viernes, 19 de marzo de 2010

AULLIDO

por Allen Ginsberg

traducción de Rodrigo Olavarría

Para Carl Salomón



I
Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,
hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna,
que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz,
que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo el El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados,
que pasaron por las universidades con radiantes ojos imperturbables alucinando Arkansas y tragedia en la luz de Blake entre los maestros de la guerra,
que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar odas obscenas en las ventanas de la calavera,
que se acurrucaron en ropa interior en habitaciones sin afeitar, quemando su dinero en papeleras y escuchando al Terror a través del muro,
que fueron arrestados por sus barbas púbicas regresando por Laredo con un cinturón de marihuana hacia Nueva York,
que comieron fuego en hoteles de pintura o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o sometieron sus torsos a un purgatorio noche tras noche,
con sueños, con drogas, con pesadillas que despiertan, alcohol y verga y bailes sin fin,
incomparables callejones de temblorosa nube y relámpago en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del intertiempo,
realidades de salones de Peyote, amaneceres de cementerio de árbol verde en el patio trasero, borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparate de paseos drogados luz de tráfico de neón parpadeante, vibraciones de sol, luna y árbol en los rugientes atardeceres invernales de Brooklyn, desvaríos de cenicero y bondadosa luz reina de la mente,
que se encadenaron a los subterráneos para el interminable viaje desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de ruedas y niños los hizo caer temblando con la boca desvencijada y golpeados yermos de cerebro completamente drenados de brillo bajo la lúgubre luz del Zoológico,
que se hundieron toda la noche en la submarina luz de Bickford salían flotando y se sentaban a lo largo de tardes de cerveza desvanecida en el desolado Fugazzi’s, escuchando el crujir del Apocalipsis en el jukebox de hidrógeno,
que hablaron sin parar por setenta horas del parque al departamento al bar a Bellevue al museo al puente de Brooklyn,
un batallón perdido de conversadores platónicos saltando desde las barandas de salidas de incendio desde ventanas desde el Empire State desde la luna,
parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y anécdotas y excitaciones del globo ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras,
intelectos enteros expulsados en recuerdo de todo por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la sinagoga arrojada en el pavimento,
que se desvanecieron en la nada Zen Nueva Jersey dejando un rastro de ambiguas postales del Atlantic City Hall,
sufriendo sudores orientales y crujidos de huesos tangerinos y migrañas de la china con síndrome de abstinencia en un pobremente amoblado cuarto de Newark,
que vagaron por ahí y por ahí a medianoche en los patios de ferrocarriles preguntándose dónde ir, y se iban, sin dejar corazones rotos,
que encendieron cigarrillos en furgones furgones furgones haciendo ruido a través de la nieve hacia granjas solitarias en la abuela noche,
que estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía bop kabbalah porque el cosmos instintivamente vibraba a sus pies en Kansas,
que vagaron solos por las calles de Idaho buscando ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios,
que pensaron que tan sólo estaban locos cuando Baltimore refulgió en un éxtasis sobrenatural,
que subieron en limosinas con el chino de Oklahoma impulsados por la lluvia de pueblo luz de calle en la medianoche invernal,
que vagaron hambrientos y solitarios en Houston en busca de jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante Español para conversar sobre América y la Eternidad, una tarea inútil y así se embarcaron hacia África,
que desaparecieron en los volcanes de México dejando atrás nada sino la sombra de jeans y la lava y la ceniza de la poesía esparcida en la chimenea Chicago,
que reaparecieron en la costa oeste investigando al F.B.I. con barba y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas sensuales en su oscura piel repartiendo incomprensibles panfletos,
que se quemaron los brazos con cigarrillos protestando por la neblina narcótica del tabaco del Capitalismo,
que distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desnudándose mientras las sirenas de Los Álamos aullaban por ellos y aullaban por la calle Wall, y el ferry de Staten Island también aullaba,
que se derrumbaron llorando en gimnasios blancos desnudos y temblando ante la maquinaria de otros esqueletos,
que mordieron detectives en el cuello y chillaron con deleite en autos de policías por no cometer más crimen que su propia salvaje pederastia e intoxicación,
que aullaron de rodillas en el subterráneo y eran arrastrados por los tejados blandiendo genitales y manuscritos,
que se dejaron follar por el culo por santos motociclistas, y gritaban de gozo,
que mamaron y fueron mamados por esos serafines humanos, los marinos, caricias de amor Atlántico y Caribeño,
que follaron en la mañana en las tardes en rosales y en el pasto de parques públicos y cementerios repartiendo su semen libremente a quien quisiera venir,
que hiparon interminablemente tratando de reír pero terminaron con un llanto tras la partición de un baño turco cuando el blanco y desnudo ángel vino para atravesarlos con una espada,
que perdieron sus efebos por las tres viejas arpías del destino la arpía tuerta del dólar heterosexual la arpía tuerta que guiña el ojo fuera del vientre y la arpía tuerta que no hace más que sentarse en su culo y cortar las hebras intelectuales doradas del telar del artesano,
que copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un amorcito un paquete de cigarrillos una vela y se cayeron de la cama, y continuaron por el suelo y por el pasillo y terminaron desmayándose en el muro con una visión del coño supremo y eyacularon eludiendo el último hálito de conciencia,
que endulzaron los coños de un millón de muchachas estremeciéndose en el crepúsculo, y tenían los ojos rojos en las mañanas pero estaban preparados para endulzar el coño del amanecer, resplandecientes nalgas bajo graneros y desnudos en el lago,
que salieron de putas por Colorado en miríadas de autos robados por una noche, N.C. héroe secreto de estos poemas, follador y Adonis de Denver -regocijémonos con el recuerdo de sus innumerables jodiendas de muchachas en solares vacíos y patios traseros de restaurantes, en desvencijados asientos de cines, en cimas de montañas, en cuevas o con demacradas camareras en familiares solitarios levantamientos de enaguas y especialmente secretos solipsismos en baños de gasolineras y también en callejones de la ciudad natal,
que se desvanecieron en vastas y sórdidas películas, eran cambiados en sueños, despertaban en un súbito Manhattan y se levantaron en sótanos con resacas de despiadado Tokai y horrores de sueños de hierro de la tercera avenida y se tambalearon hacia las oficinas de desempleo,
que caminaron toda la noche con los zapatos llenos de sangre sobre los bancos de nieve en los muelles esperando que una puerta se abriera en el East River hacia una habitación llena de vapor caliente y opio,
que crearon grandes dramas suicidas en los farellones de los departamentos del Hudson bajo el foco azul de la luna durante la guerra y sus cabezas serán coronadas de laurel y olvido,
que comieron estofado de cordero de la imaginación o digirieron el cangrejo en el lodoso fondo de los ríos de Bowery,
que lloraron ante el romance de las calles con sus carritos llenos de cebollas y mala música,

