No es por ofender, pero la figura de la “dueña de casa” siempre me ha parecido vomitiva. En primer lugar porque es un decir y no una realidad. La mayoría de ellas no son dueñas de nada, sólo de su obsesión por lo doméstico y por las reglas que han impuesto en ese mediocre reino, como moneda de cambio por su, muchas veces autoimpuesto, cautiverio.
Una vez escuché que la política comenzaba ahí, en la dueña de casa y sus reglas de mierda que parten por limpiarse bien los pies y no fumar en el living. Y que luego de eso, viene el asalto al poder en los municipios, desde el Aseo y Ornato, Seguridad Ciudadana, Control de Plagas y una sarta de menudencias que fácil se lograrían coordinar con una buena organización vecinal.
Pero no, está el dueño de casa, o la dueña de casa, que le gusta dirigir el tránsito como paco raso, para tener una cuotita de poder acorde con una ambicioncita de poder, que no se fija en ningún futuro sino en un presente represivo y conservador de las buenas maneras, que seguro aprendió en la casa-fundo donde pasó cada uno de los veranos de la infancia.
Este es el Alcalde u Alcaldesa, un señor o señora, preocupados del tejemaneje de una comuna que tratan como fundo, feudo o casona colonial, en donde imponen sus ideologías, pero no de forma ideológica propiamente tal, sino que práctica, y justamente he ahí el problema.
Esta base política que les da atribuciones, y en donde se sientan los culos de estos verdaderos patrones, es la que hace que el avance sea impensado hacia una política autogestionada o con mayor autonomía, obviamente que no para ellos, sino que para el pueblo.
Acostumbrados los “ciudadanos” a ir a las oficinas de los municipios, a reunioncitas con el alcalde, a “exigirle” de esto y de aquello, los ha alejado de las soluciones que ellos mismos podrían crear con un poco de ingenio y creatividad. Así, el mal de la política se ha instalado desde este primer escalón hacia el poder: El clientelismo.
Los mejores amigos de los alcaldes, terminan siendo los paquetes de fideos, los trabajos al mejor estilo Pem y Pojh, y esos títulos de dominio de tierras que con suerte podrán sostener una media agua.
En Valparaíso cómo olvidar a Pupy, el alcalde regalón de los cerros, que dio a manos llenas tierras de quebradas en donde se construían casas que al primer chaparrón terminaban cerro abajo.
El alcalde Diamantes, gorda Pupy, o Hernán Pinto y su hoyo de 20 mil millones de pesos no afectó a que se tirara a senador, y ahora, a las primarias de la Concertación por un nuevo periodo parapetado en el “Castillo de Greiscol”, como cariñosamente se le dice a la Municipalidad porteña, pero sí afectó a la madurez política de los electores.
Es ahí, insisto, en donde reside el drama. En el hijo que a sus 35 años sigue viviendo en la pieza con el poster de Iron Maiden pegado en la muralla, corriéndose la paja escondido, comiéndose toda la comida que le regalan mientras se jibariza su independencia proporcionalmente que hace caso a las reglas de la casa.
Tenemos un sinfín de ejemplos de alcaldes. El de Penco, de Ñuñoa, Providencia, Peñalolén, Iquique, Viña del Mar, Valpo, Pelotillehue, Springfield, y en realidad, el de cada localidad de punta a cabo, con ese prototipo de dueño o dueña de casa, en una dictadura del cotidiano que se embadurna de mediocridad en la chimuchina de la necesidad primera, lo único que pueden responder con algo y solo algo de efectividad, porque para las grandes cosas, como la educación, está requete demostrado que no les da el ancho, aunque su cinturita de huevo, diga lo contrario.
Es importante ya que no podemos extirparlos, darles nuevas necesidades. Exigirle al dueño de casa que no solo saque la basura y riegue el jardín, sino que implemente reciclaje, no basureros clandestinos de donde saque la plata para los pendones y gigantografías de campaña.
Exigirle forestación, plazas, parques, ciclovías, infraestructura deportiva y recreativa de calidad, política de tenencia responsable de mascotas y, por supuesto, un sinceramiento. La educación no es lo suyo, recordemos el 2×1 de Regginato “Bozzio” que no tenía la media completa, y deleguen al Estado la responsabilidad.
No por la plata que se les da por la subvención vamos a tener a estos cortoplacistas y domésticos dueños de casa, decidiendo un futuro que tan poco les importa.