Como un caballo de carrera que se saca solo para los Derby,
en este caso una yegua que podría perfectamente correr con el nombre “La
Incondicional”, Verónica Michelle, se erige como carta segura en una disputa
electoral que desde hace mucho tiempo sabemos el resultado.
Indicar que la mamita de Chile tuvo un gobierno mediocre,
con importantes fracasos en materia medio ambiental, indígena y por supuesto
social- todo lo es- da igual para su
fanaticada compuesta por el grueso de la población: mujeres pobres que han sido
criadas por el sistema como sujetos dependientes del asistencialismo.
Veronica Michelle Bachelet, a pesar de todos sus errores se
repetirá el plato y esta vez con la promesa de llegar con un menú saludable,
sin los revenidos y tóxicos condimentos del escalonismo y el repulsivo
conservante Andrade.
Promesas, que si bien solo a algunos les importan, porque
está claro que el sistema de bonos que clienteliza el voto de ese gran público
popular le dará el triunfo
indefectiblemente, podrían mejorar la retórica – y sólo eso- de su segunda
administración.
La política en Chile ha encontrado un momento de
estancamiento sin igual. Lejos de llegar al absoluto metafísico propuesto por
Hegel, en un fin de la historia que se alcanza con la comprensión total del
mundo luego del juego de contradicciones y el poder de análisis y síntesis de
la masa crítica y consciente, somos un pastiche de tanto molido que formamos
una chiclosa base social a la cual se adhieren los más bizarros personajillos que
quedan de forma inamovible dirigiendo la “patria”, pegados, incapaces de
caminar hacia algún destino.
Por mientras las jóvenes promesas erigen sus luchas desde la
perspectiva de “usuario”, exigiendo gratuidad por servicios de segunda mano sin
proponer una refundación en las bases mismas de la “educación” y con esto
avalando el “estado del arte” chicloso y abyecto en su depravada disección de mercados de modas y fachadas, no tienen una
resistencia al poder procedimental de anacronismos y miseria. Por el contrario,
se suman. Y no será raro ver a Camila Vallejo levantando el brazo púgil de
Verónica Michelle.
De esta forma, Bachelet es lo mejor a lo que podemos optar.
Y llegará de la mano de estos jóvenes estandartes, que vestidos con viejas y
maniqueas banderas de justicia, igualdad y fraternidad plasmarán una puesta en escena que remitirá
nuevamente al básico ejercicio comparativo entre una supuesta “izquierda”
contra una supuestamente “poderosa” derecha.
Con este simple juego de apariencia la concertación se ha
sostenido sobre su propio cadáver, haciendo empates con gusto a triunfo ante
cualquier error, desinteligencia y hasta corrupción en la que hayan caído. El
“antes acá se torturaba y mataba gente” a flor de labios y frente a cualquier
cuestión, ha conseguido cristalizar las cosas en un equilibrio. Una normalidad
lograda en base al conducto regular del statu quo que solemos creer que es la
política misma.
Mientras Piñera nos mostró una sociedad al debe con el
sentido común, escaladora, egocéntrica y ridícula en aspectos tan perversos como candorosos,
Bachelet nos retrotrae a una cuestión más permanente y general. El afán de
travestir la verdad por medio de una construcción de realidad patética en su
no-poder-miento. El nopodermiento de Bachelet, es justamente el que la
caracterizó identificando a una gran mayoría de chilenos y chilenas.
Aunque la supongamos crecida por su cargo en la ONU, por la
distancia enaltecida y fortalecida en shakesperiana filosofía de “Es mejor ser
rey de tu silencio que esclavo de tus palabras” Bachelet ES la incondicional de
la Concertación y por supuesto de nosotros que reflejados en su fracaso somos
tan incondicionales como ella, con el conglomerado político “histórico” en su
ejercicio democrático.
El molde es el mismo. La venta del hembrismo como cambio, de
maternidad como contención social, de democracia como “izquierda” nos muestran
justamente nuestras carencias con rostro de mujer.
Bachelet, la presidenta descalificada por su aspecto físico,
por su condición de madre soltera, por ser hija de militar, por ser solo una
mujer, por tener una hija rebelde y un hijo “barsa” y por sobre todo ser un
títere de sus camaradas y que sin autoridad –todos fuimos testigos- no tuvo
poder resolutivo ese fatídico 27-F en la Onemi, cuando Vidal y Carmen Fernandez
la deslegitimaron en sus funciones como primera autoridad del país, nos hace
estar en sintonía. Mal que mal nos pasa lo mismo en lo que llamamos vida, en
ambas partes, en la casa y en el trabajo, o por decirlo de otra forma, nuestro
nopodermiento contagia tanto lo público como lo privado.
La incondicional, la yegua madura que maternalmente correrá
la carrera con caballos viejos que han preferido patearse en la cara para
generar expectativa, como buenos caballos de circo, protagonistas de películas
como Los 33 o Tragedia en Juan Fernandez, es la misma de ayer, aunque queramos
ilusionarnos de que esta vez sí ejercerá el liderazgo. Nosotros como ella,
tampoco lo ejerceremos y por eso estamos condenados.