que se sentaron sobre cajas respirando en la oscuridad bajo el puente y se levantaron para construir clavicordios en sus áticos,
que tosieron en el sexto piso de Harlem coronados de fuego bajo el cielo tubercular rodeados por cajas naranjas de Teología,
que escribieron frenéticos toda la noche balanceándose y rodando sobre sublimes encantamientos que en el amarillo amanecer eran estrofas incoherentes,
que cocinaron animales podridos pulmón corazón pié cola borsht & tortillas soñando con el puro reino vegetal,
que se arrojaron bajo camiones de carne en busca de un huevo,
que tiraron sus relojes desde el techo para emitir su voto por una eternidad fuera del tiempo, & cayeron despertadores en sus cabezas cada día por toda la década siguiente,
que cortaron sus muñecas tres veces sucesivamente sin éxito, desistieron y fueron forzados a abrir tiendas de antigüedades donde pensaron que estaban envejeciendo y lloraron,
que fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre explosiones de versos plúmbeos & el enlatado martilleo de los férreos regimientos de la moda & los gritos de nitroglicerina de maricas de la publicidad & el gas mostaza de inteligentes editores siniestros, o fueron atropellados por los taxis ebrios de la realidad absoluta,
que saltaron del puente de Brooklyn esto realmente ocurrió y se alejaron desconocidos y olvidados dentro de la fantasmal niebla de los callejones de sopa y carros de bomba del barrio Chino, ni siquiera una cerveza gratis,
que cantaron desesperados desde sus ventanas, se cayeron por la ventana del metro, saltaron en el sucio Passaic, se abalanzaron sobre negros, lloraron por toda la calle, bailaron descalzos sobre vasos de vino rotos y discos de fonógrafo destrozados de nostálgico Europeo jazz Alemán de los años 30 se acabaron el whisky y vomitaron gimiendo en el baño sangriento, con lamentos en sus oídos y la explosión de colosales silbatos de vapor,
que se lanzaron por las autopistas del pasado viajando hacia la cárcel del gólgota -solitario mirar- autos preparados de cada uno de ellos o Encarnación de Jazz de Birmingham,
que condujeron campo traviesa por 72 horas para averiguar si yo había tenido una visión o tú habías tenido una visión o él había tenido una visión para conocer la eternidad,
que viajaron a Denver, murieron en Denver, que volvían a Denver; que velaron por Denver y meditaron y andaban solos en Denver y finalmente se fueron lejos para averiguar el tiempo, y ahora Denver extraña a sus héroes,
que cayeron de rodillas en desesperanzadas catedrales rezando por la salvación de cada uno y la luz y los pechos, hasta que al alma se le iluminó el cabello por un segundo,
que chocaron a través de su mente en la cárcel esperando por imposibles criminales de cabeza dorada y el encanto de la realidad en sus corazones que cantaba dulces blues a Alcatraz,
que se retiraron a México a cultivar un hábito o a Rocky Mount hacia el tierno Buda o a Tánger en busca de muchachos o a la Southern Pacific hacia la negra locomotora o de Harvard a Narciso a Woodland hacia la guirnalda de margaritas o a la tumba,
que exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron abandonados con su locura y sus manos y un jurado indeciso,
que tiraron ensalada de papas a los lectores de la CCNY sobre dadaísmo y subsiguientemente se presentan en los escalones de granito del manicomio con las cabezas afeitadas y un arlequinesco discurso de suicidio, exigiendo una lobotomía al instante,
y recibieron a cambio el concreto vacío de la insulina Metrazol electricidad hidroterapia psicoterapia terapia ocupacional ping pong y amnesia,
que en una protesta sin humor volcaron sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia,
volviendo años después realmente calvos excepto por una peluca de sangre, y de lágrimas y dedos, a la visible condenación del loco de los barrios de las locas ciudades del Este,
los fétidos salones del Pilgrim State Rockland y Greystones, discutiendo con los ecos del alma, balanceándose y rodando en la banca de la soledad de medianoche reinos dolmen del amor, sueño de la vida una pesadilla, cuerpos convertidos en piedra tan pesada como la luna,
con la madre finalmente ****** [i] , y el último fantástico libro arrojado por la ventana de la habitación, y a la última puerta cerrada a las 4 AM y el último teléfono golpeado contra el muro en protesta y el último cuarto amoblado vaciado hasta la última pieza de mueblería mental, un papel amarillo se irguió torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un esperanzado poco de alucinación-
ah, Carl, mientras no estés a salvo yo no voy a estar a salvo, y ahora estás realmente en la total sopa animal del tiempo-
y que por lo tanto corrió a través de las heladas calles obsesionado con una súbita inspiración sobre la alquimia del uso de la elipse el catálogo del medidor y el plano vibratorio,
que soñaron e hicieron aberturas encarnadas en el tiempo y el espacio a través de imágenes yuxtapuestas y atraparon al Arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y pusieron el nombre y una pieza de conciencia saltando juntos con una sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus
para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y pararse frente a ti mudos e inteligentes y temblorosos de vergüenza, rechazados y no obstante confesando el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda cabeza sin fin,
el vagabundo demente y el ángel beat en el tiempo, desconocido, y no obstante escribiendo aquí lo que podría quedar por decir en el tiempo después de la muerte,
y se alzaron reencarnando en las fantasmales ropas del jazz en la sombra de cuerno dorado de la banda y soplaron el sufrimiento de la mente desnuda de América por el amor en un llanto de saxofón eli eli lamma lamma sabacthani que estremeció las ciudades hasta la última radio
con el absoluto corazón del poema sanguinariamente arrancado de sus cuerpos bueno para alimentarse mil años.



