lunes, 24 de enero de 2011

La chica light



Estaba hablando animadamente con Fesal sobre mis motivaciones para rellenar hojas en blanco con caracteres que pueden interesarle en alguna medida a los demás, mientras acariciaba a su gato Petunio.

Tratando de justificar de alguna manera mi afición obsesa, mi premura y febril intensión de comunicar, mi grafomanía si se quiere, el gato saltó a la mesa y comenzó con solemne elegancia a recorrerla, cuando vino un zarpazo humano y a mansalva, que logró desplomarlo abruptamente y contra el piso.

En mi sorpresa indignada estuvo la chispa que me alumbrara las entrañas y la contestación precipitada que confirmarse que esos detalles, esas “pequeñeces”, vengan de donde vengan, son mi inspiración perentoria.

Nada más explicándole lo anterior saltó en su defensa el veterano Chaín, argumentando que estos temas “light” de los que hablamos nosotros “los jóvenes”, no tenían una real importancia frente a las grandes problemáticas humanas.

Porque no webiemos. Los humanos somos humanos y no animales, y nos debemos soberbia y vanidad a todo evento. Eso de defender a los perros de las leyes de eutanasia, y todas esas analogías entre los Nazis y/o Stalinistas y Agrosuper, son una tontera magnífica y profundamente hueca.

Entonces los perros y los gatos, pueden irse a la mismísima Checoslovaquia.
Le planteo a mi inter-locotor, que me pide a gritos, sostenga un dialogo “serio y verdadero” qué sucede con los 4 niñitos que hallaron abandonados por su madre drogadicta.
¿Porque los vecinos, humildes y por lo tanto pertenecientes de ese solidario “pueblo chileno”, nunca los ayudaron?

Si sabían la realidad de la madre, y la enjuiciaban a la hora del tesito, después de la misa, y afuera del colegio donde esperan hasta que salgan de clases sus hijos ¿Cómo dejaron que indefensas criaturas sufrieran la soledad, el miedo, la tristeza y el hambre?

Opera la misma lógica que con lo no humano, porque lo humano es adulto y razonable, trabajador, notable, pensante, productivo y “consciente”. Ni los perros ni los niños, ni las madres drogadictas, lo son.

Entiendo que cuando se estaba en Dictadura, hablar de machismo era un tema light. De seguro yo lo hubiese sido, aunque el patriarcado haya fundado ejércitos estoicos, soberanos, prusianos y gloriosos.

Y ahora con miles de sociólogos y juristas construyendo la democracia, hablar de los animales también resulta light, aunque para conseguir que se mantenga equilibrio de poder y el transito de él, sea vital no abusar de su ejercicio, precisamente con los más débiles (de verdad débiles y no caben en esta categoría pusilánimes, piadosos y cobardes).

Los “jóvenes”, nosotros que apenas se nos seca el ombligo según los que nos llaman “jóvenes” (y eso a fin de cuentas es bueno, porque quienes se autodenominan “jóvenes” son aquellos políticos como MEO, Lagos Weber, Orrego y Tohá, que frente a la gerontocracia y putrefacción concertacionistas, parecen sentirse un olor mejor) no sabemos nada de los tiempos duros, donde de verdad la lucha era cuestión de vida o muerte.

Nosotros que sabemos del mal de oídas y que el aporte que podemos hacer es ese superficial y decorativo de la generación Jackas, también sabemos que en la superficie radica la totalidad.

Que ahí donde los polos se rotan y transitan, el viaje puede ser infinito y ágil, como si fuésemos montados en un patín sobre una cancha de hielo. Sin frenos podemos advertir lo evidente. En el flujo diario de perros y niños, de viejos que barren las calles y buscan cartones, o piden con su mano tullida una chauchita porque el montepío es miserable.

Lightmente “los jóvenes” nos damos cuenta de la dialéctica, de la reducción binaria y mediocre que se da en la relación humano- animal, profesor-alumno, chofer-peatón, niños-adultos, y un terminable y odioso etcétera.

Definitivamente nos damos cuenta de las mismas porquerías de siempre, que podrían volver con la brutalidad de antaño, esa que parecen anhelar para nosotros los hijos del rigor, de no haber hecho de éste un tema light, uno que se habla mientras se anda en bici, se toma un copete, se postea en un muro, o se hace el amor.