sábado, 17 de octubre de 2009

La bruja y el psicópata




Predecirte. Hacer una proyección exacta. Descubrir que la tuya es un fraude. Que sueñas, pero webadas. Que crees en cosas inútiles y carentes de valor que al único rango o status que podrán elevarte, es al de psicópata.
Deseando a medio morir saltando, porque los deseos ruines y senilmente malvados no constituyen arte alguno.

Deseos egoístas se esbozan en una conversación cualquiera, cuando las superfluas aspiraciones han sido raptadas por la estupidez de la palabra que se presenta banal y nisiquiera tiene la osadía de volverse del todo idiota. La palabra carece de genio, por no tener una raíz más que la que se haya en el parlamento de un héroe de historieta, al cual la carga de episodios le arrebató la memoria.

Como una maqueta de personaje... No. Es aún más artificioso.
Mejor sería comenzar:

Sobre un títere
sin sutileza se expanden los gestos,
que son la pandemia en los rostros que habitan el mundo.

Adusto en las tareas de la maquinaria del rol,
está ahí sin movilizarse demasiado.

Con sueños idiotas y serviles en el ultimátum.

Tarareando una versión musical de Brazil en estilo “libre”,
compone el soundtrack de su vida.

Como todos vas soñando con la princesita azul, pero puedes toparte cara a cara con Cherry 2000 o la señorita Jones y dará lo mismo. Siempre te parecerá mal.

La intolerancia inherente a los draconianos te sujeta hacia la cima de la pirámide. Te parecen bien algunos versos de Neruda, aunque sea un plumífero amado por los asesinos ignotos de la palabra, esos que hacen sus madrigueras en los talleres literarios y se reparten los premios como si se tratara de una rifa solidaria de algún ejercito de soldados pobres, y no diré también cobardes, porque éstos no son realmente cobardes, pues aunque no se presente batalla alguna, estarán en el campo, hiriéndose por lo menos entre ellos.

A ti te importa herir a distancia. Desde una torre. Ahí estas a salvo de los diálogos y el placer de resolver un puzzle con la ayuda de "ALGUIEN".

Te encierras en una especie de bóveda con 76 millones de revistas de puzzles y no sales de ahí hasta tenerlos perfectamente resueltos. Con palabras que crees exactas, que efectivamente no mueven a confusión, aunque puestas de forma horizontal, estén desarticuladas unas con otras, sin capacidad de crear ni una sola frase transparente.

flechas de adioses. fraseos de desprecios, como si en su cara viviera un bailarín felicida.

Y me daba pena…pena haberlo visto así tan de-repente.

Habiendo comprendido su tragedia de hombre que ha soñado y seguirá soñando con mujeres distintas a mí, y distintas a cada una de las que perdió y de las que seguirá perdiendo hasta que un día se resigne, por un cambio en su contextura humoral, y decida, virtualmente obligado por el cansancio que siempre tuvo, a quedarse con una,
me dirijo a la cocina y me fijo en el arroz. (¿estará envenenado?)