jueves, 23 de junio de 2011

El Fruto prohibido




“¿Porque, porque los ricos ?/¿ Porque, porque los ricos?/Tienen derecho a pasarlo tan bien/tienen derecho a pasarlo también” se preguntaba Jorge González, siendo que “son tan imbéciles como los pobres”. Una respuesta que se explica bastante fácilmente. Tienen plata, tienen poder, tienen un discurso hegemónico que incluso incluye la enseñanza de la humildad y la austeridad.

El periódico digital que mantienen entre sus filas de opinión a Teresita Marinovic y que se sustenta con la campaña mediática de Hidroaysén, nos vino a enterar del opulento mitting de la CUT en el nuevo espacio de la Piedra Feliz, recinto que la wiskyizquierda visita con gran asiduidad para dejar de lado esa también tan criticada tendencia a la victimización y resentimiento que aqueja a los otrora upelientos.

Entonces ardió Troya, y hasta la Ministra del Trabajo pidió explicaciones de dónde venían esas platas, porque no puede ser que un roto venga a Valparaíso y frente al mar coma rico junto a sus compañeros, que a todo esto según la periodista eran 6, o sea la comida era más cara que en el Marriott - y entonces en mi opinión a los que hay que castigar por usureros es a los empresarios del local-, pero ahora se dice que eran 36, por lo tanto la cuenta por cada uno no era nada de tan escandalosa, salvo porque estos piojentos, pobres porque son flojos, reciben remuneraciones reguleques de veras, y a lo único que están destinados es a comer sopaipas con mostaza en algún carrito cunetero.

El principio básico del libre mercado y del capitalismo es que uno hace lo que quiera con su dinero, para eso trabaja y suda la gota gorda. Lo puede gastar en drogas, en putas, en comida, guardarlo bajo el colchón, comprarse ropa, libros, un perrito, o simplemente donárselo a algún desafortunado. Incluso en las parejas existe un cierto acuerdo que hay recursos de uso exclusivo. Entonces, porque, porque los sapos tenemos derecho a pedir explicaciones?

Acá lo feo es que mientras los dirigentes se pegan la panzá, en la calle se marcha por mejorar las condiciones que permitan sobrevivir, y vivir ojalá dándose algunos gustitos, aunque sea de cuando en vez.

Pero eso siempre ha ocurrido. Mi compañero Jara reunía a las tropas y las enviaba a combatir cuerpo a cuerpo afuera de la UPLA, por mientras como tal Comodoro observaba en la vereda de al frente. Así funcionaba la orgánica procedimental de la Jota y de Jara, con cuadros y escalafones.

Eso es quizás lo que debería molestar. La réplica del poder que tanto oprime en todo los niveles. Sin embargo, en este caso, quizás los compañeros de la CUT no tenían una oportunidad tan inmejorable como ésta para disfrutar las bondades del litoral, sobretodo en el marco de un lugar cargado de imágenes alusivas a la lucha. Porque beberse un wisky en el Salón Rojo de la Piedra Feliz, parte del edificio que congrega a Zamba y Canuta, todas verdaderas piezas de arte del carrete revolucionario, es como estar en el fragor de la batalla.

Además, hay gente que es gente y que tiene a la centolla, a la langosta y al wisky etiqueta negra en el refri, cual camarón de río y garrafa de pipeño. Nadie se mete a sus estupendas mansiones, o a sus estilosos deptos, ni a sus refris, ni a sus cuentas de Restorante, lugar obligado diariamente.

¿Qué acaso la comida es un fruto prohibido para los del populacho? Que acaso no puede uno gastarse 15 luquitas en un almuerzo que planifique el gran asalto al poder para que todos sin distinción de clases podamos pasarlo tan bien?

Esa es la bronca. La bronca es que podamos ser felices, que tengamos el paladar igual de fino, y los deseos igual de activos, que aquellos que se creen “superiores” en el más absurdo arribismo humano, ese que deja en claro quiénes son los verdaderos resentidos.