martes, 29 de junio de 2010

Cosas del Fútbol

Es increíble como aumentan los amargados poniendo en riesgo al el fútbol y su investidura de deporte Rey. Cada vez son más las personas se dan cuenta que esta “pasión de multitudes” es parte de las maquinaciones del poder para mantener bajo estricto control a las masas subalternas. Ya no es raro escuchar que el Mundial de Argentina 78, así como Italia 34, fueron asignados tras conversaciones entre los Dictadores de turno y la FIFA, o que Bilardo y el mismísimo Maradona durante el mundial del 86, estuvieron dispuestos a todo -dar diuréticos a los brasileros, pinchar con alfileres a los jugadores contrincantes y hasta la memorable “mano de Dios”- para ganar la Copa del Mundo, ya que Videla, y la Junta, a esas alturas destituída, clamaba jerarquía por sobre los ingleses con quienes disputaron y perdieron las Islas Malvinas.

Lo mismo ocurrió con Pinochet en el mundial de Alemania 74, cuando el tirano personalmente les pidió a los jugadores, en el hoy chamuscado edificio Diego Portales, dejar bien parado el nombre de Chile, situación ampliamente recordada pues dentro del plantel se encontraba el “upeliento” Carlos Humberto Cazsely, quien se negó a darle la mano, mientras miraba gallardo hacia el horizonte. Todos sabemos que fue el primer jugador expulsado con tarjeta roja durante el juego inaugural con la República Federal de Alemania y las especulaciones no se hicieron esperar: qué Cazsely por su resabido marxismo leninismo no estaba dispuesto a enfrentarse a los compañeros de Alemania Oriental, donde residía un sinnúmero de exiliados chilenos, y que su antipatriotismo nos llevaba a la derrota.

Pero más allá de las anécdotas locales, como que Bachelet sea la tía de la Roja y amuleto indiscutido, a pesar de las portadas de LUN, o que Bielsa evidencie su desprecio por Piñera en la despedida en Pinto Durán, el fútbol es el deporte más utilizado para la competencia entre naciones, situación que responde a una lucha racial, en donde los cuerpos de los jugadores son valorados según su procedencia. Así se dice que tal o cual país, es superior o inferior a otro. ¿Acaso no escuchamos que los hondureños recién se estaban bajando del árbol y que por eso con Suiza sí teníamos un rival de verdad?

El mayor problema es que muchas de las naciones dominantes en el concierto internacional, nacionaliza a jugadores de antiguas colonias para aumentar su potencial futbolístico. Francia se surte de esta manera para armar su equipo con el congoleño Mandala, defendiendo su arco, el senegalés Evra, y el nacido en Guyana Francesa Malouda. Lo mismo ocurre con Portugal que hecha mano a los brasileros Liedson, Pepe y Deco y a los caboverdianos Nani y Rolando. ¿Una especie de esclavitud, claro que sumamente remunerada?


El Fútbol tiene varias condiciones que lo transforman en un juego propio de nuestra era: exalta la euforia popular que sirve como sucedáneo al verdadero orgullo patrio o identidad nacional, aumenta el consumo de bienes y servicios, se basa en la competencia entre naciones, y su método de evaluación se define por medio de la acumulación. Si me pongo aún más amarga puedo agregar que el fútbol, además, posee un intenso rasgo machista al atacar penetrativamente hacia al arco para “meter un gol”. Pero más allá de estas apreciaciones vinagres y politizadas, debemos entender que estos grandes eventos deportivos siempre han estado sujetos a intereses no tan sanos ni liberadores como quisiéramos pensar.

En el Waka Waka Shakira nos dice “Porque esta es África”, y se nos viene la imagen de ese moreno incansable con sus vuvuzelas, repitiendo la expresión foránea, por estúpida que sea, con increíble entusiasmo, convirtiéndose en un anfitrión ideal que al parecer ha olvidado que de esta nación partieron cargamentos humanos para satisfacer el hambre imperialista de ingleses, holandeses, portugueses y franceses., que fue segregada con en el apartheid, y que hoy por hoy, a pesar de las reivindicaciones de Mandela y el espíritu festivo manado de esta fiebre mundialera, África sigue siendo un continente saqueado por los intereses económicos dominantes, que en este momento intentan lavar su imagen por medio de inversiones propias del negocio del fútbol, en donde circulan tantos millones de dólares que contrastan con la realidad africana donde se concentra el índice de pobreza, ignorancia y VIH más alto del mundo.

No es por aguar la fiesta, pero por más fastuoso que sea el estadio de Nelspruit, y aunque la oferta hotelera reciba a los turistas a cuerpo de rey, no puedo olvidar a esa multitud postergada e invisibilizada por medio del fútbol, “pasión de multitudes”.