lunes, 18 de octubre de 2010

Diga 33






33 Mineros, encontrados el día 33 de las faenas de rescate, durante un día que su sumatoria arrojaba 33, mediante un papel escrito por uno de los mineros con 33 caracteres. La T130 rompió en el refugio 33 días después del hallazgo, y una vez que los mineros arribaron a la superficie, demoraron 33 minutos en llegar al hospital, con cronometro en mano. Por si fuera poco, el día que la cápsula Fénix izó a los 33, fue 13 del 10 del 10. Saque cuentas. Ni que lo hubiese predicho el Pulpo Paul.

Según la numerología, el 33 representa el amor en su estado más puro, que significa entrega, sacrificio y compasión. El amor que genera los más altos ideales y que no vacila en sacrificar todo lo material o personal para defender sus sueños y ofrecerlos a sus semejantes.

El denominado Número Maestro, en honor a la edad de Jesús cuando fue sacrificado, dicta que tan altas Vibraciones deben ser usadas con cuidado, respeto y prudencia, ya que el ascendente que tienen sobre los demás es muy grande y si se hace mal uso de éste no sólo retrocede en su propia evolución, sino que lo paga con quebranto y angustia moral. Deben huir también del fanatismo, o de presumir de sus poderes de intuición y clarividencia.

O sea, estamos ante un peligro evidente.

Además de Piñera, que dijo haber soñado con los 33 vivos, tenemos el efecto “pindi” de una serie de personajes políticos, y no políticos como el “negro”, que quieren subir sus bonos con la audiencia mediante el uso y el abuso de los 33. ¿Qué hacía ahí de punto fijo la senadora Isabel Allende? ¿O esa suma exorbitante de hiperventilados periodistas que enloquecen durante cada contacto, relatando una y otra vez el “ambiente” que se vivió en la mina San José, o los entretelones, deslices, y miserias cotidianas de los mineros ya en la superficie? Eso que no he cuantificado los “famosos” de todo el mundo que por sus plataformas envían filantrópicos saludos.

El show mediático, que está lejos de culminar, ha transformado a los mineros en celebridades que aun no “ven la luz” respecto al precio de la fama que verán desplomarse sobre sus hombros una vez en el infierno a descampado. Y aunque tenemos de sobra claro que los 33 mineros tuvieron los pies, y de hecho hasta la cabeza, bien plantados en la tierra, sus vidas se están convirtiendo de sopetón, en la que vivió Daniela Tobar en la casa de vidrio, o Edmundo, o Carlita Jara en sus casas estudios.

Decir 33, era para los médicos antiguos, el camino hacia el conocimiento del estado de salud de sus pacientes. Según esta lógica, todos tendríamos un diagnóstico más o menos científico de la histeria, la ambición, como también la energía y motivación que otorgan sucesos laico-milagrosos, que acarrean tantos beneficios para quienes los viven. Porque el minero amputado tiempo antes del derrumbe, producto de la precariedad de las condiciones laborales en las cuales se desempeñaba, piensa que de haber estado ahí adentro, con los 33, ahora tendría sus dos piernas, el chocoso del zar minero Farkas, y una promisoria carrera televisiva asegurando sus finanzas por un tiempo prolongado.

Lo paradojal es saber que tanta parafernalia tecnológica, herramienta importada, experto altamente capacitado, sea desplegado en circunstancias que el drama de los 33 fue provocado por las deficiencias imperdonables del capitalismo y su supuesto progreso. Por la falta de todas estas innovaciones. Por la indecente práctica empresarial que omite lo medular respecto a los métodos de producción y mantiene condiciones de esclavitud remunerada para sus empleados.

Ahora se despliega como la cola de un pavo real, todos los chiches 2.0 que dejan boquiabiertos al mundo por su “desinteresada” aplicación. No se ha escatimado, como tampoco se escatimaron los años de invariabilidad tributaria para las mineras en el Royalty recién aprobado por el parlamento, oposición mediante. Porque ahí los 33 pasaron piola, como pasó piola que Lagos Escobar diera 'chipe' libre impositivo hasta el 2017, o que en 2003 -durante el gobierno de Bachelet- fuera reabierto el pique de la minera San Esteban. Quizás hubiese sido distinto si fuera misia Verónica Michel quien pronunciara 33. Algo en la T sonaría arrastrando más de alguna culpa.