martes, 30 de diciembre de 2008

Textito



Somos islas en un mar sin orillas nos dice Nietzsche, seres incompletos, fragmentos desperdigados, que necesitan conectar con otros para consumarse como seres humanos. Para poder realizar el ritual de la comunicación debemos recurrir al lenguaje. El puente capaz de recrear una estructura lógica que decante las fantasías y los mitos privados, en forma de palabras.
Esto no es suficiente, pues como nos dice Pizarnik “Mi palabra es oscura porque estoy sola”. ¿Se decide esta soledad? ¿O es que la La libertad nos confina a un jardín interior?
Si el fin es simular comunicación con otros y sacar a la luz esta palabra, que se encuentra en la oscuridad que relata Pizarnik, Levi Strauss propone que hay que operar con una fórmula discursiva que permita permear en un entramado simbólico transindividual, creando un esqueleto cultural en donde no somos actores sino piezas. Para lograr este consenso se apuesta por EL MITO que PIENSA AL HOMBRE, y no al revés, porque el objeto está antes del deseo, cercando y definiendo al ser humano, lo que nos asegura que “somos pensados por los otros” citando a Freud.
Esta situación acongoja a los sujetos libertarios, que fueron estudiados por métodos cualitativos de investigación, por cuanto examinamos desde su propia vista, el modo en que éstos experimentan el mundo, aportando a la investigación descripciones de la vida que dicen llevar. La perspectiva émica, su autoretrato, revela que ellos, están llamados a ser metáfora viva, en el sentido de Ricoeur, (no me refiero puramente a la tensión existente entre retórica y poética) proponiendo un camino lleno de variantes, en el deslinde de cualquier estructura, en la grieta en donde las carcomidas junturas permiten el crecimiento de la mala hierba, que nunca muere en este intento de hacer carne la protesta, actúan con leyes ocultas que operan en las bambalinas cognoscitivas. No obstante, el esfuerzo por tomar y transferir palabras que ya se encuentran preñadas para crear su propio corpus teórico, lleva a un realizar un “pacto roto” pues deben remitirse al orden del discurso explicado por Foucault como un sistema de sumisión en tres niveles: tabú, o la palabra prohibida, la locura, o el discurso ininteligible y la voluntad de verdad que legitima al poder.
De todas formas, a pesar del afán de readecuar, absorber y disciplinar por medio del lenguaje LOS SUJETOS LIBERTARIOS se burlan del pretencioso empirismo y el intento de los estados modernos por generar tipologías jerarquizantes.
Ellos no creen en el ejercicio repetido que echa mano a fórmulas de satisfacción garantizada para los cancerberos de “lo razonable” y de la “odiosa vida en común”. Desacreditan el vínculo unidireccional entre lenguaje, pensamiento y realidad QUE ES LA FÓRMULA por antonomasia que da orgánica a los discursos.
Los libertarios estudiados dinamizan sus discursos con el vértigo de la experiencia individual, haciendo que los dispositivos de razón y verdad queden en crisis, triunfando la confusión, el delirio y el éxtasis de la huida. Refigurados en un discurso polífónico, trasnmutante, dinámico, intentan la tala del árbol genealógico donde se parapeta el individuo que nace vivo en sociedad.Liquidan el negocio familiar. Desheredando, sacándose las chapitas, comienzan a preguntarse ¿Quién soy? Para contestarse satisfechos “no soy nada”. Esa es la intersubjetividad inexpugnable, libre de polvo y paja.
Ellos con hacer de su propia vida el manifiesto, hacen pública la crisis del desarrollismo y la evolución materialista, patentan la desilusión frente a lo moderno, se aburren del par binario recurrente, heteronormativo, de dialécticas polares.
Aplicar el discurso libertario, este palimpsesto, esta epístola formulada como un cadáver exquisito, es hacer una crítica directa a la lógica occidental que escindió el espíritu en dos porque quiso diferenciar el "ser" del "no ser", separando el todo en dos contrarios.
Los sujetos estudiados, libertarios del gran Valparaíso, intentan deshacerse de conflictos y si se someten, es a la incertidumbre: la representación de la no respuesta, la constante indefinición del devenir. Se someten a la misma maldición del poeta vidente. A Rimbaud que se transforma, se convierte, está libre de la cosmovisión cristiana y del pensamiento lógico. Prefiere estar maldito y no tener el pecado original: "No soy prisionero de mi razón. He dicho: Dios".
Mientras las leyes del mundo constituido lo condenan; en ese lugar primitivo, el de su fantasía y mitos personales, se encuentra con un Dios, que tiene su origen en el Tao. En la aceptación de la totalidad.
El vacío fértil, la revuelta interior que nos llena por dentro de confusiones y runas preñadas. La implosión del milagro de la vida.
Al sujeto libertario explorado, Todo le sirve como experiencia para tener un entendimiento más amplio. El descenso a la imaginación, al recuerdo, al delirio, es el peregrinaje por el desierto.
Tanto en Rimbaud como en los sujetos libertarios estudiados, los contrarios están suprimidos, por eso no encuentra diferencia entre el yo y el mundo, entre imaginación y realidad. Por eso gustan de la alucinación, sea con la imaginación o con el lenguaje.
"YO es otro" Es la frase que Rimbaud repite en diversas cartas, quizás es la esencia de toda la experiencia poética, no sólo de los poetas surrealistas, sino de todo el que se atreve a hacer carne la protesta utilizando la metáfora viva. Es lo que O. Paz menciona como el fenómeno de la otredad, el otro como inspiración. En el caso de los sujetos estudiados buscan constantemente ser él mismo que es otro, y la inspiración desciende cada tanto, para mostrarle lo que es la Realidad, la verdadera vida detrás de aquella otra que las sociedades modernas han construido basándose en hipocresías. Cuando el poeta alcanza ese ser Otro, consigue al fin la unidad que antes se percibía como multiplicidad. Cerca al fin la totalidad. Los contrarios se han unido porque el ser se ha encontrado a sí mismo y se dan cuenta de que no hay otra cosa que plenitud en el Uno. Por esto, el fenómeno que O. Paz llama "otredad", nosotros lo entendemos como unidad.
Recuperando el "uno" que se autocensura cuando los mecanismos de control, las ingenierías gubernamentales y el orden del discurso logran entronizar la culpa y la victimización, volvemos al inicio y por consiguiente a la creación.
Y hay esperanza en las palabras que Miguel Alvarado sostiene “Si el tipo humano es el buen salvaje estético reeditado, entonces ¡que se creen metáforas vivas que sean capaces de poner el dedo en la llaga!
Puedo intuir que los sujetos libertarios estudiados se conectan al pensamiento del adolescente iluminado que es Rimbaud y acuden frente al espejo, quizás con la misma idea que el poeta maldito señala: "Porque el YO es otro. ¿Qué culpa tiene el cobre si un día se despierta convertido en corneta? Para mí es algo evidente: asisto a la apertura, a la expansión de mi propio pensamiento: lo miro, lo escucho: lanzo un golpe de arco: la sinfonía se remueve en las profundidades, o entra de un salto en escena."