lunes, 3 de marzo de 2008

Negociandome


El año de la rata no tuvo perjuicio en comenzar desde el primero de enero. Aunque podríamos sufrir de marcitis, la mayoría, incluyendo a los proceres patrios, tuvo que desempeñar labores durante la época estival.
Me he levantado a las once como de costumbre, sin que eso quiera decir que me encuentro "descansada". Primero fue el cuidado de una anciana de 87 años que se preocupa de su comodidad más que Doña Bella. La campanilla sonó con retumbe durante todo el mes en el que me encontré dispuesta para sus necesidades y sobretodo caprichos; cosas tan mínimas como subir el volúmen del televisor o acercar un chaleco que estaba al lado de tan tierna viejita. Para qué hablar de las carreras sanitarias y las comidas especiales, la hora del aseo, y los baños de pies con sales esenciales. Una Teresa de Calcuta ezquizofrénica e impaciente, tan voluntaria en lo monetario como forzada en lo familiar, me vi un mes en una faceta que de hoy en adelante descarto por completo. Luego de no poder hacer nada creativo durante ese mes y de perder la inspiración por mucho más de ese tiempo, la usual decadencia económica se trasformó rapidamente en indigencia. Ni confort, ni lentejas, ni pasta de dientes. Nada. Alguno que otro amigo más pobre que yo me entregó sus dadivas a cambio de mi manufactura gastronómica y algunos trazos de lucides. La necesidad llegaba en marejadas, dejandome petrificada y con el cuerpo oxidado; debía moverme "por la vida", "ganarme la vida" y no ser más esa barcasa barada a los pies de un océano rabioso y turbulento. Llegaba la hora de hacerme a la mar.

Se habían terminado rotundamente las asistencias parentales y ni siquiera esas 30 lucas me servían para pagar la luz. Las opciones eran las mismas que las que tenía desde los 13 años.Esperar un milagro o simplemente dejar que un macho me mantuviera, con el riesgo macrabro que siempre implica. Mi hijo de testigo metafísico y los machucones que amainan al paso de las horas me mostraron una nueva fórmula. Ser mano de obra barata. Menos barata que la de un copero o una mesera, pero igualmente barata.

El trabajo consiste, en el mejor de los casos, en asisitir a una juventud mediocre y cobarde a olvidar su simplícima existencia, en un revote continuo de felicidad aparente. Darles copete hasta verlos desviar sus ojos y afirmarse contra los muros, hasta ver como se besan sin más calor que el de una lengua traposa e intoxicada con alcohol barato vendido a precio de mercado.

Soy la chica dura de la barra, la que llega cuando recién cae el sol y se va al despuntar el alba. Me gustan trabajar en las catacumbas parecidas a los calabosos de Moneda de Honor, donde al final de la jornada de casi 12 horas, se siente el vertigo del suicidio. Buen nombre pienso, excelente concepto. Y es mejor así, uno elige a su verdugo y a mi me parece respetable el mio. Por lo menos uno de tres.

Creo que hay algún tipo de adiestramiento de combate entre las oscuras lineas del negocio, algún tipo de enseñanza magistral para los necesitados en esta extraña dialéctica. Todos los que aquí se parten su mal alimentado lomo son marginales. Entre las mujeres podemos encontrar madres solteras y estudiantes en busca de experiencias gregarias fuertes. Entre los hombres, chicos que viven de una pasión, cantantes de punk y metal, desequilibrados y soñadores, noctámbulos amantes de la caspa del diablo. Ninguno apto para la oficina. Una persona así debe ser barata. Pienso en la justicia de la mano invisible y me conformo con mantenerme acá abajo, en una acción que raya en la asistencia médica. Surtiendo de sucedáneos a los jovencitos perdidos en el mundo de las oportunidades. De estar arriba me sería más confuso. Héroes revolucionarios brindando por la misión cumplida con Wiski de 6 años, junto a uniformados de alto escalafón de varias ramas en una cuba artificial que apenas existe en el exótico pensamiento de un Ulises latinoamericano. La transición se huele y exuda por sus camisetitas de niño tardío, su lino importado y sus mujeres tambien importadas, o por lo menos su silicona ortopédica.
Allá, en en la plataforma A, como se le desiga, debo lidiar además del lumbago imterminente y somático, con mis contradicciones vitales.

Por lo menos aquí abajo, entre lolería sin futuro ni ideales, Guevara no me mira de reojo ni Lenin supervisa mi productividad.

Eso me pasa por rebelde; quizas el mensaje sea "ya lo hicimos todo, dejense de alucinar pendejos culiaos al peo, cabros de mierda contrarevolucionarios, haganse cagar trabajando para nosotros, aweonaos ¿les gusta este concepto? Entonces, caguense"

Pero por otro lado, la mentira trasciende a todos los polos y entiendo de que de tanto transitar en la superficie, en la propaganda y la publicidad, se haya llegado al otro polo. La superficie siempre es resbalosa; No por un Jack Daniel's Tennessee Whiskey, ni por gel polímero en las tetas, voy a complotar con el sistema y su pútrido afán de bienestar; un gusano que engorda con las tristes visceras del desarrollo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Notable escrito. Si desea descargar mas su furia contra ese oscuro sitio donde el Che y Lenin le miran de reojo, publique en www.avispatevalpo.blogspot.com

Anónimo dijo...