II
¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió sus cráneos y devoró sus cerebros y su imaginación?
¡Moloch! ¡Soledad! ¡Inmundicia! ¡Ceniceros y dólares inalcanzables! ¡Niños gritando bajo las escaleras! ¡Muchachos sollozando en ejércitos! ¡Ancianos llorando en los parques!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Pesadilla de Moloch! ¡Moloch el sin amor! ¡Moloch mental! ¡Moloch el pesado juez de los hombres!
¡Moloch la prisión incomprensible! ¡Moloch la desalmada cárcel de tibias cruzadas y congreso de tristezas! ¡Moloch cuyos edificios son juicio! ¡Moloch la vasta piedra de la guerra! ¡Moloch los pasmados gobiernos!
¡Moloch cuya mente es maquinaria pura! ¡Moloch cuya sangre es un torrente de dinero! ¡Moloch cuyos dedos son diez ejércitos! ¡Moloch cuyo pecho es un dínamo caníbal! ¡Moloch cuya oreja es una tumba humeante!
¡Moloch cuyos ojos son mil ventanas ciegas! ¡Moloch cuyos rascacielos se yerguen en las largas calles como inacabables Jehovás! ¡Moloch cuyas fábricas sueñan y croan en la niebla! ¡Moloch cuyas chimeneas y antenas coronan las ciudades!
¡Moloch cuyo amor es aceite y piedra sin fin! ¡Moloch cuya alma es electricidad y bancos! ¡Moloch cuya pobreza es el espectro del genio! ¡Moloch cuyo destino es una nube de hidrógeno asexuado! ¡Moloch cuyo nombre es la mente!
¡Moloch en quien me asiento solitario! ¡Moloch en quien sueño ángeles! ¡Demente en Moloch! ¡Chupa vergas en Moloch! ¡Sin amor ni hombre en Moloch!
¡Moloch quien entró tempranamente en mi alma! ¡Moloch en quien soy una conciencia sin un cuerpo! ¡Moloch quien me ahuyentó de mi éxtasis natural! ¡Moloch a quien yo abandono! ¡Despierten en Moloch! ¡Luz chorreando del cielo!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Departamentos robots! ¡Suburbios invisibles! ¡Tesorerías esqueléticas!
¡Capitales ciegas! ¡Industrias demoníacas! ¡Naciones espectrales! ¡Invencibles manicomios! ¡Vergas de granito! ¡Bombas monstruosas!
¡Rompieron sus espaldas levantando a Moloch hasta el cielo! ¡Pavimentos, árboles, radios, toneladas! ¡Levantando la ciudad al cielo que existe y está alrededor nuestro!
¡Visiones! ¡Presagios! ¡Alucinaciones! ¡Milagros! ¡Éxtasis! ¡Arrastrados por el río americano!
¡Sueños! ¡Adoraciones! ¡Iluminaciones! ¡Religiones! ¡Todo el cargamento de mierda sensible!
¡Progresos! ¡Sobre el río! ¡Giros y crucifixiones! ¡Arrastrados por la corriente! ¡Epifanías! ¡Desesperaciones! ¡Diez años de gritos animales y suicidios! ¡Mentes! ¡Nuevos amores! ¡Generación demente! ¡Abajo sobre las rocas del tiempo!
¡Auténtica risa santa en el río! ¡Ellos lo vieron todo! ¡Los ojos salvajes! ¡Los santos gritos! ¡Dijeron hasta luego! ¡Saltaron del techo! ¡Hacia la soledad! ¡Despidiéndose! ¡Llevando flores! ¡Hacia el río! ¡Por la calle!



