestría y humanidad, en donde podamos advertir juntos las trampas del sistema y sus administraidores, que nos venden como valores el pensamiento neoliberal de la contra revolución pinochetista, la competencia, la usura, las diferencias, y en suma, la falsificación de la historia.

Quiero darle énfasis al concepto de consecuencia, ya que si se declaran como violentados por la “estructura”, luego del paro, ese hecho no habrá cambiado, pues una mañana de sol no hace verano. Incluso luego de que se les paguen los dineros que se les adeudan, seguiremos siendo la carne de cañón, por eso, estimados profesores de Chile, sería una incongruencia volver a clases como si nada hubiese ocurrido, comenzando, nuevamente a ser los adoctrinadores de la masa informe sometida a la ignorancia para mantener el status quo, legitimando los abusos que nos mantienen en este mareador circulo vicioso.

El Estado los ha institucionalizado bajo su yugo tiránico, pero esa responsabilidad no recae en nuestros hombros, por tanto, no tenemos el deber de asumirlo, sino de apoyarles como apoyaríamos a cualquier chileno que esté siendo aplastado por el poder, pero sin olvidar que uno tiene la libertad de trabajar donde mejor le parezca, y elegir su profesión según la vocación que se tenga. Ser educados en estas condiciones no puede ser un apostolado y menos un favor.

Creo que la prudencia es un gran atributo. Quedan muy pocos días. Se viene la PSU y luego las elecciones, lo que previene una finalización del año escolar atípica y que debería adaptar las evaluaciones para recalendarizarlas. Esto en un aspecto técnico, empero lo que realmente me convoca a dirigirme a ustedes, profesores de Chile, es vislumbrar un cambio en sus formas de enseñanza. Hay sabiduría vital mucho más valiosa que las metodologías arcaicas basadas en la suma de conocimientos arbitrarios, en una memoria a corto plazo, para cumplir con los planes y programas del ministerio de “educación”, que hace las veces de editor, coartándonos de conocer grandes pensadores contemporáneos, que hace décadas están en la malla de los secundarios del primer mundo.

Además, creo que el conocimiento lo han sobrevalorado sobre la imaginación. La creatividad y la capacidad que pueda demostrar el estudiante, queda cercenada por criterios antojados por la hegemonía. Las pruebas en que preguntan datos que hoy gracias a la tecnología tenemos al alcance de la mano, es un síntoma con el cual es fácil diagnosticar la enfermedad terminal que sufre la educación chilena. Aprender datos, no es gran cosa en la sociedad de la información.

Agradezco la disposición de haber leído esta extensa carta. Agradezco a los profesores de Chile la reflexión que de seguro esta carta contribuirá a desatar. Creo estar en lo cierto cuando pienso que la educación tiene una deuda histórica tanto con los profesores como con los estudiantes de Chile. Y si para los primeros la solución está en el pago monetario, no hay una mejor manera de comenzar a resarcir la deuda histórica con los estudiantes, evitando perjudicarnos con un término del año escolar accidentado, violento y difícil, como lo fue en otras ocasiones, por cumplir con los planes y programas del Estado.

El caso es, que de retornar a clases, sería perjudicial para nuestros resultados, pasar las materias en tiempo record, pues no significaría más que confusiones, carencias y dificultades para nosotros, los estudiantes. Si debemos volver, sólo esperamos que ustedes, los profesores de Chile, no actúen en forma arbitraria y de verdad procuren apoyarnos, así como nosotros lo hemos hecho con ustedes.


Se despide atentamente:



Matías Ignacio Hermosilla Tobar
Estudiante del liceo Abate Molina de Talca.

