martes, 19 de abril de 2011

Carta al Director

Señor Director:

Me dirijo a ustedes para en primer lugar felicitarlos por su perseverancia –llegar a una edición número 100 habla de un proyecto lleno de coraje, ímpetu, organización y creatividad, entre tantos otros elementos- y sobre todo por ser un diario que aspira a los valores ciudadanos que nos llevan a querer formar una sociedad nueva.

En segundo lugar me gustaría hacer hincapié en el ese “sobretodo”. Siento que a veces el periódico cae en argumentaciones para validar ciertas prácticas por el sólo hecho de que los grupos o personas que las practican, representan “los viejos estandartes” de la resistencia en contra del imperio. No obstante, al hacerlo se cae en un círculo vicioso que nos hace imposible la tarea de generar una nueva manera de enfrentar la política, en sus maneras más cercanas y reales, en el día a día.

Como no quiero generalizar esta tendencia, porque además, es tarde mal y nunca, voy a hacer referencia exacta a un botón de muestra que me resultó especialmente molesto.
Le cuento señor director, que sin gustarme tanto Amenábar, fui a ver Ágora junto a mi hijo de 11 años nada más que por curiosidad. Al fin de la película, el niño fue enfático al declarar que le parecía bastante bien creer sólo en la ciencia y en el caos del universo, puesto que “todas las religiones valían callampa”.

Esto a pito de la trama de la película que retrata la antropofagia cultural sufrida por el imperio romano a manos de fanáticos cristianos y elites judías. Para colmo, lo que realmente se quería atacar, era la tradición intelectual y la posición femenina relacionada con las artes y las ciencias encarnadas por Hypatia en el film referido.

El devenir y las asociaciones cotidianas, llegaron como suelen hacerlo, de forma espontánea y casi casual, cuando leyendo El Ciudadano, en su edición dedicada al debate por el consumo de marihuana, y por lo tanto una edición especialmente “pro”, me encontré en sus páginas centrales con un reportaje vivencial de usted señor director.

Fue bastante impactante para mí, como asidua lectora, y aún más como columnista que aparece en sostenes, la radiografía realizada respecto a la “mujer” bajo el prisma Iraní, país al cual había una manifiesta simpatía, por cierto política.

Es interesante que la primera sensación ante la exposición realizada por usted señor director, de que la mujer cubría su cuerpo por la bella y romántica idea de ofrecérselo sólo a su marido, me diera una vergüenza inusitada, y las ganas de pedirle que de inmediato bajara mi foto de la web, y de la edición impresa, que tanto deshonraba su diario y a mí misma, por supuesto que también a mi pareja, a mi hijo, a mis padres, a mi hermano varón y a todos los lectores de tan repugnante columna.

Evidentemente al hacer uso del viejo sistema dialéctico, binario, dicotómico, polar, no puedo estar en contra de Irán, pues me trasformo en su enemiga, y por lo tanto parte de la reaccionaria facción imperialista, no obstante un Estado políticoreligioso, que ni siquiera puede separársele por guiones, no me permite ponerme a la lata.

Eso de que la mujer es venerada, y que en Irán las condiciones son mucho menos agobiantes que en los países que están abalados por Estados Unidos, me resultaron un eufemismo, una justificación a la barbarie musulmana, más o menos cruda, con más o menos chipe libre. Esa fue mi segunda reacción, y que vivan mis pezones erectos y esa cara de satisfacción, bien descubierta para el deleite del “Desconocido que silba en el bosque”.

Si un niño es capaz de darse cuenta que las religiones fueron las trabas creadas por los hombres para someterlos en nombre de una figura también masculina, a las mujeres que en algún entonces fueron capaces de pensar, de dirigir, de asesorar, y liderar un mundo si bien lleno de jerarquías, bastante más diverso, libre e intelectual, no entiendo cómo usted señor director no ha podido hacerlo.

Las ideas monoteístas, y el “cristo” que influyeron en la redistribución y la “justicia social”, también se encargaron de hacer de la miseria un valor, de la mujer un objeto privado y una tentación demoniaca.

Las mujeres por su belleza no pueden ser sometidas a ser una sombra, un paño negro deambulando por las calles, una “playa privada” para el deleite de su dueño.

Es realmente impresentable que se deban cubrir por su belleza u horripilancia, por su salud o enfermedad, por su pureza o porquería. ¿Cuántas no deben cubrir sus rostros mutilados por el ácido o el coscacho? Porque eso, a pesar de que suceda con mayor frecuencia en países islámicos falderos del imperio yanqui, de seguro sucede también con los amigos de Corea del Norte y Venezuela.

Señor director, me gustaría que reflexionemos juntos y a cara descubierta si se puede ser ciudadano con el rostro tapado, si la medida francesa de prohibir la burka, es o no una falta de respeto con las “Creencias” o si la canción de Los Prisioneros Mujer y “el eres ciudadana de segunda clase, sin privilegios y sin honor”, es una exageración, como esta misma carta.

Finalmente me gustaría que podamos hablar del de/s/velamiento, y lo linda que es esa palabra cuando se transforma en libertad.

Con Cariño
Karen.