III
¡Carl Solomon! Estoy contigo en Rockland
Donde estás más loco de lo que yo estoy
Estoy contigo en Rockland
Donde te debes sentir muy extraño
Estoy contigo en Rockland
Donde imitas la sombra de mi madre
Estoy contigo en Rockland
Donde has asesinado a tus doce secretarias
Estoy contigo en Rockland
Donde te ríes de este humor invisible
Estoy contigo en Rockland
Donde somos grandes escritores en la misma horrorosa máquina de escribir
Estoy contigo en Rockland
Donde tu condición se ha vuelto seria y es reportada por la radio
Estoy contigo en Rockland
Donde las facultades de la calavera no admiten más los gusanos de los sentidos
Estoy contigo en Rockland
Donde bebes el té de los pechos de las solteras de Utica
Estoy contigo en Rockland
Donde te burlas de los cuerpos de tus enfermeras las arpías del Bronx
Estoy contigo en Rockland
Donde gritas en una camisa de fuerza que estás perdiendo el juego del verdadero
ping pong del abismo
Estoy contigo en Rockland
Donde golpeas el piano catatónico el alma es inocente e inmortal jamás debería
morir sin dios en una casa de locos armada
Estoy contigo en Rockland
Donde cincuenta shocks más no te devolverán nunca tu alma a su cuerpo de su
peregrinaje a una cruz en el vacío
Estoy contigo en Rockland
Donde acusas a tus doctores de locura y planeas la revolución socialista hebrea
contra el Gólgota nacional fascista
Estoy contigo en Rockland
Donde abres los cielos de Long Island y resucitas a tu Jesús humano y viviente de la
tumba sobrehumana
Estoy contigo en Rockland
Donde hay veinticinco mil camaradas locos juntos cantando las estrofas finales de
La Internacional
Estoy contigo en Rockland
Donde abrazamos y besamos a los Estados Unidos bajo nuestras sábanas los
Estados Unidos que tosen toda la noche y no nos dejan dormir

Estoy contigo en Rockland
Donde despertamos electrificados del coma por el rugir de los aeroplanos de
nuestras propias almas sobre el tejado ellos han venido para lanzar bombas
angelicales el hospital se ilumina a sí mismo colapsan muros imaginarios Oh
escuálidas legiones corren afuera Oh estrellado shock de compasión la guerra
eterna está aquí Oh victoria olvida tu ropa interior somos libres
Estoy contigo en Rockland
En mis sueños caminas goteando por un viaje a través del mar sobre las carreteras a
través de América llorando hasta la puerta de mi cabaña en la noche del oeste



San Francisco, 1955-1956



Nota A Pie De Página Para “Aullido”
¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!
¡El mundo es santo! ¡El alma es santa! ¡La piel es santa! ¡La nariz es santa! ¡La lengua y la verga y la mano y el agujero del culo son santos!
¡Todo es santo! ¡todos son santos! ¡todos los lugares son santos! ¡todo día está en la eternidad! ¡Todo hombre es un ángel!
¡El vago es tan santo como el serafín! ¡el demente es tan santo como tú mi alma eres santa!
¡La máquina de escribir es santa el poema es santo la voz es santa los oyentes son santos el éxtasis es santo!
¡Santo Peter santo Allen santo Solomon santo Lucien santo Kerouac santo Huncke santo Burroughs santo Cassady santos los desconocidos locos y sufrientes mendigos santos los horribles ángeles humanos!
¡Santa mi madre en la casa de locos! ¡Santas las vergas de los abuelos de Kansas!

¡Santo el gimiente saxofón! ¡Santo el apocalipsis del bop! ¡Santas las bandas de jazz marihuana hipsters paz peyote pipas y baterías!
¡Santa las soledades de los rascacielos y pavimentos! ¡Santas las cafeterías llenas con los millones! ¡Santos los misteriosos ríos de lágrimas bajo las calles!
¡Santo el argonauta solitario! ¡Santo el vasto cordero de la clase media! ¡Santos los pastores locos de la rebelión! ¡Quien goza Los Ángeles es Los Ángeles!
¡Santa New York santa San Francisco santa Peoria & Seattle santa París santa Tánger santa Moscú santa Estambul!
¡Santo el tiempo en la eternidad santa eternidad en el tiempo santos los relojes en el espacio la cuarta dimensión santa la quinta Internacional santo el ángel en Moloch!
¡Santo el mar santo el desierto santa la vía férrea santa la locomotora santas las visiones santas las alucinaciones santos los milagros santo el globo ocular santo el abismo!
¡Santo perdón! ¡compasión! ¡caridad! ¡fe! ¡Santos! ¡Nosotros! ¡cuerpos! ¡sufriendo! ¡magnanimidad!
¡Santa la sobrenatural extra brillante inteligente bondad del alma!



Berkeley, 1955



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[i] "Aullido", en su primera edición de 500 ejemplares, no tuvo mayores contratiempos, fue la segunda edición de 3 mil ejemplares, en Mayo de 1957 que fue retirada de las librerías tras ser declarada obscena por el fiscal Chester McPhee quien declaró "las palabras y el sentido de la escritura es obscena" y "usted no querría que sus hijos se cruzaran con esto". El 21 de Mayo de 1957, el poeta Lawrence Ferlinghetti fue arrestado bajo los cargos de "concientemente publicar y vender material indecente". El 2 de Octubre del mismo año, la restricción sobre el libro fue levantada y Ferlinghetti fue declarado inocente. Ferlinghetti dijo que Ginsberg dejó los puntos en lugar de "Fucked" como una declaraciòn política en recuerdo del proceso judicial.

jueves, 18 de marzo de 2010

fragmentos de la inmunda maraña



Enfrentarme a la página sin la racionalidad concluyente de una columna o la pasión incontinente de un poema me daba arcadas y aumentaba el impacto del obrero picapiedras que afuera combatía con el asfalto.
Un sin sentido que arañaba mis caderas, yendo y viniendo, menstrual, decidiendo a medias como un adulto que en la medianía se siente a salvo de la adolescencia y de la muerte. No me convencía de que mis palabras pudieran estar preñadas. Pero así era. Y lo estaban de recuerdos monstruosos y falsos, que poca relación tenían con la mentira. Era evidente que a pesar de no ser reales, eran ciertos, exactos, pues yo sabía lo que ocurría, así fuese un oído sordo, una boca muerta, abierta y babeante en la prehistoria del destiempo. Eran bastante claros. Y aparecían en sueños. Revelaciones dañinas que bailan en el equinoccio, que avanzan y cambian de temperatura, vertiendo líquidos en diversos estados.

