martes, 7 de junio de 2011

¿¡Por qué no te callas!?



Lo único que uno quisiera, como un mortal común y corriente, es que las cosas no empeoraran aún más. O que en vista y considerando que la juventud, pelada por hedonista-nihilista, buena pal copete y la cochiguagua, difusora y defensora del “no estoy ni ahí”, empieza a empoderarse y en buena hora, (en realidad demasiado tarde) en los temas “país”, no sea ¡Por favor! desmotivada por el anticoaching más grande de todos los tiempos: Don Lagos.

Este patético personaje de la política chilena, tótem de la democracia procedimental, estadista, porque en cada frase introduce un numerito, admirador de los grandes líderes republicanos que ya no existen, precisamente porque pésimos imitadores como él, han convertido a este país en una republiqueta, es quien nos hace pensar en las trágicas fricciones generacionales, y en la sana y necesaria eutanasia política.

El mal olor de estos cadáveres, se escapa cada vez que abren su boca para ensuciar lo poco de bueno que está quedando. Y uno que debiera respetarlos por su trayectoria, por sus accioncitas basadas en el show mediático, dedo parado mediante (que ahora, perdonen lo rota, me gustaría que fuera hundido en alguna de sus más recónditas cavidades). Lo más que le gustaría es que ojalá pudiera seguir mutis por el foro, o bien lejos en alguna oficina de institución internacional.

No es posible que se le dé tribuna a quien vendió nuestra minería, dándole al país un royalty miserable con invariabilidad tributaria hasta el 2017. Esto lo saco a colación, porque el tema energético responde justamente a la sustentabilidad de ésta actividad económica.

¡Sin energía no hay minería!, vociferaba un cerdito poderoso en la Cámara de Comercio de Santiago, una vez que tuve que ir por asuntos estrictamente obligatorios. Es por eso que a los ingenieros se les parte la cabeza craneando a qué echarle mano (al agua, viento, carbón, átomos) para seguir explotando a la gallinita de los huevos de cobre y silicio.

No se figure que pueda ser que su cuenta de luz facture algún, por poquito que sea, porcentaje menor, a costa de esa tierra donde tiene posado sus piececitos, que parece ser soberana nada más que de los grandes capitalistas.
Se exceden entonces las razones más “superficiales” radicadas en e
l hipismo naturalista y pasan a ser parte de un argumento stalinista para avalar las protestas.

Por eso los señores que no creen en la defensa de los pajaritos, los monitos del cerro, y del agüita de montaña, pura y cristalina, tienen que tener claro que siempre el tema medioambiental va ligado al económico, y por eso por ejemplo tanta funcia con los Mapuches (gente de la tierra, por siaca). Es sólo porque están en un lugar altamente productivo. Ya ven que los nortinos tienen cancha, tiro y lado, puestazos en los gobiernos regionales y las oficinas del Sernatur. No molestan a nadie a la punta de la loma, además de que no exigen ni siquiera una tajada “del sueldo de Chile” que justamente se extrae de su zona.

Ahora, después de todas esas aclaraciones, que venga un caballero con su brazo posterior sosteniendo un sinnúmero de estudios que dicen esto y lo otro, medios místicos casi, asegurando las siete llaves del éxito, y la pirámide de la sociedad perfecta, resulta tan engañoso y molesto.

Lagos Escobar, viene a dar un espaldarazo con ese sobaco ilustrado de papers, porque justamente se siente ente fundacional de estas geniales ideas de “desarrollo sustentable” sustentado en el saqueo y la visión a corto plazo.

El medioambiente es el “sí a la vida”. Es la encarnación de la virtud del ser humano cuando este es su garante. Bajo este parámetro de comprensión, se puede proyectar la sobrevida, y no continuar parasitando, con el evidente riesgo de ser de alguna forma u otra siempre el planeta podrá arreglárselas, sacudidos como las alimañas que somos para efectuar un impecable control de plagas.

Sabemos de sobra que no estamos desde siempre, y que la perfección de la naturaleza le permite vivir, y mucho mejor, sin nosotros como huéspedes non gratos.

Por eso, si usted señor Lagos quiere dárselas de sabio, lea el Tractatus Lógico Filosófico y entienda bien la última frase: “De lo que no se puede hablar, mejor es callar”, o como acostumbro, eche mano a las frases de la abuelita, ya sabe, “es mejor callar y que piensen que eres un idiota a hablar y demostrarlo”, en este caso, de manera fehaciente.