sábado, 28 de enero de 2012

Pacha



Uno sabe donde las papas queman. Y cuando te empieza a gustar, no sólo quieres mirar de lejos, sino que quemarte con la papa. Lo sabroso del asunto, resulta engullir con más sigilo que cuidado, en un afán más de supervivencia que de goce. Ser periodista es un poco eso, meterse en el suceso, no entenderlo totalmente, pero encontrar la pista, y perderla entre tus tontas o menos tontas conjeturas.

Estando desde el lado del sueldo fijo, me interesa sobretodo aprender. Y lo que he aprendido estos últimos 3 meses es invaluable, más que mis desayunos en la cafetería La Nona en San Martín, pensando en los síntomas reales de una enfermedad inexistente.

Metiéndome desde la aventura en las notas verdes, pude obtener una certeza, una opinión: La Naturaleza se venga por medio de la muerte. Se hace trisas, sólo para dar una lección. Igual que todo lo viviente, no acepta derrota alguna, simplemente se acaba de una vez y por todas. No le interesa el conflicto. Simplemente lo disuelve.

Y para acabar con este misterio, no queda más que decirles a todos los conchasdesumadres, hijos de puta sufriente, con vagina estrecha de doble penetración, que la tierra se venga. Que es sabia, por eso los hizo más feos que la cresta. Ratas. Modelos nauseabundos de monstruos verdaderos. Réplicas, sucedáneos, chantas come vergas.

La tierra se venga, WINCAS SACO DE WEAS.

La tierra, whasowashiturriaodebarrioalto, leguleyoinfelizdeunorigenqueocupasynoentiendes, ZAFIOS, se venga. Humanos que no saben vivir, melón y melame, me chupin y me chupai, a ustedes les digo: Rodrigo, Sebastián, acá no fue el carbón artesanal, tampoco los peñis, ni los que están picaos con Celco por patrones inmundos y asquerosos que los explotan hasta reventarles el alma; la única responsable del incendio es la Pacha. La que sabe.

Entonces eso que los capuchones mapuche cabezas de pistola, que losotro los anarkowinketamorfoviolentos somos los culpables de la mansazorra en Quillón, es simplemente inaceptable. Piñera, Hinzpeter, no sean estúpidos. La tierra se venga.

Ese eucalipto, ese pino, tiene avispas taladradoras, que rompen la corteza y adentro ponen huevos con veneno para que el árbol se seque y se muera, mientras se mama todas las napas subterráneas, dejando la Pacha pal loly. Entonces el fuego la purifica, la sana, para que la semilla del cretácico vuelva, como de milagro, y el origen se aparezca siempre como un hijo pródigo aguardando por volver.

Es tan simple que puedo ser vulgar y explicarte alumno del Verbo Divino, que la naturaleza se venga. Y los incendios en Quillón son eso. La Pacha sabe. Como supo cuando entró
el virus Isa al salmón, y el tsunami del Fiordo de Aysén. La plagas llegan cuando el hombre caga afuera del tiesto.

Niñitos listos de la U, miren que facilito. La naturaleza se venga, porque ya dios se murió hace rato, y ya no le compra más esa frasecita que le otorga potestad al hombre sobre la Pacha ”Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. Y porque en realidad nunca creyó en que tenía un padre, bueno, malo, perverso o como fuera. La Pacha, es pulenta.

Así que relajen. Lo más seguro es que Shawarma, el fiscal nacional, va a entender , porque no es tan idiota como el par de enfermos que nos gobierna. Y por último, si le siguen dando a la CAM, la Pacha más se va a emputecer. Por que espérense, aun no han comenzado los fuegos de artificio, gentileza del Cordón Caulle.

Se viene el estallido, porque las cosas están siendo demasiado falsas, y hay que poner orden, hay que entender ahora, quien es la que manda.

martes, 17 de enero de 2012

El Rebelde


La rebeldía es un concepto que se ha popularizado a la par con el mercado. En el siglo XX, como en el siguiente, el mercado y su protegido, el rebelde, han causado la ilusión de movilidad temporal.

El fenómeno Kel, un amago de Britney a la chilena, que en su hit canta “me creo punki”, o RBD, que canta “si soy rebelde” -y últimamente las pueriles tragedias de los teens del canal católico en el culebrón "Corazón rebelde" protagonizada por el sex simbol indiscutido para estupradores, Feña o Denise Rosenthal-, nos demuestra que el rebelde es utilizado como símbolo de apertura y progreso, que es el vientecito en la cara en un viaje realizado en círculos. Ser “rebelde" entonces es inflarse de artificio, como la pornostar que no será penetrada genitalmente gracias a sus enormes "bubis" que la convertirán en fetiche para cuadros plásticos, tales como el bukake industrial o la paja cubana, todo quizás para evitar todo tipo de preñez -y por lo tanto de producto-.

A comienzos del siglo 21 se requiere protagonizar un show funerario. Representar la catarsis de las 12 de la noche del 31 de diciembre, cuando simbólicamente las cosas cambian pero siguen siendo iguales. La estructura sigue operando en la carencia, en la inmadurez, en la victimización de un ser humano igual a todos los demás, que no se distingue del otro y que debe solaparse en fórmulas sentenciadas por el Estado y la propiedad privada.