El cuerpo de un bebe obstruido y estítico, que no se encuentra dispuesto a alimentarse para no tener que someterse a la vergüenza de cagarse sobre sí mismo. Su cuerpo es una mierda completa, incapacitada para moverse y decidir sus acciones, no obstante su mente ya ha funcionado hace milenios y conoce los culos pasados y los culos nuevos y por venir, sabe cómo se vinculan con el mundo y que existe un arte en cada uno. Sólo por ese hecho preferiría no haber nacido y eso se evidencia en que no quiere que sus funciones esenciales sean puestas en acción. Le molesta por sobretodo que el arte de cagar sea tan absolutamente necesario y común, por lo cual ha perdido total interés en comer. Prefiere no hacerlo, prefiere no haber sido evocado por dos personas jadeantes, que paradojalmente por ausencia de un ojete humectado, lo han convocado a la gran cloaca.

Se imaginaba que en el futuro la mayor cantidad de publicidad sería realizada para evitar que mujeres suicidas decidieran dejar de cagar para siempre, y surgirían sachet con fibra, y yogurt con gusanos que aceleren los procesos intestinales, y aguas que contuvieran moléculas con movimientos peristálticos. Pero no era su tiempo y le tocaban las baquelitas de vaselina que gustoso su padre le colocaba y así era como su actividad sexual comenzaba a la tierna edad de tres meses. Así sangraba como geisha por el ano sin lograr cagar más que un par de bolones negros parecidos a los juguetes que usan las pornostar para sus acrobacias.

Podía saber eso. Podía saber también, mediante recuerdos indolentes y falsos que la madre se enteró en una micro, atiborrada de gente con olor a policlínico, de que estaba preñada. Y que de pie, al lado de una señora obesa que sentada sostenía una bolsa de feria en la que se asomaba un choclo chileno con un enorme gusano verde, con la piel corrugada y la textura de papel crepé, había dejado salir un eructo luego de una arcada intempestiva que la humilló delante de todos, pero más aún delante de los escolares que iban parados al frente de la puerta de salida. Estos se habían reído de ella y luego habían comenzado a imitarla, hasta culminar con un sonoro concurso de eructos.

Conoció los secretos jamás contados, sólo por aquellos recuerdos falsos que llegaban a su memoria con la luminosidad de una tormenta, con el peligro de un rayo, partiendo por la mitad y separando las habitaciones en su casita de muñecas. No había duda que la madre un día, acostada en su lecho, en el cual debió permanecer durante todo el embarazo, se volvió loca de ira y se habría lamentado de quedar preñada, de haberle hecho caso al médico, pero también se consoló pensando en las bondades de su enfermedad. Había comido, dormido, cagado y meado en la misma cama, y había sido atendida incesantemente por su madre, una vieja que pagaba sus días de torturadora, limpiándole el trasero, exprimiendo cítricos y rayando zanahorias. Quién diría que podría expiar sus culpas de esa maravillosa forma. Que a la hija que golpeo hasta el cansancio, a la que humilló diciéndole “perra impía” delante de sus compañeras, a quien arrastró del pelo por el suelo manchando de tierra su vestido de primera comunión, a la que llevó al suicidio, comenzara a ser olvidada poco a poco, atendiendo a ésta, su última hija y al bebe que esperaba.

Se extendían recuerdos erróneos y malditos porque eran ciertos, formando una capa tan ancha como larga, una masa en la cual se podían poner moldes de cualquier forma y tamaño y hacer galletas horneadas para luego regalarlas en navidad. Y el tiempo no tuvo sentido, y las drogas fueron la propuesta que jamás tiene sentido alguno, y los amores sin sentido y las pegas sin esperanza y sinsentido. La cabeza descorazonada como una manzana o como una aceituna rellena ahora con pimentón morrón rojo. Quizás lo único que tuviera sentido, eran aquellos recuerdos falsos, que decían la verdad. Aquella recreación de hechos inexactos que evidenciaban el inconsciente heterosexual de un travesti. El cuerpo evaporándose desde la tinta con la cual se escribieron las líneas de La Biblia.

Hasta que un día el niñito loco por creerse caballo, consiguió mimetizarse con Lain y perdió su tiempo, que siempre extraviado en el sinsentido se desgastaba en comunicaciones pletóricas, enviando mails a su maraca favorita, a quien no olvidaba, pues ella, mala y maraca, había atado con una lanita roja y un confort con su moco amargo y pútrido que acarreaba el sabor de una década de adicción, su lujuria insana y perezosa, que agitada, se volvía mecánicamente feroz.

Sus correos eran recriminaciones sin talento. Recriminaciones de un simiópata, de un obseso e inocente esquizo, con su cerebro dicotomizado por la carencia de sustancia K. Quizás intoxicado. Daba lo mismo, pero algo anterior o posterior no funcionaba en aquellas frases ordinarias. Buscaban el reconocimiento de una tendencia al placer. Buscaban que la maraca reconociera su estado de éxtasis autogestionado. La idea era castigar con la culpa a un Onán femenino del cual no caía ni se desperdiciaba ni una sola gota. Como un musulmán mapuchón, con la oscura pretensión de la omnipresencia y un ridículo seudónimo que fue siempre su única y simplemente patética identidad, Magnolia Babilla insistió en el acondicionamiento psíquico, quiso convencer del pecado mortal de la autorrealización de las mujeres, diseñando una categorización, una jerarquía, como los curas ociosos y gays, con mujercitas de bien con cara lánguida de superchería patógena bien escondida bajo los sobacos -naturalmente peludos- callejeras y desesperadas en la base, y en la cumbre mujeres con las orejas más grandes que un elefante de la india, a las cuales poder convencer de que el placer es una mofeta desgreñada.

