viernes, 30 de enero de 2009

la sustituta

me encontraba una guagua en el mesón de una farmacia. un bebé moreno con la nariz un un poco grande para su cara y un poco chueca para su juventud. quizas al nacer se la había roto. estaba ahí olvidado, lloroso, vestido de azul marino. lúgubre para ser tan nuevo. Yo lo tomaba y lo desnudaba para ver si lo que le incomodaba era su pañal sucio y la ropa amarga que lo cubría. Le cambié en pañal, estaba en una farmacia así que solamente tuve que solicitarle uno a la vendedora y comenarle si sabía a quien se le había quedado. No sabía nada de él. tomé una crema, que creí era para emulsionar, pero fue mi primer error, pues era dentrífica. Su piel no sufrió, espero, pero le invadió un frío intenso. Entonces comencé a vestirlo denuevo, pensando que pronto debía comprarle otro trajesito. Lo arruye en mis brazos, contemplé su carita triste y morena, y a pesar de mi natural amor por él, no pude amamantarlo, pues no era su verdadera madre. Ella estaría cautiva en algún sitio, superada por el miedo, confusa, retraida, haciendo planes para huir a cualquier sitio.
andaba con él en brazos y lo paseaba por la calles sin saber a donde guarecerlo, pensando en los resguardos legales para no ser acusada de plagio, tarde o temprano. Pero de un momento a otro mi bebesito feo y triste, mi marañita de deseos mudos, agazapados en la cueva del lenguaje, desapareció de súbito, y yo me vi enfrascada en una inutil conversación en un barucho de mala muerte para gente de mala muerte, tirando al suelo una copa y mirando feo a una antigua compañera de colegio, que consiguió destinarse al lejano mundo de las adolescentes Juno. Yo no pude. por suerte o pereza, seguirle en ese camino. En este caótico plan de exorcisar demonios me encontraba, cuando caí en cuenta de mi fatídica ausencia.
Crucé veloz la calle para ver al guaguito angustiado en brazos drogones de su padre. Un tipo risueño y delgado como un macaco, con una camiseta verde chillón, lo sostenía sin ningún cuidado. Al verme sonrió con sus ojos extraviados y lo dejó caer al suelo, pero no cumplió su objetivo, porque sin ser la madre real, fui a pelotiar su pequeña humanidad para quedarmelo, así , triste feo, con su naricita chueca y vestido de azul marino.