No se sabe pero se siente. Esa es la magia de la política, más si es a “la chilena”. Marcados a fuego por el ingenio o la estulticia, por la vanidad o la paranoia, hay situaciones inevitables, como el paso inexorable del tiempo, que margina todo criterio distinto al planteado por el vaivén bipolar del péndulo cucú.
Porque la yeta visible de nuestra primera presidenta de la República, fue superada por el rajazo de nuestro primer presidente derechista en un estado de derecho.
Las cosas a veces están marcadas por una huella trazada por lápices omnipotentes que paradojalmente dibujan mamarrachos ininteligibles.
No pocos sentimos vergüenza propia y hasta espanto.
Demudados por la absorta mirada ignorada de Bachelet en la Onemi, la orate locuacidad de Vidal, su vocero, ahora montado en un tanque con el mismo fascismo de su delfín Harboe, el racismo de Perez-Yoma, el usufructúo de Viera Gallo, el nepotismo de Lagos Weber, no hicimos lo que pudimos, cuando hicimos lo que quisimos con nuestro pellejo.. Y tras el silencio, el bullicio del neopopulismo de Piñera; una vergüenza que cambia de sitio, porque está mezclada con un rastro de venganza, de destino, aunque sea innoble siquiera pensarlo.
Este tipo que en plena revuelta que los jóvenes hacen en contra de la reforma en las jubilaciones impulsadas por el bonapartista Sarkosy, se calza el sombrero de Napoleón, mientras es felicitado por los líderes del orbe por el salvataje a los 33 mineros explotados por un sistema reventado, y del cual ha sacado tanto provecho tanto en términos privados como públicos, es nuestro líder indiscutido.
Un hombre que ha crecido con el mismo vértigo de una acción al alza, pero que a pesar de haber sido tocado por la fortuna recorre el mundo regalando piedras de un territorio depredado por la ignominia y ferocidad del mercado.
No podríamos estar más develados. Más evidentes, más puros en la absoluta transparencia del poder. Vulgarizados por las circunstancias. Por el reflectante encandilamiento del espejo amplificante de la prensa y el espectáculo.
Porque mientras el “Presidente” se siente héroe de una gesta, los mineros se declaran “victimas”, no solo del encubrimiento de los gobiernos de turno, sino del sistema completo, y de sus propias y cotidianas ambiciones, tan rastreras y vendepatrias como las grandes aspiraciones del capital. La violeta ya lo dijo: “el minero ya no sabe cuánto vale su dolor”. O quizás sí, y lo homologa con el valor de un plasma, o de una contundente compra en el supermercado.
El sistema funciona, porque las maquinas humanas funcionan, porque la producción en serie funciona, porque la moledora tiene carne que moler. De otra forma nada de esto sucedería.
El Bacheletcidio es una cosa. El tiro en la cabeza dado casualmente, como jugando, por una Concertación colapsada por sus errores “no forzados”, y otra muy distinta es que todo confabule en otorgar oportunidades para calzar sombreros con tanta cinta a quienes no tienen cabeza.
Y eso primeramente, porque estamos haciendo el trabajo del sombrerero de Lewis. Choqueados por tanta imbecilidad que reina, o de la antigua reina en éste, el país de las horrorillas, hacemos la pega de coronar con la horma perfecta a nuestro propio captor.