sábado, 3 de marzo de 2012

Amor + caos = anarkía



Impresa sobre una muralla: el elemento defensivo por excelencia de las invasiones nómadas, está la anti-fórmula: Amor + Caos = Anarquía. Una anti-fórmula, pues todas las variables en esta operación no aseguran en absoluto un estado concreto que confirme cierta realidad necesaria para sentirse parte de un sistema de costumbres y creencias.

Esta muralla pudiera ser la de cualquier calle, en cualquier ciudad o poblado, en cualquier parte del planeta tierra, pues contiene el mismo orden burgués establecido homogéneamente por la hegemonía económica y política.

El muro, el mismo que disecta y diferencia los palestinos de los israelíes, los norteamericanos de los mexicas, los flaites de los cuicos en algunos sitios de Santiago, con la diferencia que éste sostiene en sus bordes la palabra rebelada, el graffiti panfletario que juega seriamente al consignar una operación distinta y distante al lenguaje heredero de la poderosa tradición del derecho escrito Romano, esa que zanja de manera prematura, y por una elite de patriarcas, el dinámico sentido de justicia y propiedad.


Contra la imposibilidad de una “lucha” en torno a las ideas, contra la obligación de que el desarrollo del pensamiento humano se vea forzado –mediante la fuerza de la ley- a responder a un ordenamiento jurídico occidental, a una codificación binarista y por lo tanto reducida a parámetros determinantes y determinados a “imagen y semejanza” de un hombre: primero griego, luego romano y más adelante occidental y global, con su inconsciente silenciado y espejo de todo lo que mecánicamente conoce, sabe y actúa, el graffitero posa su huella e intenta lanzar un mensaje que abre a la reflexión acerca de cuan desnaturalizados de las formas verdaderas estamos.

Inducidos a manifestarnos orgulloso de dominar el medioambiente y con el poder de recrear estructuras, la ley surge como anclaje práctico y competente a una realidad anquilosada por el desarrollo lineal del tiempo: una quejosa reverberación, una repetición, que al estar en la superficie, arreciada por los cambios del clima y a merced del temperamento de la época, se oxida en sus partes sólidas, haciéndose resquebrajarse al intento de flexibilidad, como lo haría un cuerpo viejo aquejado por la artrosis, y se fermenta en sus partes blandas, en donde los valores orgánicos, como en el vino, se vinagran al contacto continuo con la atmósfera.

Los incomprendidos, categorizados por Cesare Lombroso como criminales, los anarquistas, tal como si fueran locos, han sido descartados de la construcción del discurso y habitan en el deslinde, en el afuera, en el rayado de una pared. En el reverso de un muro, para resignificarlo, descomponiéndolo con un no sentido de pertenencia, en el arrebato de lo desconocido, impracticable y azaroso. Desheredado.

Nos los decía un Henry Miller tardío en Max y los Fagocitos blancos: “Creo que es fuente de una de las más grandes decepciones el llevar a los hombres a poner sus esperanzas de justicia en un orden externo, en alguna forma de gobierno, en alguna estructura social, en un sistema de derechos ideales”. En una jaula que desde un exterior captura el interior.

Así, el rayado Amor + caos = anarquía, se transige como voz crítica a un orden manifestado en la cultura y sus sincretismos, o más bien choques mortales en donde la antropofágia se empodera de todo lo existente en el adentro.

Una voz de alerta, sino de advertencia, proclama al amor y al caos como sentimientos dinámicos y confusos que aún, a pesar de la inalterable fuerza que el poder y la ley imprimen en las vidas humanas, se alza en vertiginoso afán de desdeñar lo que la palabra oficial ha vuelto concreto. Un grito que destruya un muro que circunda, dando vida a la sociedad y a la persona.

Sólo logrando el afuera, el antisocialismo, puede uno verse preso y oprimido, y desde ese conocerse, comenzar a trazar los lenguajes de la impostura, en la genial trampa de ser las mismas estructuras, las que ridículamente se ven revestidas de su antítesis.

El rayado, es un arte que deforma el discurso por medio del propio muro carcelario.

Una vez nacidos de esa matriz purulenta, uterina en su condición femenina de la acumulación del capital, podemos deshacernos de esa madre antinatural y opresiva: La sociedad, y generar vida, en la más inalterables y totales (des) configuraciones: Amor+ Caos = Anarkía.