La idea era dejarlas en los huesos, era poner su culo con las mejillas delgadas para poder penetrar de manera más fácil y poder escurrir de manera más mórbida. Pero con ésta no pudo lograr nada de eso. El recuerdo de la baquelita de papá y la punta del zapato de su mamá enterrada completamente en su ano, siempre le proporcionó un agudo pavor a las prácticas sodomitas. Esa patada en el corto pasillo que unía la hedionda pieza que compartía con su abuela, y el horrible living comedor, había sido la continuación violenta de la escalada sexual. La mutilación era cosa de semanas. Su mente elaboró imágenes consistentes en pezones destruidos por una boca voraz, y una vez que la oportunidad se presentó para hacerla real, nada más la tomó.

El bebé engordo un kilo antes de salir del hospital bajo el cuidado de la puérpera de senos rellenos de sustancia nutritiva y dulzona. Sus pezones envueltos en una brillosa capa de crema de matico, cicatrizaban a duras penas. Abiertos, parecían una mora madura. Las demás madres habían pedido biberones para no dejarse moler. Y recordó que cuando era un bebé había negado un pecho gigantesco y monstruoso con un chupete demasiado grande para su boca pequeña. Que la diarrea producida por el líquido insípido que salía de esa teta, le produjo tal escozor y asco que jamás volvió a necesitarla. Valía con el dedo. Una nueva humillación para la joven madre, que como todas tendría que acostumbrarse con ser solo una herramienta para la vida, una herramienta negada desde el comienzo. Fue ahí entonces que decidió darle relleno, y cuando descubrió que éste provocaba un intenso dolor abdominal en la criatura, procuró que la abuela y el marido, se hicieran cargo de embutirle el biberón. Ella estaba cansada, se sentía muy joven y desgraciada para hacerse cargo.

La crueldad debía de ser traspasada con rapidez, y más que pena por el llanto, sintió odio. Un odio incontenible que la liberaba de cierta manera. Cuando supo que además de cólicos, eran un par de hernias que le estrangulaban los ovarios, pensó en el castigo merecido por ser hembra, que siempre soñó con entregarle un primogénito a su esposo y no ésta chancleta enfermiza y ratonil. Eso de darles las gracias a los doctores, sólo fue un arranque histérico, una puesta en escena, una prueba de que su histrionismo daba para un protagónico en horario estelar. Ni una venezolana se la ganaba en ese momento. Además, censuró parte de la frase: “gracias doctores por sacarme este engendro, no habría aguantado ni un solo día más con este bulto adentro”. Yo no le di las gracias a nadie. El niño por algo no quería salir. Pero ya eran 42 semanas y parecía que un tigre malayo me arañaba los costados, que una mano empuñada me saldría por el ombligo. A veces pensaba que era un niño de dos cabezas por la presión que hacía en los dos orificios. Que saldría una cabeza por cada agujero y que finalmente terminaría abierta como una tienda en días de fiesta.

Había suficiente dolor. No el dolor amariconado de un viaje inducido que conocía el niño caballo. A pesar de que la aguja medía por lo menos 15 centímetros y había penetrado en la médula de mi columna vertebral, a pesar que los matasanos pinochetistas habían colocado mal la inyección y brotaba un chorro pequeño y largo de sangre de un agujero entre mis vértebras, no era lo que me provocaba el dolor. Eran las contracciones que apretaban mi cuerpo como una anaconda furibunda y envidiosa de mi preñez que confundió con una pesa que me tenía ahíta. Era la pretensión de estallido, la contención de mi cuerpo, el niño que se negaba a salir, a ser expulsado.

No me gustaba nada. ¿Y eso era tan difícil de entender? Supongo que no tanto para alguien que pasa sus días echado sobre una cama inmunda. Haciéndose el que lee, el que piensa, cuando solamente recuerda cosas inexistentes en una memoria agujereada y permeada por los virus malévolos del psicosida.

Había varios en mí. Como si me tratara de una mujer con varios úteros y en cada uno una comunidad de óctuples. Así y todo no tenía mayor interés en compartir pensamientos. En un magma horizontal, total y único, no era más que una idea olvidada e irrecordable, incluso en la constipación del error. Figuraba en el silencio, elevada dos metros como le sucede a los estigmatizados, pero yo solo sangraba por los agujeros oficializados por la anatomía mamífera. Los cabezazos que me daba hacían que el dolor fuera aplacado en parte, en gran parte, sobretodo cuando quedaba tumbada boca arriba inconsciente. Era una forma artesanal de aplicarme un electroshock. Me sentía valiente. A veces sentía que sería capaz de tomar vuelo y estrellar la cabeza con mayor fuerza partiéndomela en dos, o en tres. Así me quedaría callada de una vez. Y sobretodo, se quedarían callados ustedes.

lunes, 15 de marzo de 2010

sábado, 13 de marzo de 2010

jueves, 11 de marzo de 2010

ENCONTRAMOS AL TALO¡¡

QUE NO MUERA EL ESPIRITU CONSTITUTANO¡¡¡

La historia cuenta que talo volvió a la vida como lazaro cuando destaparon una botella de ron saqueada por algunos justicieros.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Gracias al Terremoto





La orgia de imbecilidad criminal no se hizo esperar. La incapacidad de las “autoridades”, la lentitud de las instituciones, la estafa de las inmobiliarias, el usufructúo de las empresas, el “pillaje”, nueva y ridícula palabra utilizada hasta la saciedad en los informativos, dan cuenta de la verdadera y letal falla que afecta al territorio chileno. Un daño estructural en la moral de nuestro país, que ha visto caer a pedazos un modelo económico que hoy, producto del telúrico, ha evidenciado la incompetencia y rapacidad de sus suscriptores.

