lunes, 13 de junio de 2011
Órganos telepáticos
Se dice que “la necesidad crea el órgano”. Eso me decía mi madre cuando me hablaba de cómo la gente trasculturizada, luego de un tiempo, obtenía el idioma y podía comunicarse, en los casos más exitosos, como si fuera un nativo (situación que nunca he podido observar en un gringo chileno).
Esa herramienta, artificial por lo tanto, que nos sirve para poder trasferir los diversos constructos humanos, también artificiales, es la que nos hace concretar o poner en antecedente nuestros pensamientos. El lenguaje y la comunicación es nuestro mayor desvelo y es por esta razón que todos los avances tienden a esta “necesidad” humana.
Internet es una red con diversos tentáculos que congregan los más variados lenguajes e idiomas para que los seres humanos, imposibilitados de una comunicación orgánica, puedan suplir esta cierta invalides, como la de organizarse con una coherencia discursiva y generar un movimiento social. Porque parece finalmente que el tema es la incomprensión radical. Los discursos cruzados, mal decodificados, erróneos.
Porque el “lenguaje es una trampa” según Lacan. Y para eso está. Para entramparnos.
Sin embargo, todos los sociales estamos empeñados por replicar la experiencia de simulación ahora en un grado más profundo y extenso con la utilización de las ondas electromagnéticas, y la colonización del espacio que anteriormente no estaba ocupado por información virtual. Esto reviste peligros hasta ahora insospechados, además de los ya señalados, como pensar que estamos claros, que hay consenso cuando en realidad es sólo una representación, y no una cuestión autentica.
Varios son los films de ciencia ficción que pudieran habernos dado advertencia de esto. Por ejemplo, Cronemberg con Videodrome, película de 1983, año en que nací, habla de la “nueva carne”, una atormentada visión de lo que causaría en la raza humana el influjo de la informática y de los medios de comunicación. Vaticina la llegada de Internet, que sirve de sucedáneo a la vida real a miles de vagabundos que hacen utilización de videos para ver imágenes una y otra vez, en cubículos diseñados para tal efecto.
De esa forma, aparecen una especie de tumores, o mutaciones a causa de un imperativo fisiológico por traspasar la pantalla, en este caso la ficción proporcionada por la comunicación medial. “La nueva carne”, el dispositivo integrado, el cáncer cerebral que hoy la OMS nos dice que adquiriremos por el creciente uso de teléfonos celulares, de los inteligentes y de los otros, con conexión a internet las 24/7, y quizás también notebooks y netbooks, y todos esos aparatos de conexión móvil que nos hace sentir enlazados con los otros. Aunque sea mentira.
Efectivamente entonces, la necesidad ha creado el órgano. Las ganas de comprendernos, comunicarnos, aunque sea en busca de un eco, una imagen que refleje nada más que a uno mismo, como dice Charly “Yo te extraño, yo te extraño/Me extraño a mí. / Estoy solo, estoy solo/ No estás aquí”. Una nostalgia eterna de algo que se perdió. De un yo, extraviado entre tantas voces "que no puedes ser feliz".
Eso lejano que nos hace querer estar juntos, aunque sea por medio de prótesis y ortopedia gramatical. Una “Curita”, un parchecito que una esos colgajos, esas islas que somos, parafraseando a Nietzsche, en un mar sin orillas, desesperados, ahogandonos.
Quizás entonces, quien (es) desarrolle (mos) esa metástasis no sea más que la capacidad de ampliar el hardware cerebral. Una medida física que refrenda las teorías evolutivas, y que también las deseche, pues esta misma evolución puede ser la que nos lleve a la muerte. Una muerte por la comunicación, por el afán telepático, que algunos creen que sólo podría ocurrir en otra dimensión.