viernes, 10 de septiembre de 2010

La acumulación de historia como furúnculo en la memoria




“El pasado es un país extranjero, uno hace cosas extrañas allá” según L.P Hartley, novelista citado por Raúl Zurita para sacarse los pillos y arrepentirse de la crítica que le hiciera el 2006 a José Miguel Varas al calificar de “lamentable” su obtención del Premio nacional de Literatura, marcado por un sesgo “machista”, el cual causó que Diamela Eltit (ex-esposa de Zurita) no fuera condecorada con el premio. Resulta que ahora se desentiende con una carta publicada en La Tercera, pues no quiere invalidarse como jurado del certamen para este año. Parece ser cierto lo que explica el escritor británico citado por el poeta nacional, porque ¿A quién no le ha pasado que difiere completamente lo que dijo o hizo en el pretérito?

Hoy que estamos metidos en el asunto Bicentenario, las muestras de que esto les sucede a todos, está a la orden del día. Vemos a un Presidente rechazando los indultos a los violadores a los derechos humanos, y a pesar de representar a la derecha, exige condiciones laborales dignas luego de la gloriosa salvada de los 33 mineros. De esta forma casi hace pensar que no tienen relación con la mancha sanguinolenta en la conciencia de la patria y la violenta irrupción del capitalismo que le ha redituado tantos beneficios como empresario.

Al puro estilo de Locomía, muchos son secos para bambolear las chaquetas con rítmico tupé. Y no podemos decir que alguno de nosotros pueda escupir al cielo con la certeza de que la gravedad no hará su empeñado trabajo. Pareciera que el tiempo se acomoda en el presente sin nostalgia alguna, y que la historia y la consecuencia son cárceles en donde el proceso de tumefacción es irreversible. Que los que continúan a viento y marea con un cierto estilo, aquellos que tienen militancia, que creen en algún postulado o ideal, sufren de algún tipo de daño neurológico, que se encuentran imbuidos en el estancamiento, pues “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”.

El poeta mapuche Leonel Lienlaf, me dijo que por ser wincas y despreciar a su pueblo por flojo y por choro, no habíamos absorbido su gran legado metacultural. Los mapuches integran a su personalidad varios yoes, sin sentir con eso que están locos, y lo originalmente identitario, se encuentra en el lenguaje, en como suenan tus palabras. En el tono.

Sin embargo hay cosas que simplemente no tienen que ver con la filosófica mirada de la canción “Cambia todo cambia” o la cosmovisión mapuche, y son simple y llanamente frescuras de raja repudiables y vergonzosas, como las de Max Marambio, padrino político de Marco Enriquez-Onimami. Y ese dato, sí que no se nos tiene que olvidar, así nos digan que todo fue un mal entendido del pasado, y nos vengan con las pamplinas del “borrón y cuenta nueva”.

Max Marambio, el amigo del presidente Allende tan regaloneado en la Habana, miró su juventud como si se tratara de una película y escribió “Las armas de ayer”, libro donde reconoce haber sido formado por Fidel, el mismo que le dio el 50% de participación en empresas del estado cubano.

¿Se habrá acordado de la “historia”, que el mismo escribió, cuando estafó en la isla que le dio su formación revolucionaria y su abultada fortuna económica?

Si bien las cosas no son blancas o negras, ya que muchos están por la política de los matices, el cambalache se hace aún más profundo que en el siglo XX, por eso más que nunca debemos estar atentos.

Atentos a los golpes bajos de la historia que ataca transversalmente, pues ninguno de nosotros está vacunado ni tiene el antídoto para la descomposición de la memoria. Nadie se salva del pasado y su condena, pero es cierto que “de los arrepentidos es el reino de los cielos”. Tenemos siempre la posibilidad de rectificar.

Mucho mejor reconocer que uno “metió las patas”, que cambió de opinión, que acepta las responsabilidades, a terminar escribiendo un epitafio con la patética frase: “No me acuerdo, pero no es cierto. No es cierto, y si fuera cierto, no me acuerdo”. Es ahí cuando la historia no parece ser más, que un furúnculo en la memoria.