lunes, 2 de mayo de 2011

Gastos superfluos




Me duele la cabeza, la guatita, y varios de mis músculos. Tuve que ir al doctor, porque misteriosamente me salió un afta al final de la garganta, al lado izquierdo de la campanilla, y resulta que me ha dicho que tome una cantidad de remedios impresionante.

Cada uno tiene un nombre bonito y pronunciable fácilmente, por lo cual le digo que coloque el genérico, pues para estos casos, el Doctor Simi es mi pastor. Accede y me adelanta lo de la efectividad, y que las tradicionales penicilinas han pasado de moda, cosa que me hace sentido, pues en mi vida los pinchazos de cualquier tipo también están out.

A pesar de que la faringitis y el afta no me quitarán la vida, me fui a una farmacia a averiguar cuánto salía la receta. Luego de conocer su precio, noté que la debilidad y el decaimiento se agudizaron al solo imaginar tener que perder mi dinero, ese escaso que se va como un amor de los malos, de entre los dedos con líquida pericia.

Es verdad que mí platita terminaría más temprano que tarde en un bolsillo mercanchifle, pero ok, que no fuera en la registradora de estos miserables!! Quizás si alguno de los medicamentos estuviera coronado con estrellas de colores…pero no, solo compuestos inofensivos para el sistema nerviosos central.

Para ganarse la vida hay que perderla, y para recuperarla hay que ganársela. Un círculo del cual los economistas sacan zumo y se lo toman con pajita y paragüitas multicolor, echados hacia atrás. La fórmula perfecta para cada quién, a la medida de sus gustos y aspiraciones.

Y uno que es de medio pelo, de esos que les gustan un par de libros al mes, a veces sólo para lucir en el escaparate, y el Internet rápido para llenarse de datos inútiles con la pretensión de saberlo todo, como el bibliotecario de Borges, una enfermedad por simple que esta sea, te puede dejar a fin de mes hablando de pobreza y aislándote de las salidas por un par de bares que harán de tu noche el porvenir.

Me compré un perro, y eso me salió caro, como su correa, su porta perros, su comida, y el lavaseco para mi plumón orinado de manera recurrente. Mi hijo es también un gasto, pero él es más bien austero, salvo por su adicción a la tecnología.
Y se acabó mi futuro.

Había que pensar de forma rápida y decir: aaa ya, gracias! Y correr por el corredor de los shampues y las cremas, pasando por los trecientos tipos de prestobarbas, poniéndose a salvo en la calle, donde ni por un segundo se debe pensar en bebiditas y dulcecitos o caridades, porque uno está igualmente carente, pero a Dios gracias, con un sueldo mensual, y unas entraditas, que aunque hay que apretarlas, y ustedes muy bien lo saben, tardan, cuestan, pero llegan.

Y aunque sé que hablar de plata es entero de flaite, siempre llego al mismo punto: el cuidado de la mujer, que muchos no saben cuánto se desembolsa, por lo natural que uno parece (ojalá), se hace con repercusiones importantes en la economía doméstica. Ahí es cuando quizás andar disfrazada de buzón, o como estropajo oscuro por las calles, cobra sentido.

...De todas formas me han contado que es allá donde Victoria Secret tiene sus mayores utilidades… La competencia entre tantas esposas, es la causa tan poco socialista de querer acaparar “bellezas privadas” bajo un mismo techo. En fin.

Otros gastos “superfluos” pero absolutamente necesarios son la pildorita que, además aumenta la turgencia mamaria, los juguitos de fruta natural antioxidantes, y la crema iluminadora de cutis, y la dermatológica para mi persistente adolescencia cutánea. Y qué decir del asunto del cambio de temporada. Uno no puede andar con bota chala toda la vida, y debe decidirse por más díscola que sea.

Y ya que estamos en esto, a no ser que viviera en Iquique, mis gastos en depilación son ostensibles. Es cosa de mirar la foto y darse cuenta que mi axila es impecable. Entonces, entre ser una fea de mierda, y una tísica romántica, no hay donde perderse. Ahí en mi cartera descansa la receta, mientras que mis pesitos ya se han ido en pisco sour, medicina natural por lo demás.