Las relaciones de poder que existen entre uno y otro, el Estado y lo privado, son proporcionales y cooperativas. Los grandes organismos internacionales han hecho tabla rasa, las leyes económicas son globales, mientras que el mercado genera nichos de consumo que dan la ilusión de estar frente a diversidad (que en realidad es dispersidad), que lleva al "juventón" más modernista a la más senil de las confusiones. Es aquí donde el concepto de rebeldía consigue ser una pieza clave. Ya lo cantaba hace varios años Jorge González: “Me pagan por rebelde, voy contra la corriente”.

Se dice que los que intentan romper con todo, llegando al extremo de hacerse protestas en sí mismos: morir de hambre antes que nutrirse de sustancias tóxicas, inventar todo para tener su propia fe, cambiar su cuerpo autodeterminando su sexualidad, pedaleando distancias extenuantes para no tener que utilizar transportes que contaminan el medio ambiente-, sufren de rasgos narcisistas, pues no reconocen la “autoridad” y peor aún, tienen el hábito de la arrogancia. Yo refutaría esa apreciación. Creo que los jaliscos que se empecinan en reinar a costa de falsos arrojos encarnando la figura del rebelde -cual Lagos que con un dedo fálico-totémico amenazó al tirano de la época pero que a pesar de esa fiereza, cuando obtiene el poder no es más que un gatito ronroneando en las faldas de la estructura-, son los que en realidad poseen ese tipo de patología utilitaria para articular la capciosa farsa social.

Somos su capital humano, el res-pública o ganado ciudadano, que cándidamente cree en identidades individuales, en la “dialéctica de los matices”, en heterogeneidades, claro que todo esto cercado por el mercado. Existen recetas para que cada uno se convierta y adquiera su rol en la sociedad y gracias al consumo de ciertos elementos vendidos por la hegemonía, podamos convertirnos hasta en rebeldes, que le den al Estado y al mercado su ligazón elemental.

Para desmarcarnos de este juego, en donde tiene todas sus fichas el rebelde, se debe crear uno propio, alejado de la triste dialéctica pokemón-pelolais. Necesariamente debemos ser infieles a la herencias, aplicando una transferencia negativa, o más claramente sintiendo odio frente a la idea de estabilidad, instalando lo último como lo primero, trocando piezas, realizando nuevas asociaciones y desacreditando el discurso del otro hegemónico y su supuesto saber, para crear y no solamente hacer terapia de rebeldes para conseguir fama y fortuna.

Uno debe bancarse a sí mismo, ser huacho. Dejar a un lado la victimización, ser un apátrida dejando a un lado esa mortaja llamada nostalgia y desde ahí descubrir el mundo, sin ser un continuador de fallas y omisiones; abandonar los legalismos que intentan solidificarse sobre nuestras espaldas para convertirnos nada más que en sedimento histórico. Esto que a mí me parece repulsivo, me hace evitar la búsqueda de procedencia y de trascendencia; si es que se acepta que la vida es un accidente, una explosión que poco a poco se vuelve sombría, convendremos que la creación, ante todo, es inmanente a la naturaleza. Por lo mismo, creer en lo que la palabra ha hecho ley, en la acumulación de supuestos saberes, en las concepciones oficiales de “verdad”, profitando de las fórmulas que nos sentencian a un modo de vida, sin siquiera interpretarlas, es creer en que uno nació siendo un cadáver.

Para “poder” vivir-se, que es inventar-se, hay que morder el propio cuerpo, aspirando al delirio de autocanibalismo. Y si somos vegetarianos, digamos, el intento de fotosíntesis. Alimentarnos de nosotros mismos, con experiencias y el saber desde el desconocimiento, aumenta la posibilidad de dar de baja ese obsoleto discurso proteccionista y mercantil. Podremos tener líos morales, ser catalogados de locos o autistas funcionales, quizás de anarquistas -y de todas maneras sentir apremios económicos-, pero le habremos dicho que sí a la vida. Dentro de las paredes del palacio que contienen el orden burgués, las instituciones religiosas, de salud, de educación, y las de consumo, que trocaron la plaza pública por el mall, actuamos como prisioneros, con pactos de sangre, mafias, bulling y en definitiva, competencia salvaje, esa que nos hace sentir más y mejores proporcionalmente a la leña que se saque del árbol caído. Excomulgándonos de esa construcción cultural, habremos salido de ese edificio ruinoso que se sostiene gracias a los rebeldes que siempre están dispuestos a refaccionarlo estéticamente, de ataviarlo con bisutería a la moda y, finalmente, fortalecerlo con renovaciones para que nada cambie.

