jueves, 20 de octubre de 2011

Bien hombres para sus cosas



En séptimo año básico preparamos un acto para celebrar el día de la madre. Entonces un compañero compuso una canción, en ese tiempo estaba de moda Keko Yunge y Pablo Herrera, que decía: “A ti mujer ¿Por qué no lloras por las heridas? Que trabajas todo el día, a ti mujer” eso se repetía por los 3 minutos que duraba la canción, con charrangueo mediante.

No digamos que fue la calidad de la canción la que la hizo inolvidable para muchos de nosotros, sino su mensaje. La victimización del rol femenino en la modernidad, ese estoicismo que hasta a un niño de 13 años le era sorprenderte, el aguante quizás de su propia madre, que debía trabajar doble y triple jornada, lo hacían cantar sin pudor con su voz púber lo que para él era un drama incomprensible.

La historia tiene grandes mujeres, sin embargo las que se recuerdan en Chile de forma popular no son las que han cargado con esta tremenda cruz de ser las compañeras solidarias, las trabajadores incesantes, las jefas de un hogar monoparental.

Por ejemplo, ya tenemos la segunda versión de La Quintrala, mujer mala, maquinera, colonialista y racista, por lo bajo, que deja muda a la gallada, que comparte con ella la devoción por el santísimo en una iglesia siempre llena de prejuicios y contradicciones, que a la larga continúa en la controversia. De hecho por estos días una mujer de la farándula, Lucila Vit, fue expulsada de una misa por el sacerdote Marcelo Gálvez de la iglesia de San Francisco de Sales en Vitacura, ya que ésta llevaba puesto un microvestido.

Es así como las “bondades” del sistema liberal, se gibarizan al enfrentarlas al sistema de creencias y moral cristiana que están sumamente presentes en la sociedad chilena.

Tan metidas, que incluso la primera presidenta, separada, con hijos de distintos padres y agnóstica, era vista como una “madre”.

Es así como la dicotomía entre las madres y las putas, sigue estando siempre presente aún del supuesto progreso y la igualdad entre hombres y mujeres. Por ejemplo, “señora” o “señorita”, que diferencia a una mujer casada de una soltera, no tiene una versión masculina, pues todos sin importar su estado civil, son señores.

Pero volviendo a lo que se valora o se recuerda de las mujeres, lo célebre, es la maldad. Para mi cumpleaños, Bruno Sommer,director de El Ciudadano, me regaló el libro Malas, una antología de cuentos provenientes de la época romántica, que hablan de mujeres perversas y con poderes demoniacos que utilizan en contra de los hombres, sobretodo en situaciones con un alto grado de confianza.

Las cabronas, esas mujeres que por su fuerza y cálculo se hace implacables, convirtiéndose en tiranas, y manipuladoras de todo su entorno, fueron y siguen siendo las mujeres alabadas, respetadas y hasta admiradas por los hombres.

Tanto es así, que son vendidos como pan caliente los manuales que enseñan a ser cabronas. Testimonios reales de mujeres buenas que les va mal en la vida, y que una vez aburridas de su suerte, comenzaron a ser malas, y como un milagro demoniaco, comenzaron a ser valoradas y exitosas. Como si la Carmela misma fuera la que se convierte en la Catrala.

Es bien triste negar una cierta naturaleza para tener que amoldarse a una fórmula de satisfacción garantizada. Y grave es que las mujeres malas sean las únicas que la sociedad falocéntrica respete y recuerde precisamente por ser bien hombres para sus cosas, doblegando al mundo con su dominación por medio de humillaciones y arrebatos de fuerza.