¿porqué existe gente que se cree de "los ochenta" cuando su ZEITGEIST es más bien de los noventa? Es probable que cuando las publicaciones periódicas llmaron tu atención, la industria gráfica ya estaba avanzada. Nunca viste el cielo gris que rimaba con las tintas pobres de una "Cauce" en el día mismo de su aparición en los kioskos.Y si lo viste, tu atención estaba en Sailor Moon, como debía ser. Pero uno siempre puede practicar la PALINGÉNESIS. Total, vivimos en el simulacro.Hay algo muy sospechoso en tí Karen. La burguesía se odia a sí misma ("Lleva la semilla de su propia destrucción"). ¿La clave para saberlo?Las creencias liberales-humanistas.
Un beso.

Karen Hermosilla dijo...

no he hablado de los ochenta querido. Y si tengo algo se sospechoso es porque soy bien rara. Usted cree que soy aburguesada, me gustaría me comentara porqué. Intento no hacer comentaríos gratuitos y "hacerme a la mar". Cada cosa que digo proviene a alguna experiencia que si bien puede ser única e intrasferible, existió en un espacio de tiempo completo. Así me enseñó la vida, aún con las Sailor Moon de telón de fondo. No critiqué a los milicos por un mal que se conoce usualmente en mi generación de oidas, sino que fue mi padre y mi provveedor quien me dió razones para hablar de él y su rol social. No fue solamente el profe chanta que me tapó a rojos en la enseñanza media, sino el propio arribismo y doble standar de la reserva moral que llegaba a corregir pruebas a mi casa la que me dió razones para hablar. Los elementos microscópicos son muy parecidos a las galaxias lejanas. No soy una encarnizada defensora de los derechos reproductivos de la mujer porque lo encuentro políticamente correcto, sino que mi historia personal, mi embarazo a los 15 años me obliga a tener presente a las niñas pavas y curiosas. Tampoco me ha dado por hablar de la relación de dominación que hay primero entre los sexos y luego entre las clases, he sido pareja de los más machistas y empleada de los más patrones. Querido, sé que nada que se articule de una forma tan radical y destructiva consigo misma puede ser confiable. El otro día se me dijo que yo mataba inmediatamente a la fuente y está bastante claro, pero los argumentos siempre sobran para hacerlo. Si usted quiere echarle la culpa al empedrado, es decir, al camino lleno de vacios y baches que represento, está bien, pero dejeme decirle que así es bien fácil. Que eso de encontrarme burguesa como si yo no intentara poder desprenderme de esa figura más que arribista, oportunista, costumbristaconsiliadora para obtener cuotillas de poder, me parece exagerado, que no por hablar bien y tener una apariencia, voy a unirme a un redil que puebla los despoblados.

Anónimo dijo...

Loables letras obreras sobre un sistema denostado por su decadencia. Algo que complejamente, es el reflejo de quienes las comparten.

Te veo en un texto desenfadado, con furia y ardor. Aunque, no es un problema de dónde está el mundo, sino donde está cada uno en él.

Lo vacíos son intensos y el refugio que buscas no está donde escudriñas... es más profundo.

La furia no es por un buen Wisky, (prefiero el Chivas), ni por aquello que se transa. Sino por la hipocresia de fumar un Montecristo desde varadero y decirse revolucionario.

Al final, la verdad siempre es la misma. La revolución no es distinta que la evolución o que la involución, pues cada una vive de su propia contradicción. Siempre es el mismo camino, el que sólo cambia de dirección.

Eso es lo único real de éste simulacro. De tu propio simulacro.

Saludos chica bonita

spotorno dijo...

Yo no tengo idea de esos parametros para juzgarte si eres o no revoluionaria, o todo lo contrario, pero qué revuelo causas cuando tus letras cruzan el universo, el solo hecho de provocar, de golpear el piso para ver donde se mueven las serpientes, y con tanto intento de ser acertivo, buscando la mejor cita, la metáfora más lúcida, el punto final que te deje callada. Qué pasión, que manera de mover el mundo. Yo prefiero gozar tu escrito desde mi casita de adobe de 8 x 8 mts. del barrio Matta, como para demostrar alguna wevada cercana a no ser burgués, pero que wevá! mi café es de grano, y tengo cigarros. Y eso es más de lo que puedo agradecer estos días. Rojita: cuando estés demasiado falta de weás básicas, lentejas, dentífrico, shampoo, me llamai. Sin compromiso ni intercambios. Sólo regalos, como siempre, hermana proletaria del capitalismo de cuello blanco. Siga conspirando, y escribiendo lo que nadie más se atreve. Ni yo. El Angel.