miércoles, 26 de noviembre de 2008

TODOS CAGAMOS




Tengo una amiga que le decimos Marilyn mostro. Tiene el corazón más grande que todos nosotros. Defeca donde lo dicte su anélido. En el bus, en el metro, en un ascensor, en una micro. Se disculpa diciendo: “el pipito traía sorpresa” y remata ante las predicas sobre buenas costumbres “¿Qué quería que hiciera? ¿Qué me lo tragara?”

Es un tema escatológico el de la honestidad. Todos caemos es la hipocresía del asco. En el ocultamiento de nuestros flujos pedestres. En la animalidad negada, queriendo marcar la diferencia con discreciones ridículas, artículos de aseo, enmascaradores de olor, ciencia, técnica y artificio.

Finalmente la negación a la caca es la negación a la vida y su contracara, la del desecho para poder continuar con su proceso.

Muchos por sinceros han caído en el hemisferio de las malas personas. De las personas “sucias”, inmorales, pertenecientes a una porción incomprendida incomprensivamente, desacreditada por la capacidad de solapamiento de millones de funcionales servidores de las apariencias. Los practicantes de la mala vida deberíamos acusarlos de Dumping como protesta a este doble estándar, que sería mucho mejor convertirlo en obscenidad. ¡Un brindis por Pink Flamingos¡

Así con las mañas. Socialmente algunas son menos aceptadas que otras: el amor en los pasillos de un liceo público, el consumo de drogas en un lugar distinto al de un recinto hospitalario, las malas palabras en el Registro Civil y cualquier fluir extravagante en presencia de espectadores. Puro softcore prendido por la mercadotecnia, embasado en programas satélites, en novelitas canutas o en la médula de algún video loco para la delicia de ociosos sin brillo. Poniendo énfasis en las vergüenzas ajenas más que las propias, en el rastro impúdico de perejil entre los incisivos. En el chascarro, que cuando se vuelve real, el observante, socarrón de las miserias prójimas, se asusta por la amenaza de sentirse descubierto. Avergonzado sino es de él, del Tarzán anónimo, colgando de uno de sus pelos del culo, resguardado tras su áspero calzoncillo; la microcorrupción, la macrocorrupción, la corrupción nuestra de cada día.

Todos tenemos esa fisura virulenta. Hasta las chicas de Givenchy cagan y hediondo.

Creo que hay que sincerarse. Escoger la vía del autorridículo. Del apateticamiento progresivo, del bufoneo acabronado en el testimonio, para no creer que es tan raro sentirse libre y revenido. Amoroso y violado. Creativo y copión. Santo y maraco. Todo por el afán de funarse a sí mismo para dejarse ir en el hábito poco conveniente y cada vez más reprimido de la pulsión, esa borrachera delirante de la verdad sin remedio, haciendo un intento por librarse de la dialéctica entre buenos y malos. Tan simple como reconocer que todos cagamos.

Esotéricamente tengo la sincera corazonada en el medio de mi asterisco cosmológico-Jodorosky hizo famosa su lectura de carta astral por medio de las líneas en el culo- de que llegó el tiempo del último Vals y con ello el desenmascaramiento. El caos va en progreso en la medida en que las leyes físicas se vinculan con el universo y su era de acuario. Una proporcionalidad aurea y un fractal preciso en su versatilidad, empuja a la humanidad, aunque se aferre a su rol y status, a destrancarse.
El bloque horadado por las lágrimas autocompasivas y el fluido onanista de la oralidad facilitan el milagro de la rebelión de la lengua en el acto fallido. Ese Cazzely jodiéndose el mundial Pinocheto por medio de un penal desviado… Estamos ahí a veces sólo para hacernos una zancadilla que desencadenará un efecto dominó.
Basta con un estertor para quedar desnudos. Por ejemplo, supimos que Lagos Escobar le sacó la cresta a su hijo, éste último lo confesó en la primera y ojalá no última revista Pólvora (al brillante periodista Cristian Zúñiga-no hay que olvidarse de dar los créditos)
Las mamás también follan, los filántropos también roban, el demócrata cree en la paliza, los santos alguna vez se pegaron un ahorque pedestre y gozoso. Todos cagamos.

No existen personas intachables, ni sistemas ideales mientras solapemos nuestra condición animal. Después de todo nuestro cerebro funciona como el hocico de un cerdo, primitivamente, para conseguir el alimento para la supervivencia.

Corrompidos en malas prácticas, ambicionamos conservar las pocas virtudes sosteniéndolas con las manos tullidas de avaricia en un gesto de empollamiento; la escenografía estítica, maquinada siúticamente, poderosa en la trampa y el artilugio, encorsetada en el disfraz, comienza a desintegrarse. El odorífero comienza a desvanecerse y la idea de “Cambalache” que siempre ha sido la ley universal logra tener un amplio despliegue.

A la democracia liderada por la Concertación, se le acabó el efecto del golpe de frío. El iceberg de la feria sevillana debe estar evaporado en la estratósfera y por fin expeler su verdadero aroma. Esa es toda la transparencia democrática. Un poco de vaho infecto.

Para Nietzsche el órgano filosófico por excelencia era la nariz. Quizás por medio del olor podamos construir un relato en donde quede claro que la antítesis aguarda como una pompa fúnebre en los pasillos de las Maternidades, que la caca está a la vuelta de un hermoso culo, que las plastas polinizan cada fracción del orbe con su barro dulce y esponjoso.

3 comentarios:

Craft dijo...

¿tienes una amiga? ¡eso ha de ser ficción!

Karen Hermosilla dijo...

de hecho tengo 2.

Sarco Lange dijo...

Es que detrás de esas personas habita el confort que les limpia su ceguera.

SL.