martes, 6 de marzo de 2012

Todos somos Piñera



Las Piñericosas pasaron a ser el “fono chistes” del siglo XXI, y algunos paskines (como Tré Ciníc) pueden darle las gracias por llenar y llenar páginas que reditúan como acciones de LAN…bueno, no tanto, pero demás que para pagarle a periodista y no servirse de puros alumnos en práctica…

La última que he tenido el morbo de conocer, me ha hecho nuevamente pensar en que Piñera, el presidente, es el mejor exponente del chileno medio, prejuicioso, escalador y arribista, ese que puede estar en este momento sentado a nuestro lado en el bus a La Serena, o a Talca, en nuestra propia casa, o ser nosotros mismos, menos pillos, menos manilarga, y por lo tanto más pobres y resentidos.

Los Ángeles, tan cerquita del mapuchismo y los mapuchitos, recibió su ilustre visita para la inauguración de una “villa”, un concepto de población remozado por el espíritu de superación (de la pobreza). Fue ahí cuando el chicoco mandatario, vio el milagro del ADN humano, y ante el asombro de ver una cabeza rucia entre tanto cholilongo, gritó a los cuatro vientos “Estamos mejorando la raza”, algo que ciertamente sus padres, señor Piñera (el falangista) y señora Echeñique (la gomero) se metieron por la raja, perdonando la expresión.

Es el presidente, y por eso es grave. Pero ¿Cuántas veces hemos escuchado tamaña estupidez? El mejoramiento de la raza, se da en todas las esferas. Desde el choro pulento que quiere tener un pedigrí, hasta un ingeniero genético vendido a Monsanto.
La guerra más grande de todos los tiempos fue provocada por el mejoramiento de la raza, una cuestión que simplemente no existe ante tanto cruce y gang bang voluntario interracial.

Hay varios puntos en todo esto. Primero, todos atacamos al que habla de raza, refiriéndose a la finesa de los faltos de melanina, mientras que cuando se habla de origen judío, o etnia ancestral, prendemos velitas, rasgamos vestiduras y nos golpeamos el pecho.

Si entendemos que somos parte de una misma especie, de una única raza: la humana, nos ahorraríamos varias pajas que defienden la constitución genética y la supuesta pureza, dándole desmedida importancia a la facha y al “linaje” principalmente para defender tradiciones y territorialidades.

Egoísmo pues peñi, peñi. En todas partes se cuecen habas. Seguramente los gitanos también piensan en mejorar la raza, cuando se casan dos gitanos, y dejan fuera la mugre chilena.

Y así vemos en todos lados como se intenta conservar la raza, la casta, asegurando el chancho heredado y engordado de generación en generación, celosa y orgullosa de su estructura ribonucleica.

Yo misma, a los quince años, me dejé engañar por un ruciecito de ojos azules, que desgraciadamente para él, nació en las fauces de una familia mediocre. En mi preñez adolescente, el único comentario favorable de mi familia, alegre, era que “estábamos mejorando la raza”.

Mi ojo moreno, fue imbatible, y el niño salió con mis colores. FAIL, lo teñí con mi tenaz miseria racial.

El padre del “hijo fuera de sociedad conyugal” continuó haciendo carrera familiar con el equipaje cargado con un par de celestes ojos, logrando ligarse por fin, a un clan merecedor de dicha facha por medio de un matrimoniamiento.
Sin duda mejorar la raza, es algo que aún les preocupa a los chilenos, a los turcos, musulmanes, gitanos o mapuches.

Porque en este caso, todos somos Piñera. Aunque nos sangren los ojos y nos pongamos rojos de vergüenza (pese a que los piel roja alegarían falsificación) por tener que asumirlo.