RUT: 18.042.041-K

lunes, 9 de noviembre de 2009

Hoy no es un buen día



Hoy no he tenido un buen día. Sin embargo pienso en lo que alguien dijo al leer una pésima novela italiana: “al menos te das cuenta que hay gente que está peor que tu”. Hay que aceptarlo. Las humillaciones del prójimo empatizan más allá del compadecimiento, pues esa morbosa revelación nos ayuda a compararnos y resistir con mayor ahínco las “putadas” del destino. Nunca es para tanto. Si lo comparamos con lo que le sucedió al cristiano de turno en la portada del diario La Estrella, o al profesor de matemáticas de mi hijo, podremos consolarnos con que lo que nos pasa “son pelos de la cola” aunque la cola sea la de un pavo real, que en rigor son plumas, pero no estoy en un buen día y espero vuestra comprensión. El profesor de mi hijo es joven. Es un voluntario rompe huelgas. Un hombre que más que luchar por el bono SAE, cree en la educación pública y les enseña a los hijos de vecino ese código que tiene hasta a su gremio agarrado de los cojones. Perdonen mi lenguaje, hoy como les mencioné, no he tenido un buen día. Mi hijo no sabe cómo se llama su profesor, pero le dice “el tuerto”. Pero no nació tuerto. Un desafortunado episodio, digno de la purulenta mente de Poe, le aconteció en su tierna infancia. Un pan que comenzó a comer por las orillas, se transformó en un parche para su ojo izquierdo. Lo puso de tal forma que sus saltos de corsario, no lograban removerlo. Abordó varios barcos imaginarios para apoderarse de los tesoros más suculentos, hasta que un pájaro hambriento comenzó a devorar el pan, y también su ojo. Así fue como su ojo quedó deforme, pero no ciego. A veces así suceden las cosas. Los juegos se trasforman en trampas. Las fantasías se convierten en realidad. Los deseos llegan a su culmine con una tragedia irremediable. Pienso en Marco Enríquez-Ominami y cómo todo comenzó con un documental ficción…Hoy no ha sido un buen día, y me he puesto más fatalista que de costumbre. ¿Cómo poder entender esta clase de cosas? He tratado de resolverlo soñando, leyendo, llorando, masturbándome, cocinando y tomándome un té. También drogándome intensivamente con el más potente de los químicos inventados por la farmacéutica experimental de los setenta. Aún así es un misterio, pues el lenguaje es una apariencia del conocimiento, y sólo eso. Entonces es difícil poder comunicarlo inequívocamente; uno se va al final del tractatus de Wittgenstein, a la única frase inolvidable para mi ilógica y se queda callada mirando el techo. Apretar las teclas me cuesta más que en otras oportunidades, porque hoy no ha sido un buen día. Precisamente porque no me he dejado tentar por la banalidad y he apostado por la racionalidad. Me he decidido fríamente a dejar de perseguir quimeras absurdas. De alguna forma hoy me he comido el pan, antes que un cuervo me picoteara el ojo. No funcionaría decir que me “he puesto el parche antes de la herida” pues el parche es el causante de la herida de ese malogrado profesor. A veces sucede cosas que la heurística no es capaz de resolver. Me pregunto si las matemáticas ayudaron a “el tuerto” a superar ese trauma. Habrá hecho esquemas, habrá pensado el asunto de forma cronológica y también inversa, habrá estudiado el comportamiento de los pájaros, haciendo paradojas…Aún entendiéndolo, su ojo está malogrado. Hoy ha sido un mal día, y a pesar de conocer esta historia, de ver los titulares de la prensa roja y amarilla, no logro reconfortarme. Es que la tragedia subyace, y es doblemente trágico, después de haber escrito que “el dolor es una trampa”. Estamos permeados absorbiendo años de “humanidad”, obligados a edificar sobre ruinas, como si tuviéramos un Jerusalén en el pecho, dispuesto a ser bombardeado y reconstruido miles de veces. A veces a sabiendas, a veces por la ley del retorno infinito. Y mientras eso sucede jamás te imaginas que un pájaro hambriento y un niño soñador serán protagonistas de un día aciago e inverosímil. Pareciera que todo da lo mismo. La miseria del mapuche y la del deudor habitacional, porque la deuda histórica va más allá de un bono del Estado, más allá de una cosmovisión capitalista o comunista, del islam o el judaísmo. Pareciera que va más allá incluso de la medianoche de este día. Disculpen, pero hoy, no me he sentido bien, no ha sido un buen día.

domingo, 1 de noviembre de 2009