Para qué seguir con las críticas al gobierno saliente. Pará qué. Si sabíamos que a la gordis lo único que le faltaba era un terremoto. Además, si queremos escucharlas, sintonicemos a Tomas Mosciatti despotricar en contra de la ONEMI, que liderada por el doble de la Elvira, ha caído en errores imperdonables que hacen que esta sigla pueda ser decodificada como la Oficina Nacional de la Estupidez, la Mentira y la Incapacidad.

“En la cancha se ven los gallos”, que han resultado ser gallinas cacareando, colapsadas y sobrepasadas por las circunstancias.
Siempre he dicho en cada una de mis columnas que es innecesario confiar nuestra existencia al Estado, y ahora como se ha podido verificar, de nada ha servido ser ciudadano chileno, pues la vida y el bienestar han tenido que ponerse al final de una larga fila, encabezada por los patrones, que aterrados del Frankenstein social que crearon con sus prácticas neoliberales, claman por resguardo a la propiedad privada.

Como siempre el ciudadano de a pie, que en esta situación está de bruces o de poto, es el que se encuentra en tela de juicio. El debate está en qué resulta más asqueroso, el acaparador que se lleva las 18 cajas de leche que hay en todo el supermercado, o el idiota que carga un plasma, que de seguro no tiene valor nutricional y que ni a las brasas conseguirá buen sabor. Pero todos sabemos que no es nada más que un síntoma, una representación de lo enfermos que estamos, una huella de la contrarrevolución capitalista, una manifestación de nuestros traumas económicos, una señal, como lo fue el triunfo de Sebastián Piñera.

Parece surrealista, parece sacado de la ciencia ficción, parece una acción de arte, parece, pero no es. Es la hiperrealidad que con 8.8 grados logró hacer subir la fosa séptica en donde se guarecía el alma nacional, porque podemos seguir bajo el rasgo humano que tanto nos caracteriza: la hipocresía, y repetir como buenos esbirros tras Kreutzberger “Levántate Chile” o mencionar emocionados que “Chile ayuda a Chile”, pero sabemos que no es cierto, que cada uno se ha preocupado de asegurar el chancho con un celo repugnante.

La solidaridad es nada más que un valor de exportación. Una mascarada con la cual actuamos en el concierto internacional. Una buena forma de hacer política exterior, y eso de que la caridad comienza por casa, da lo mismo, total los damnificados estaban sin luz y no pudieron ver las pantallas en donde la realidad toma forma, además, miles de chilenos antes del terremoto vivían sin agua potable, ni luz, ni casa sólida, y nunca nadie hizo demasiado por ellos.

Bienvenido Bicentenario, bienvenidos doscientos años que han logrado que Chile tenga la personalidad patológica de un abuelo con el complejo de Diógenes. Bienvenidos al fin del mundo donde comenzó el fin del mundo. Bienvenidos al triunfo histórico del positivismo, del cartesianismo, del modernismo, que paradojalmente fue dado de baja gracias al terremoto.

martes, 9 de marzo de 2010

Lectura y paisaje




Las lecturas de verano en conjunto con los paisajes por los cuales deambulamos errantes, pueden convertirse en una provocación irrenunciable que obliga a considerar nuevas formas de pensar y proceder. Durante el resto del año la rutina tiende a postergar las introspecciones retrospectivas por parecernos una verdadera paja. Aun más. Estas aciagas elecciones, extendieron el calendario y es fácil saber que la insolación y el cansancio fueron factores gravitantes a la hora de colocar la raya. A pesar de esta dificultad propia del rol "ciudadano" hubo vacaciones que muchos compatriotas disfrutamos sin ninguna interrupción.

El norte grande, seco, rotundo y la honestidad mistraliana, el pesimismo de Nietzsche y a la puna a más de 5 mil metros en el altiplano boliviano donde se frasea simple y certero, la selva inca en su intrincada diversidad y la comprensión de la pareja humana de Pu Sung Lin, me llevaron a considerar el viejo tema de los roles y el asunto del género, donde sin duda, hay mucha tela por cortar.

Mistral en su prosa insobornable, manifiesta un apego estricto a la tradicional visión de la mujer in door. El terreno estéril y sus palabras profundas como uma grieta hablan del hombre como un ser desesperado en afanes poco concretos que lo hacen desperdigarse en el espacio público. Me sorprendo al ver cómo critica la mediocridad y reduccionismo de las políticas que han transferido al estado la crianza de los hijos, como también a los profesores, que reprende, aun siendo ella la maestra por antonomasia, catalogando sus reivindicaciones como mezquinas y personalistas, tan patentes en la actualidad, que echan al olvido las verdaderas y apremiantes necesidades, como la existencia de grandes jardines con el objetivo de que los niños comprendan el funcionamiento de la naturaleza por medio de los dibujos de la luz sobre las montañas, los ropajes con que se viste cada estación o el olor que expelen los frutos y las flores. Recomienda sacar a los cachorros del escenario mugroso y miserable de la ciudad y los centros de producción que tanto enorgullecen al urbanista y al bohemio.