No seamos rebeldes, seamos revolucionarios, pero en una potente revuelta interior. La caridad comienza por casa, como se dice. Antes de la construcción colectiva está la construcción individual. Este es el trabajo que nos hemos saltado y es lamentable verificar en el “comunitarismo”, el “asambleismo” y la romántica política de base que los pinochitos abundan. No hay que temer más de lo suficiente. Nietzsche dijo que éramos islas en un mar sin orillas, pero yo continúo creyendo en que los campos morfológicos existen, que la comunicación telepática y la sincronía finalmente se hacen presentes cuando, individualmente, entendemos que somos parte de un mismo género, sin épocas ni vanguardias.

lunes, 2 de enero de 2012

Los elegidos



A un evento socialité 3.0 (porque el 2.0, ya pasó de moda) es imposible que una flaita como yo, sea “convidada”, pero como un carrete con bar abierto no obtiene el realce suficiente sin mi presencia, las fuerzas combinadas de la naturaleza hicieron el milagro, y por un sorteo entre los trabajadores de la “satánica y conspiradora” Betazeta, que gané con mi tremenda cuea proletaria, pude entrar con alfombra roja al famoso #140scl.

No soy de #Los20delgobierno, y la verdad es que no los vi, eso que podría haberlos visto doble. De paracaidista y con el look de Nikita, @karestroika, o sea yo, se paseó verificando que siempre “mucho ruido, pocas nueces”, ya que esos “influyentes” personajes, en la vida real, no eran capaces de influenciar ni a su pareja en las compras del supermercado (en el caso de que la tengan).

Lagos Weber, Patricio Mery, Bellolio, Karol Dance, Matamoros, Ruffinelli, Florcita Motuda, Ignacio Walker, Soledad Alvear, Denisse Rossenthal, y el decepcionante Nabih Chadud, eran parte de los “influyentes” elegidos. Para qué seguir con una irrelevante enumeración.

Pero a pesar de todo esto, es preferible, antes de andar convirtiendo la simple y patética realidad en ficción conspirativa, vivir en carne propia el supuesto “poder” para darse cuenta que este no existe. Que en Twitter, ni con magia consigues poner una bomba, o armar un movimiento consistente que pase de ser una protesta, que ya se ve a lo lejos.

Cuerpo a cuerpo pude entender porqué Davor Gyuranovic habla de los “antisociales” o “violentista” como su par Simón Oliveros. Hablando de Valparaíso con la Ale Valle, periodista de la Universidad de Playa Ancha, como yo, de Las Torpederas, El Roma y el Amalfi, no sé cómo esta belleza de periodistucho del canal estatal, comenzó a empujarme diciéndome que “todos los tira molotov y marxistas hay que matarlos”, que por culpa de nosotros (de “ustedes”, me decía poniéndome su blanco dedo en el hombro) el país está como está.

Ahí había un verdadero influyente, un reportero que hace 9 años seduce con su cara de guagua criada por nana, a miles de millones que se tragan las noticias como a un completo de un shup’padentro.

La mayoría de la gente no entiende que es un TT, o un TL, o un dm, lo doloroso que puede ser un Unfollow, y qué valía personal y autoestima puedes adquirir sumando Followers. Por eso Twitter, es un delirio comunicacional, que de interesante tiene lo polifónico, el discurso esquizo que es capaz de escribirse en un cibernético “cadáver exquisito”, y ese altarcito para la “filosofía barata y zapatos de goma” que convierte a cualquiera en un aforista experimentado.

Un ejercicio que frivoliza la mente, y marca lo “trendy”, otorgando un nuevo lenguaje que deja fuera a la gente poco sintética y corta de genio.

O sea, un buen ejercicio para un país de lerdos, amargados, dogmáticos y faltos completamente de humor, y en buena hora cuando los gerontócratas de cualquier tinte político nos declaran la guerra generacional de pura pica, ninguneándonos y tachándonos de “recién llegados”, como conversamos con el simpático y en constante transito entre lucidez y chifladura, Copano grande (muy grande).

Pero las herramientas son eso, herramientas, no la vida. Por eso pretender creer que en ese evento estaban “los elegidos”: 140 personas que marcan la pauta nacional porque se pasan la vida contando además de que piensan, o comentando lo que ven en la tele, sus hábitos alimenticios y de higiene, no es efectivo. Es sólo parte del necesario marketing de una empresa comunicacional que tiene como plataforma el Internet y las redes sociales.

Y Twitter por su parte es solo un ejercicio, una terapia de acompañamiento en un mundo donde la camaradería se ha prohibido por exceso de asesinatos a mansalva con cuchilladas por la espalda, y caídas libres tras aserruchadas de piso.

En esa especie de invernadero, en un helipuerto en el barrio alto, no hice más que corroborar que los espacios de la elite comunicacional, son tan pencas como cualquier otro espacio que se construye bajo la premisa del ego. Del status, ya sea del “histórico” en una supuesta “asamblea” o de “twittero influyente” en un “evento”.

Los diálogos se dan cuando existe algo que decirse, algo interesante que aportar y que aprender, y en eso estamos. Intentando hacernos un espacio, en donde sea, y claro, con voluntad, como en todo, se consigue, más aún cuando se entiende que sólo es una idea publicitaria ese cuento de “los elegidos”.