sábado, 14 de marzo de 2009

La cadena evolutiva



Un castigo cayó desde las profundidades del cosmos interior, emplazando a darme cuenta de mi tamaña perdida de buen tiempo. El otro día soñé con lagartijas que se convertían en iguanas y que corrían a sumergirse en un espeso mar de magma azul marino. Puede haber sido un ataque de iconofagia. Mi cabeza se puebla de imágenes de los Simpson, que se mezclan con mis verdaderos y por lo tanto, remotos e inexplorados pensamientos, que seguramente de despertarse, tendrían el carácter de trauma.

El tema es que soñé con reptiles e inmediatamente, como suelen suceder las cosas hoy por hoy, busqué en Google su significado: Involución, vida pedestre y vulgar. Primitivismo en las relaciones humanas.
Noté la profunda relación entre mi sueño y el referente de éste. Más allá de que la secuencia característica de la temporada 19 de los Simpson, me haya persuadido a la onírica visión, la relación más estrecha de la lagartija de mi sueño es con el propio Homero: el modelo masculino más importante del siglo XXI, pues paradójicamente parece pertenecer a la primera edad terrícola. El siglo primero, el primitivismo, emerge desde las entrañas de la televisión: el medio de producción de imágenes más grande de todos los tiempos, para hacer un trabajo de visibilización de la caverna. De cóncava pasa a ser convexa, y el misterio es desentrañado con crudeza.

El sistema creado para el progreso material, aún logrando un nivel de bienestar aceptable no contribuye a un desarrollo total de los seres humanos, y las sociedades lejos de tener una utopía, se resignan felices, como un novio enamorado, a una realidad circular, mediocre y estúpida, que no tiene significado trascendente, pues es una reiteración del pasado. Es lo que es y no lo que puede llegar a ser, a pesar de las sorpresas materiales que la vida pueda llegar a dar.
Primero se debe ser lagarto, para luego, de muchas trasformaciones, llegar a ser un homo sapiens sapiens, sin que nada cambie demasiado.

Inconscientemente me sometí a la sociedad del espectáculo, que mezcla mis propios símbolos cretácicos con los huéspedes de la realidad virtual. El comportamiento de este bruto neandertal y la imagen de una lagartija en mi sueño, me advirtieron estar viviendo de acuerdo a los estímulos externos, sociales y por lo tanto mediáticos, de circunstancias, de coyunturas, que se hacen necesarias para sentirme existiendo en una unidad temporal y espacial real, por lo tanto, “necesariamente” son un poder abstracto que determina la existencia concreta.

Aún no resolvemos el problema que entraña la evolución, esa curvatura que hace volver al punto inicial, habiendo recorrido antes un trayecto circular completo, que nos ha dado la sensación de progreso.

La sociedad del consumo y espectáculo, realiza el progreso gracias al avance tecnológico, sin por este motivo, alcanzar el desarrollo espiritual. Empero los sueños y los caricaturistas pican la guía y restriegan, en forma de pesadilla o chiste, la idea de que somos reptiles más que nunca, solapados por el lenguaje humano y la condición mamífera.

Mi sueño era desagradable y la media hora de la familia más famosa y querida del mundo, hilarante. El primer medio me advertía íntimamente y con pavor el mensaje de que mi vida es pedestre y vulgar. El segundo medio me advertía con jocosidad, a mí y a millones de personas, que la vida humana es igualmente burda en cualquier lugar.
Podemos comparar nuestras propias miserias cotidianas con las historias de vida de nuestras más notables autoridades. El mismo vacío y ambigüedad, la misma carrera sin otro destino que la meta material. Si es actividad artística, lo mismo da. Siempre entraña un fin innoble y vano. Medirse frente a otros o conseguir los más dulces manjares en el estercolero humano.

Francisco Vidal es un buen ejemplo de la única evolución posible. El trayecto, que en efecto, ha sido recorrido positivamente, sin distanciarse de la senda de la lagartija. Este hombre comenzó su carrera política siendo cadete de la Escuela Militar. Ideológicamente opositor al gobierno de la Unidad Popular, militó en el Comando Rolando Matus, fuerza de choque del Partido Nacional, bajo el mando de Sergo Onofre Jarpa.

Recién a fines del exitoso gobierno contra revolucionario ingresó a las filas de los sucesores al poder. El PPD (Partido Por la Democracia, y gracias a sus usos también decodificado como Partido Por Dinero) fue la plataforma que proxenetió a Vidal para varios cargos en el servicio publico, sin embargo, el voto popular jamás confió en su condición de servidor, pues para el sillón edilicio de Las Condes en 1992, nada más logró un 6, 13%.

Desde consultorías, hasta cargos de confianza durante el gobierno de Lagos Escobar: evidencia de una carrera en alza. Su veta humorística lo hizo saltar del la subsecretaría del Ministerio del Interior a la Vocería de gobierno, y luego repetirse el plato, traicionando la palabra de mujer puesta en sociedad en el primer discurso presidencial, con la Vocería del actual gobierno.
Hoy este gran sembradío se hace cosecha, quizás con el más importante de los frutos. Encargarse de la Defensa de nuestro país. La guinda de la torta fue puesta repentinamente la pasada semana.

Un Vidal que de niño jugaba con soldados, que los bríos adolescentes le sirvieron para combatir cuerpo a cuerpo contra los upelientos muralistas de Ramona Parra en las guerrillas urbanas, y que a pesar de aquello se convirtió en demócrata, perseverando tanto que a modo de milagro consiguió el decanato de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Central de Chile, con un magister inconcluso y ningún grado de doctor ni siquiera Honoris Causa. Tan lejos llegó su aspiración intelectual que hoy es director de la Escuela de Gobierno de la Universidad Alberto Hurtado, una de las carreras más prometedoras y con más posibilidades de romper el “circulo de la pobreza”.

Así Vidal nos muestra las vueltas de la vida, que como el joven hindú se puede conseguir todo por medio del destino del hombre: el progreso evolutivo. Para mí solo una repugnante reverberación de más de lo mismo, pero siempre para peor, pues como decía un economista que ya olvide y que todos olvidamos “la competencia acarrea incompetencia”. Es decir, muchas veces escalamos tanto que nos situamos en puestos de poder en donde no damos el ancho. Como en mi sueño, o mejor dicho, como aparece en esa maldita secuencia que se mezcló con mí sueño. Una lagartija que se convierte en Homero. El mismo mojón girando a pesar de las distintas cargas de agua, sin irse jamás hacia el vacío.