Internándose en los caminos de la muerte, en el intrincado sendero que linda con el despeñadero en donde falta el aire en el cerebro y las frases se hacen escuetas y resueltas, el implacable nihilismo puede aumentar la sensación de ahogo. El misógino Nietzsche plantea que la mujer moderna para hacerse valer ha debido rebajarse al disfrazarse de hombre. Y no puedo estar más de acuerdo, como lo estuve con la famosa frase de Norma Mailer: “La revolución feminista ha convertido a la mujer en ese tipo de hombre que a mí me entristecía cuando era joven, ese que tenía que trabajar de nueve a cinco de manera aburrida y nunca era dueño de su destino. Ahí es donde acabó su revolución, su asalto al poder". ¿Cuál es esa ambición ridícula de apoderarse de un espacio caótico y del cual personalmente me avergüenzo por su indolencia y fealdad? No es orgullo lo que siento al ver el reinado de la especulación financiera, la religiosa aceptación del método científico, el progreso por medio de la depredación.

Ya bajo las variaciones desconcertantes del cielo y sus nubes incontinentes, con el fragor de la batalla del ascenso y la excitación festiva de hacer cumbre en el Wainapicchu, me embebo de la sabiduría oriental que en cada cuento esgrime como mejor arma el literato chino Pu Sung Lin, que por el 1600 y con toda la dureza del patriarcado, consiente a la mujer y le da el honor de hacer justicia por lo menos en sus narraciones, en donde triunfa ontológicamente frente a las inequidades masculinas, castigadas ferozmente por espíritus demoníacos. El literato incluso comprende a la “zorra fea” pues entiende que su búsqueda radica en la consumación del amor: el acto más tierno y desinteresado del cual un ser humano puede participar.

Haciendo borrón y cuenta nueva, oídos sordos a las insultantes “verdades” que han moldeado a la mujer, y que arrastradas como una pesada bolsa de basura sobre las espaldas de seres encarcelados en su triste identidad, han chorreado el camino de percolado nauseabundo, aspiro hondo y ya no percibo su hedor, solo miro el rostro satisfecho y feliz de mi hijo de diez años. Por eso: lea, viaje y viva, pues aunque lo haga dentro de contexto absurdo, si mantiene la coherencia necesaria para ser feliz, "los millones y millones de chilenas y chilenos" seguirán teniendo sueños y una realidad por construir, así gobierne el mal peor, así hoy por hoy seamos Chile S.A.



Columna aparecida en revista Punto Final

domingo, 7 de marzo de 2010

El Gran Saqueo




Se me viene a la mente Orwell y Huxley, los escritores de las distopías que han calado profundamente nuestra memoria literaria y fílmica y pienso qué dirían al ver lo que está aconteciéndole a Chile. De seguro estarían asombrados de que sus proyecciones tuvieran variantes tan creativas y sórdidas en la realidad, que ya sabemos, siempre logra superar a la ficción.

Un momento epifánico debe haber vivido nuestro presidente electo al dar su primer discurso en cadena nacional, en medio del show solidario más apoteósico de los últimos tiempos. Si nos parecía delirante el neopopulismo retratado en la gran bandera que desplegó durante la campaña, la bandera alógena que mostraba sus pixeles, enrostrándonos que la tecnología y la sociedad del espectáculo harán nacer a un Chile 2.0, por lo menos a mi me hizo correr el mismo hilo de hielo por la espalda que durante esos 2 o 3 minutos que destrozaron la vida de millones.

Es grotesco pedirle a la gente que antes del terremoto venía de sufrir una crisis, que estaba ya decepcionada de las “autoridades”, que pague por el telúrico del que nadie tiene culpa, a pesar de los rumores de la existencia de una nueva arma del ejercito norteamericano. Parece ser el gran saqueo, ese que está fuerte y operativo como una institución. Ese que se hace a vista y orgullo de todos, del que nadie comenta por una moral hipócrita y medrosa.

Si pensaba que el terremoto había mostrado la cara más oscura del capitalismo en la moral trastocada de los usufructuadotes, sean pillos o idiotas, y que eso haría darnos cuenta de lo mal que nos ha hecho el modelo, estaba profundamente equivocada, porque ahora si que viene el fin de este proyecto y la modernización se logrará con el apoyo de todos los chilenos, ya que incluso los mismos damnificados son capases de hacer sus donativos y levantarse en un Chile bicentenario, en donde los empresarios entregan dos chauchas frente al electo haciendo así una interferencia en las leyes laborales que hablan de flexibilidad… Y que todo sea en nombre de la reconstrucción, de la renovación nacional.

Es fácil advertir que finalmente se crearán millones de empleos y efectivamente bastante similares a los del PEM y el POJH, por que si que hay que levantar escombros y hacer hoyos y tapar hoyos y todo ese tipo de tareas bastante ociosas cuando no ha acontecido una tragedia de proporciones como la vivida.

Pero en Chile la tragedia subyace, porque el alma nacional está dañada. Lo digo porque nuestra fe está puesta en el espectáculo y la morbosidad, y las dos cosas juntas hacen que me sienta despreciable. Desprecio profundamente que La Teletón sea la ocasión de usar vestido largo y peinado alto, como lo hizo Isabel Allende, creyendo que este patético ritual social tiene el status de la premiación Oscar , o la obtención del Nobel que no premia a la subliteratura.

Pero así somos. Como de libro. Y si no somos menos hipócritas nos tendremos que sentar en el diván tarde o temprano. Porque es incomprensible que de esto saquen tanto provecho los empresarios, aludiendo también al electo, y que la gente no entienda que esta presa en el laboratorio del neoliberalismo; se entiende porqué entonces en medio del cataclismo, unos blancos ratoncitos se liberaran y salieran despavoridos a pellizcar un pedacito de queso, más que sea.