domingo, 7 de noviembre de 2010

La importancia de llamarse Paul (O Piñera)



El profeta de los tiempos ha de convertirse en pulpo a la gallega. Porque el futbol es el tiempo. Porque sólo 90 minutos te hacen ganador o perdedor. El marcador es definitivo. Y más vale tener un gol de penal, que una tesis doctoral en Frankfurt. (O un doctorado en Harvard).

Porque 33 caracteres deciden la sobrevida que tapa toneladas billonarias de muerte. Y eso parece chiste de gallegos. Una tontera que se trasforma en milagro. Así como decir Miguel Ángel de Villa Alemana CNI mediante. ¡Qué recuerdos!

Cuatro años que parecen ser un suspiro en la vida cívica de cualquier político con legítimas aspiraciones, puede ser en la vida molusca, la ventosada a la vitrina mundial. Porque el pronóstico, la predicción, sigue siendo el talento divino.

Un minuto de silencio por el Pulpo Paul. Un minuto de silencio por la especulación. Un minuto de silencio por el loto y por el Kino.

Así, con el vaivén del nuevo milenio, nos vemos la cara entre rajazos y numerología. La incerteza del sistema permite a Jodorowsky ser un Best Seller, al Pulpo Paul ser un personaje público y a Piñera ser el presidente del Mundo.

Qué Joyse, qué oráculo de Delfos, qué Maquiavelo. Hemos entrado en la era de acuario agarraditos de una pata del Tercer Reich. PORQUE CHILE SOBRE TODO. PORQUE EL COLO SOBRE TODO. HEIL, Y MIL VECES HEIL PULPO. QUERIDO PULPO PAUL.

Un homenaje sincero a sus arácnidos tentáculos de tan insigne profeta.
Repito, un minuto de silencio.

¿Qué son 120 segundos? ¿Acaso un orgasmo? Ni cagando, pero depende, eso depende de la suerte, de la excitación, de la algidez del “momentum”, como el dólar en la guerra de divisas. Por lo tanto y considerando la infraestructura biológica de un pulpo, todo puede pasar. Como que 33 mineros estén vivos a pesar de la barbarie miserable retrotraída a la cuestión social del entrañable Baldomero.

Como la estupidez de un pulpo a la gallega, que pierde todo por la ambición octopeda de echarse a 17 millones por el fraude en la ANFP.

Y usted no me entiende, me encuentra “Loca, loca” como la canción de Chico Trujillo. No me importa. Qué más da, si además, la muerte no importa. Hay Wikipedia que podrá inmortalizarnos.

Que va que los diarios envuelvan pescados o guaguas bastardas, hay virtualización, “clouds computing” que harán el inconsciente de la época. La que dejará en los anales de la historia a el octópedo, y en la posteridad como seguro candidato a rol de anticristo.

El pulpo es el que se adelantó a la fuerza corrupta de la carne, la esclavitud bien remunerada del cuerpo. (Futbol, en términos simbólicos, o explotación del hombre por el hombre en términos mediocrizados).

¿Díganme si a estas alturas no encuentran cierto parecido entre Paul y Piñera?
Un ludópata que consiguió que el Olimpo lo aceptara entre bombos y platillos.

La cuea, la racha, la estrella en la frente que brilla sin que sean tres magos negros los que te pongan la fianza, sino que miles, embobados por los neones de los marcadores del juego.

Maravilla de época, inmediata y perfectamente temporal.

El Pulpo Paul a Muerto. ¡Viva Piñera!