jueves, 23 de abril de 2009

LA NOVATA



Quillotanos culiaos. Métanse su San Luis por la raja, jajaja.

Un viejo, al final de la lectura, le pregunto a un supuesto profesor de literatura, que terminó por admitir que era periodista del "observador" en crónica roja, si no era completamente inconveniente para un pedagogo el tipo de poesía "de esta señorita" (aludiendo a mi persona) que utiliza el peor lenguaje que uno podría llegar a ocupar como ejemplo para un niño. Yo estaba detras de él y no pude aguantarme la risa. salió espontáneamente. De una manera formidable me sentía absolutamente alagada por su crítica, e impelida a decirle serenamente que la literatura y la poesía puede hacerse como al autor mejor le parezca (aunque sea usando la palabra pico o picana) y que al ser arte no tiene porque ser pedagógica. Luego comenzó a hablar de la verdad, pero me fijé que no tenía idea, o simplemente sabía mucho acerca de su construcción. Era como uno de mis tíos abuelos de quillota, esos que tocaban el acordeón y me pilliscaban el cogote con una manía militante. El viejo llevaba un sombrero oscuro y una parca de banckboston. en fin. Salí del lugar y me dediqué a recorrer la plaza, que es muy bonita, con árboles tallados: uno con unos infantes debajo de una callampa silvestre, supongo por lo largirucha. Tenía el himenio y el sombrero bastante contraido y a mal traer. Y otro, que era un enorme tronco botado mostrando unas raices que tenían la imagen de un sistema solar, en donde los planetas que giraban eran rostros con expresiones bastante atormentadas, en torno a un sol que no digamos tenía buena cara.

Había una pérgola donde los fines de semana los orfeones despliegan su repertorio, demostrando que hasta los hombres más desdichados y perversos pueden reproducir melodías. En el centro de la plaza, una pileta honda, con luces y chorros de agua saltando hacia arriba a gran distancia, réplica exacta de una que está en Washington, según datos del periodista de crónica roja. Además, una especie de parrón, una jaula gigante, que a la hora del recorrido estaba tapada con un gruesa tela polímera verde, donde hay faisanes, loros, catitas y hasta tucanes encerrados, un monumento a diego portales y un memorial a los detenidos desaparecidos, que es como un mausoleo en miniatura con unas palabras de neruda que ya no recuerdo. ¡tantas que dijo!

Habían muchos juegos plásticos donde niños gordos y muy pocos flacos, quedaban con los pelos parados por la estática luego del resbalín. Me aseguró el organizador, un bibliotecólogo animado y gentil, que a los padres les da la corriente cuando sacan a sus hijos de cualquiera de los juegos. En los balancines no dejaron subirse al Banda, que quería acompañar a claudito, que a todo esto siempre fue entusiasta y obediente, en sus subidas y bajadas alternadas y "democráticas". Cuando estaba en eso, vino un municipal y lo hizo bajarse por "adulto". ajajajaa. Luego se subieron a otro visiblemente más grande y resistente, pero el municipal volvió, esta vez acompañado por otro, a repetir la resolución: Expulsión permanente de todo balancín a 200 metros a la redonda... eso a pesar de que "chico" Banda es más menudo y liviano que cualquiera de esos pobres pendejos afectados por la obesidad. Puta que hay cabros guatones¡ y puta que es inexorable el paso de los años¡

Me puse en el bolsillo dos flores de floripondio, que abundan de una manera sospechosa en la plaza de armas de quillota, y volví a entrar al lugar donde habíamos leido, arriesgandome a encontrarme con cualquier tipo de conversación humana. Calera v/s quillota, más tortura, más dictadura, padres militares victimizados, futbol, política y demáses.
A un costado de la plaza, y luego de la considerable cantidad de atracciones, estaba el lugar que por lejos más la llevaba, pues el sitio que albergaba "la lectura por el día del libro", era como la casa de vidrio: progresista, elemental, estrecha y funcional ya que contaba con cocina y baño. Ahí estaban todavía un par, resistiéndose a abandonar el cubil "culturizoide", hablando sus fomeses que pululan por los mismos tópicos, sin siquiera penetrar su centro jamás. Duró poco en todo caso. Creo que hubo cierto grado de empatía entre los camaradas de viaje y decidimos marchar hacia la costa.

