martes, 6 de enero de 2009

Hendiendo sus dedos en los cimientes fermentados





Asegurando las dudas entre la basura
y los escombros
zumbaba un zombi de ojos anhelantes

Restregaba sus nudillos con todo el arrebato de la ira
honda
calcinante
confundida
Hermético masculleo
farfullo cacareante
terrorizado
Bogaba por un río sin las pisadas del mesías


Roía calaba apolillaba hendía sus dedos en los cimientes fermentados

Quería coger el hatillo
Desasirse del púgil bloque horadado por el
sismo que cayera sobre su cuerpo siquiera humano para disectarlo

Los cimientes fistulados
embetunados por la masa abyecta
sobrevivían a penas y aún así jodían al zombi mancebo
que a toda costa
con la urgencia del hambre por un cerebro fresco
intentaba perforar con sus pobres manos muertas

La columna escindía fatalmente a los hombres convirtiéndolos en muertos vivos
En residuos del deseo empoderante de una ciudad fisgona
y reducida a dialécticas polares

Necrópolis democrática independiente atomizada dividida
hundida como un vientre famélico
Tísica y provinciana en su global meseta
en su olvido por lo vivo
por la altura en que todo se une morfológicamente

El zombi roía calaba apolillaba hendía sus dedos en los cimientes fermentados

No quería el santo entierro
Quería sus restos y sus todos sobre la madeja de carne y tierra de la superficie
Quería aún en el linde de su alma proteger su identidad
postiza exterior
cósmico delirio sin disfraz ni máscara de popa
en los huesos
radiógrafo
perforado
hondamente superficial

El mundo confeccionado como anécdota viajera
Se sostiene sin el tallo de la violeta persa

Son las torres de petróleo y las alcantarillas pútridas las que conectan el puzzle
Y el zombi lo sabe y ya no desecha de su cuerpo el brillo de los seres vivientes
el meconio del intestino recién nacido
Ya no necesita de la energía vacía del devenir motorizado
Ni de las aspas movidas por el agua o el viento
y eso absurdamente le entrega el más honesto vivismo

Ahora es pura ira intentando desasirse de las muletas que lo postran
Ahora la energía le viene de adentro
de un alma fenecida
atesorada por reptiles sórdidos agazapados en una lata de conserva
guardada en un bunker de Forbiden Zone

El zombi roía calaba apolillaba hendía sus dedos en los cimientes fermentados

Desasía sus uñas entre sangre músculos y huesos para dejarlas pictóricamente como un rupestre plasmadas en concreto

Defendía como Charlton Heston los últimos resabios humanos
que no radicaban en la estructura

Y fue tan tarde para saberlo
tan tarde para darse cuenta que no era un borracho sino un zombi
que no era un funcionario de aduanas sino un zombi
que no era tal -cualquier cosa menos digna y hasta un poeta- sino un zombi
aplastado por las borrascas de hormigón y arribismo

Tan tarde para roer calar apolillar hender sus dedos en los cimientes fermentados

Tan tarde para leer con sus ojos de pescado los letreros de neón que iluminaban
las calles rojas
de mecánicos automotrices y fuentes de soda
con calendarios vencidos de mujeres mostrando sus generosos senos
con amplias aureolas de todas las épocas.