miércoles, 2 de marzo de 2011

EPIC FAIL



No vi absolutamente nada del Festival de Viña. Ni siquiera Calle Trece. No les voy a mentir diciéndoles que ese tiempo lo utilicé leyendo a Zizek, o que continúe digiriendo el libro-bomba de Gonzalo David.

En esas horas muertas aparecieron en mi cabeza disgregaciones a cerca de la figura de Allende, el suicidio asistido, el GAP, y en la triste historia basada en la necesidad del arrojo y la también necesaria trampa, como en la que cae el “artista” a causa del “monstruo”.

El pastiche no me lo carguen a mí. Hay demasiada información circulando, espacio radioeléctrico enloquecido y amplificado por las antenas de telecomunicaciones, y revisionistas que amenazan con abrir cajitas de pandora para volverse aún más escéptico y amargado que antes.

Me entristece pensar en el heroísmo, en la dicotomía que siempre encarna. En el lado B que aflora cuando las cosas van bien, o demasiado mal. En el espectáculo permanente. Inclusive en la derrota.

Porque Viña tiene Festival, y porque Chile tuvo una reina, un dictador, un mártir, y un número uno del mundo... ¡Arriba los corazones! Aunque nos haga mierda un bisexual peruano, quizás despechado por algún escritor “mala onda” o un analista político neoliberal.

Nunca he entendido cómo tanta gente puede divertirse con “artistas” de tan poca monta. Lo que para mí es un franco sufrimiento, para otros es un deleite de los sentidos. Pero a pesar de creerlo casi siempre, no soy la medida de todas las cosas.
Lo entretenido es cómo se organiza la estupidez. Como se es capaz de institucionalizar una competencia de perdedores en base al griterío y chillido meón de pendejeria lumpen y viejujas teñidas.

Una antorcha de plata, una de oro, una gaviota de plata y otra de oro, conseguidas como pago a un tiempo perdido sobre una escena que se monta para permanecer decadentes. Con la voz ajada por la repetición y con una fanaticada que poco le importa el futuro.

Que vive de recuerdo, de éxitos pasados de moda, de besos desteñidos y farsantes, de literatura de autoayuda, de héroes que el arrojo los consumió en un segundo. De revisiones en horario de trasnoche que muestran los Epic Fail, como las operas primas de los “artistas” que jamás tendremos.