lunes, 24 de mayo de 2010

profecias

A punto de dejar partir la vida, como formalmente se le conoce, la infradescendencia empuñaba un mastil en señal de ofrenda. Flameaban las velas y las banderas al compaz de un viento campesino que arrojaba escupos fieros sobre la siempre burda superficie.
Esperaba sin desvelo al anticristo. Ya había ido y vuelto, y de nuevo a la peor de las cruzadas. Obedecer a un padre ausente, que aparecía como una voz convirtiendole en psicótico, y subordinarse a la patología, a su propio drama, negarse vicios, por lo menos publicamente, y entregarse a la chusma inconciente. Ahora por lo menos sería más arriesgado, porque de Mesías a Redentor hay mucho camino recorrido, y esta vez, de seguro, el viático tendría para darse ciertos lujos.
La gente entendía que la victimización ayuda, pero también envilece. Que el dolor otorga misericordia, pero también lástima. Que la bondad enternece, pero también invalida. Todas esas modas nihilistas, y luego todo ese acento rubicundo en el hedonismo, habían causado terremotos psíquicos. No era necesario ser romano para tener uvas en la mesa, o vírgenes del peloponeso. No había que ser judío para practicar la usura y condecorarse como elegidos. No había que ser Jesús para prometer calidad de vida y reglas de convivencia, bastaba con una primaria.
La potestad estaba dada a granel, y las ganas, el ímpetu, el prozac y el valium que harían milagros sobre los siervos. Porque aquí todos hemos nacido con boca, y si somos mudos existe el lenguaje de señas y el escrito.
Entonces su segunda venida no era con el carácter de vocero, o de predicador, o de pastor, o de político tradicional, ni siquiera el de líder natural. Venía porque el tiempo así lo determinaba, y no hay nada que hacer cuendo se cumplen los plazos prescritos por la naturaleza. Los tiempos de siembra y de cosecha son siempre los mismos y aun de la variación del clima y el calentamiento global, sobreviven las cuatro estaciones. Los niños nacen a los nueve meses y los potrillos a los 12. Y así el momento del cese y el apogeo, de la vida y de la muerte tienen un carácter histórico dado por el habitual y sencillo reloj biológico.
No le interesaba más que esperar por el anillo, por la espada, por la mancha de aceite en medio de las cejas. Esperaba por el poder que era dado de forma mágica y que contravenía incluso las voluntades y los deseos populares. Nadie sabia bien porqué debían creer en él, pero los beneficios siempre son tomados en cuenta y eso de que finalmente se hará justicia y los pecadores realmente pagarán, hacia ponerse a la mayoría del lado de los buenos. Pero como en todo hay azar y más de algún error hemos arrastrado, como sabemos que las instituciones funcionan (y no hay posibilidades de lucha cuerpo a cuerpo, y solamente maquinas y oficinas de inteligencia y guerras frías donde quiera que se vaya), y que las traiciones han tomado protagonismo para desencadenar el futuro, podemos esperar que los cálculos salgan mal, y toda esta historia, con sus sacrificios, no ha valido la pena ni la alegría. Ser la excepción, quizas le de una relevancia mayor a la esperada, y podrá por fin desacreditar a los beatles, porque simplemente él será más grande, no solo por resucitar, sino por volver a exponerse como cantante pop, como político durante campaña, como pornostar, como narcisista blogera, haciendo uso de sus estigmas, rompiendo el vaticano, escupiendo a los financistas, castrando a los musulmanes, sodomizando a los pederastas, para darse cuenta que ante tantos anticristos, solo puede hacer una cosa, dejar de hacer el ridículo, el mismo ridículo que hacen los niños anarquistas que terminan muriendo como el tío lucas por una explosión rastrera, o las mujeres que intentan liberarse y terminan solas siendo acusadas de lesbianas, y unírseles para liderarlos.