La lectura consistió en leernos entre nosotros. Leyeron tres de quillota, donde solo uno era digno, pues los otros dos componían una dupla de hipocondriacos autohipnotizandose: un friki enamorao, y el periodista de la crónica roja, que dentro de sus tantas revelaciones declaro sentir a Talca como segunda ciudad. sus textos pasaban de ser un cursi plagio a una justificación de la infamia y la tortura, con pulsiones psicópatas y hambrientas de delirios trémulos. El que salvó a los locales, así como chupete suazo lo hizo con san luis, fue un chico directo y sensible que se hace llamar chepe vicentiko.
Y de visita. Tres proceres porteños: Winter fue presentado como un exitoso muchacho de 26 años, mientras yo miraba sus nortstar flamantes. Leyó apresurado, como es él, pero esta vez exploró la lectura de nuevos poemas, lo que refrescó la imagen que tengo sobre su trabajo. Creo que ese chico tiene corazón.
Banda es sensacional. Puede parar un show mediante el sólo lenguaje. Me recordó los tiempos de la lira de cordel y la comunicación primal de transferencia femenina.
Otra cosa rara fue que tuvimos que leer sobre un escenario muy pequeño, pero bastante elevado del nivel de los espectadores y para más remate de pie frente a un micrófono. Jamás había hecho eso. era como jugar a ser solista de baladas románticas, o un fenómeno de circo. no sé si es mejor o peor que hubiese estado leyendo poesía.

Creo que debe haber sido chocante para todos.

Lo único que logré escuchar en la sala mientras hacia el "gesto mecánico", en frente de un escasísimo público (a parte de los que leíamos, unas 4 o 5 personas, exagerando) eran los globos de chicle que se reventaban en la boca de claudito. Jajajaja. la primera vez, creí que había sido uno de esos aplausos que salen de un espectador ansioso por que el tormento termine, pero por suerte era el chicle. Leí la inutilidad del querer. nunca lo había leído antes. me gusto leerlo. sentí que era tal cual y hasta me resigné a la condiciones del amor.

Es raro, pero recién en este momento retorno a mi convalecencia del desastre nuclear. Mientras estuve con banda, winter y claudito, me sentí muy contenida. Son unos principes esos cabros. Y me gusta que esas cosas buenas también pasen. Después de lo que pasó con el choque, quedé con la sensación que habían puros buitres a mi alrededor y que no había salida en este maldito puerto. eric carvajal y su total y completa locura, el desbande por tan poco de mi amigo F, y la pendular manía de buscar donde no hayaré más que desamor, me tenían un tanto atontada. pero pasan cosas a veces alegres.

Aunque luego de haber caminado por la orilla del mar en caleta portales, donde los poetas porteños y claudito, el grande,bajamos del vehiculo a tomar aire e intercambiar nuestros libros expresamente dedicados, constaté que los cochayuyos filtran el oceano de botellas plásticas y embases de comida chatarra. Pensé que quizás también pudiera ser cientificamente comprobable el resto de los versos de ese poema sentimental que llamé "Corín Tellado"

"Ahí
en la telaraña que atrapa las ilusiones como a las moscas
en los cochayuyos que filtran la mar de los embases de papas lays y las botellas polímeras con kerosene
es ahí donde mi corazón zozobra
y se derrama
saliéndose de su PLASTIFICADO al vacío
profiláctico
Y así se desmembraba como un collar en cientocincuentaiseismil bolitas rosadas

Otro monólogo
pienso que piensas
y la gallina cloqueando"

No lo leí en quillota. No es algo que me enorgullezca. A nadie le puede enorgullecer la contaminación, a no ser que sea un jefe de obras comunista en Chernóbil, o un ingeniero freista. De todas formas me fue imposible no ver lo que estaba frente a mis ojos. Las botellas plásticas, las papas lays, los cochayuyos, el enorme mar, oscuro y frío, contaminado, y a pesar de eso, siendo siempre la cuna de la vida, como decía el viejito poeta en la noche de la iguana, y mi tonto corazón, desmembrandose como un collar en cientocincuentaiseismil bolitas rosadas.

Ya con el cuerpo en casa y los pies congelados envío un
saludos al vacio de un universo tan lleno de cosas.