martes, 25 de junio de 2013

Más que un candidato, un proyecto político desde el pueblo y para el pueblo

Me he caracterizado por apoyar la construcción de un proyecto país  emanado desde las bases y entendiendo que esto no está siendo representado por la clase política en donde prima el partidismo, y dentro de ellos el caudillismo de las cúpulas, aposté por la abstención electoral. Bien lo saben las páginas de Punto Final, donde he abogado por esta postura. Esto sucedió hasta que surgió la oportunidad de sumarme a la candidatura amplia, inclusiva y participativa  representada por José Antonio Gómez, un candidato que desde 2009 se plantea a partir de un proyecto que va por encima de él mismo.

Gómez no es una figura. Cede su capital político al Poder Constituyente, algo muy importante en un escenario donde son los candidatos los que piden adhesión e incluso fanatismo de parte del pueblo, convirtiéndose en líderes al estilo Antares de la Luz, cuestión que deja en segundo plano a la ciudadanía y sus necesarias reivindicaciones.

Las vueltas de la vida me ponen empujando esos sueños junto a él en miras de crear un frente popular de izquierda que pueda terminar con la duopólica correlación de fuerzas que tan entrampado tiene el verdadero desarrollo de Chile.

Es cierto. El Partido Radical carga en sus espaldas la Ley Maldita y personajes tan siniestros como Agustín Figueroa o Isidro Solís, pero también representa el espíritu de Valentín Letelier y Pedro Aguirre Cerda, que colocaron en el centro de toda discusión la educación pública, laica, gratuita y de calidad. Además, cosa que no se recuerda, este partido apoyó el proyecto de la Unidad Popular con una impronta marxista, sin ningún tipo de complejo.

Por eso no me resulta repugnante darle mi apoyo al único candidato que disputando su cupo presidencial en las primarias de este 30 de junio, se ha comprometido a cambiar la Constitución gremialista que rige desde hace más de treinta años los destinos de la patria, perpetuando y lo que es peor,  naturalizando la inequidad y los abusos.

De esta forma no solo se distancia de la Concertación sino que se enfrenta a su poder mediante consistentes propuestas que pretenden superarla, siendo la más importante la de una profunda reforma tributaria, para que por fin la explotación de las riquezas naturales, en un modelo exportador primario que acarrea altas externalidades negativas para las comunidades, tenga un aporte consistente en la obtención de financiamiento para la educación y la salud de calidad y gratuita que nos merecemos como chilenos, y que las regiones de donde provienen estas riquezas, que en vez de desarrollarse sufren de los embates del supuesto “progreso”, puedan beneficiarse directamente sin que el recaudo se centralice.

Portales y luego Guzmán crearon trampas legales que nos tienen presos de una situación indigna marcada por el sometimiento de un contrato social que nos posiciona como meros usuarios.

En definitiva lo que más me entusiasma de esta candidatura a contracorriente y que tiene como valor fundamental la valentía, es la propuesta de un  Estado que no sólo sea una plataforma de poder para los empresarios, sino el alma de un Chile justo y digno, donde cada uno de sus habitantes tenga una vida con garantías elementales y posibilidades de desarrollo sin echar mano al clásico asistencialismo.

Ha llegado la hora de que la institucionalidad sea obra de un frente amplio que represente el alma ciudadana por medio del proceso constituyente. Más allá de el triunfo de un político, queremos el triunfo de las mayorías, hasta ahora silenciadas e ignoradas por la clase política decadente y anquilosada entre las cuatro paredes de lo que se conoce pomposamente como República y que no alcanza ni para republiqueta.

Los invito a no dejarle la Concertación a los concertacionistas y votar este 30 de junio para darles una lección de participación haciendo uso del tan manosiado poder de las “nuevas mayorías”.