(Página Editorial de Punto Final by Karen Hermosilla)
Existe una constante conmoción provocada por un constante bombardeo de versiones apocalípticas sobre 2012. Las profecías Maya, han sido interpretadas por la visión occidental mesiánica, y todo lo que podríamos aprender de esta cultura prehispánica, se va a las pailas porque siempre está bajo el prisma miope de los evangelizadores de los espejitos de colores.
El 21 de diciembre del 2012, concluye una cuenta del calendario de 5128 años, es decir 13 baktunes. Esta medida de tiempo que llega a su fin, según algunos mayistas, anuncia el descenso del dios Bolon Yokte, relacionado con el axis mundi o árbol de cocodrilo en el centro de la galaxia, que se alineará ese día con el sol.
Contrariamente a lo que uno se esperaría: que todos los astrofísicos del mundo dieran charlas y nos mantuvieran informados; nos encontramos con montones de interpretaciones chantas, y muy vendidas al sistema. Sí, esto que parece ser una exageración de mi parte, no es nada más que lo que ocurre en todo el mundo para propagar el sentimiento de angustia, o fíjense bien, de forma proselitista, como lo viene haciendo el gobierno mexicano de Felipe Calderón, que espera lanzar el siguiente slogan durante el próximo año: “La cuenta que hará historia… Una nueva era comienza”.
¿Será que se acabará la ley del más fuerte, los asesinatos, el servilismo con el imperio Yanki, el machismo y sus incontables femicidios, la venta de semillas nativas a Monsanto, o de terrenos para hacer biodisel en vez de más alimento para los hambrientos? Sabemos, que los más probable es que no. Que todo se quede tal cual como está, pero vendido de una forma cool, estratégica en un marketing que redituará seguro a costa del “etno-turismo maya”.
Cuando se echa mano a los extraterrestres, al sentimiento patriótico por medio del fútbol, a características raciales o de género que cambiarían la forma de liderar, sabemos que algo anda mal. Pero ahora parece ser aún más delicado el tema, porque nos hacen pensar en un fin, en un término, sin que nada en realidad haya cambiado realmente para afirmar que esto estaría sucediendo.
Las fuerzas sociales en todo el mundo quieren generar una nueva manera de llevar a cuestas el planeta, para poder hacerlo de manera más equilibrada, evitando que los mismos de siempre se lleven tanto peso, que termine por aplastarlos. Sin embargo, las plataformas de poder, las rimbombantes siglas de poder: UE-OEA-ONU-FMI y un largo y ridículo etcétera, mantiene las cosas congeladas, mientras el resto se derrite a causa de las emisiones de carbono, y se hunde en la inmundicia contaminante y empobrecedora del subdesarrollo.
El “nuevo orden mundial” es demasiado viejo para que podamos asustarnos, y las guerras, ya han dejado la suficiente riqueza y devastación como para lanzarse a una nueva “cruzada” por la hegemonía. Las estructuras parecen erigirse aún más sobre los crédulos para amedrentarnos, y con esa cristiana sensibilidad plañidera, situada en las creencias y la ignorancia, parece dejarlos desnudos, como recién nacidos en las fauces de un monstruo insaciable.
Como me gusta decir, es ahora cuando debemos estar “más vivitos”, más atentos a las teorías que hablan de un término, porque de seguro es con la garantía de que es para que todo continúe siendo igual. Como toda esa parafernalia que se hace a las 12 de la noche los 31 de diciembre, con petardos y tronaduras, con artificio y quemadero de plata en ciudades pobres y mugrientas como Valparaíso, provocando una catarsis, que se supone, dejará atrás “todo lo malo” para un “próspero año nuevo”.
No seamos ilusos. Demos la pelea siempre, ese 21 de diciembre de 2012 y todos los días venideros, porque si algo debe cambiar, es justamente lo que hemos construido torpemente sobre bases de sistemas ruinosos y decadentes. No le deleguemos esta tarea a fuerzas ocultas. A nosotros nos toca, como humanidad, destruir para redimir.